¡Por qué no se calla!

Por César Lévano

Keiko Fujimori aún no se recupera del susto no sólo por haber perdido las elecciones, sino también por haber hecho perder miles de millones de soles a quienes financiaron su campaña (eso, sin contar que ella, su padre y sus hermanos calculaban sin duda que desde el poder podían levantarse una fortuna adicional).

Esa herida insanable explica por qué se ha dedicado a despotricar en voz alta. Hace dos días exigió a Mario Vargas Llosa que venga al Perú a vivir en el país gobernado por Ollanta Humala. La pregunta obvia es: ¿por qué en el pasado no exigió a su padre que volviera del Japón a dar cuenta de los millones de dólares que había robado?

La señora Fujimori es todavía congresista. Archisabido es el balance de su actuación parlamentaria. No sólo ha brillado por su ausencia, sino que cuando ha estado presente ha votado —en alianza con el APRA y el PPC— por las malas causas. Su actitud respecto al problema de Bagua manifestó su entraña reaccionaria.

En cuanto a la invitación al viaje lanzada a Vargas Llosa, resulta ridícula. Todos saben que el escritor goza de buena renta por sus libros, y gana buen dinero con sus conferencias y trabajo periodístico. Sería bueno que doña Keiko explicara de qué vivía su padre en el costoso Japón y de dónde sacó él plata para la campaña con que buscó un asiento en la Dieta japonesa (como candidato de un movimiento fascista).

Como su hermano Kenyi, la señora Fujimori sabe muy poco de historia y realidad del Perú. Su especialidad es el chisme de baja estofa y el insulto grosero. Eso explica por qué tiene el cuajo de exigir a Humala que cumpla con sus promesas electorales. Finge ignorar que su padre logró en 1990 la presidencia gracias a que, precisamente, incumplió sus ofrecimientos. Había prometido no aplicar una política neoliberal de shock, y lo primero que hizo fue cumplir la promesa electoral… de Vargas Llosa.

Fue aquella la primera estafa política de un hombre que ha pasado a la historia como el mayor timador político en los anales de la República.

No sólo fue esa una decisión despiadada, sobre todo para los pobres, sino que no estuvo morigerada por ningún programa de alivio. Mucho después aplicó Fujimori medidas de corte social.

Foncodes fue en esa ulterior etapa un organismo que, bajo la dirección incorruptible y experta del ingeniero Alejandro Afuso, realizó obras de ayuda (caminos vecinales, puentes, silos, locales de servicio colectivo) así como de producción. De ahí proviene gran parte de la popularidad de Fujimori, quien lo único que hacía era acudir a las inauguraciones. Cuando Afuso renunció porque se percató de que el trabajo por los olvidados estaba siendo aprovechado para fines electoreros, hubo preocupación en los organismos internacionales que apoyaban el programa. La Primera.