Hay vida antes de la muerte
Por José Carlos García Fajardo*
No existe ni destino ni fatalismo alguno ni designio providencial o de condena. Somos como somos y con estos medios alumbraremos lo mejor de nuestras capacidades. La felicidad es lo que nos sucede mientras la estamos buscando.
Cuenta La Bruyère que para el hombre sólo hay tres sucesos importantes: nacer, vivir y morir. No se da cuenta de que nace, se espanta de la muerte y se olvida de vivir.
De que hay vida antes de la muerte y lo lógico sería que este pensamiento fuera el que presidiera nuestras acciones, en lugar de seguir angustiados por si hay vida después de la muerte. ¿Alguien echa de menos o sufre por lo que “fuera” antes de nacer?
De que podríamos transformar nuestra mente y constatar que la felicidad es ausencia de miedo así como la belleza es ausencia del dolor, se ocupa Eduardo Punset en su delicioso libro Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida. Reflexiona acerca de lo que les pasa a los demás por dentro: las causas del desamor y sus efectos. Es un recorrido apasionante por diferentes itinerarios de la vida: las emociones, el cerebro, los cambios, el aprendizaje, el origen del universo, el poder… Bucea en las claves que mueven el mundo, y nos aporta reflexiones claras, amenas y al alcance de todos. Porque no hay excusas para no pensar y para no cambiar de opinión y de actitud sin ser esclavos de la educación y de la costumbre.
En estos tiempos de conmoción, de pérdida de referentes y de desesperanza; en este cambio de Era que exige sacrificios insoportables a los dioses que nos hemos inventado para que nos hicieran desdichados; las nuevas tecnologías de la información y la expansión del conocimiento nos han hecho testigos de un nuevo mundo que exige instrumentos adecuados para su expresión pero del que todavía no sabemos el nombre. Y las cosas no son hasta que les damos nombre. Carlomagno no sabía que vivía en la Edad Media.
Comprobar que los antiguos sistemas, las hegemonías que se adueñaron durante siglos de mentes, de tierras y de vidas, se desmoronan y nadie se atrevía a alzarse desenmascarando su falacia y su tiranía, ha despertado la indignación de millones de personas.
Y se han lanzado a las calles, no para tomarlas, sino para transformar las plazas en espacios de encuentro y de reflexión compartida. Alzaron la enseña de la paz como fruto de la justicia, se produjeron con la no violencia y han atraído la atención y el respeto de millones de personas.
Es demasiado hermoso para que esquiroles nos lo revienten.
De ahí que pensadores y analistas nos animen a reflexionar y a romper con los sistemas inoperantes, con dogmas e ideologías que decían poder explicarlo todo.
Es preciso atrevernos a pensar, a dialogar, a conocernos.
¿Cómo se toma una decisión, realmente?, ¿de qué manera gestionamos nuestras emociones?, se pregunta Punset, ¿por qué van a disminuir los índices de violencia en el planeta y aumentar los de altruismo?
No existe ni destino ni fatalismo ni designio providencial o de condena. Los otros no son el infierno, ni somos un error de la computadora. Somos como somos y con estos medios alumbraremos lo mejor de nuestras capacidades.
Podemos cambiar de vida para explorar mejor las incertidumbres que nos acosan
Que estamos programados genética y cerebralmente, dice el autor, es cierto, pero programado para ser únicos, porque nos habíamos olvidado del impacto neuronal de la experiencia individual. Nosotros podemos influir en nuestra mente. No están el presente ni el mañana escritos.
Que la felicidad es lo que nos sucede mientras la estamos buscando. Está en nosotros mismos y en relaciones personales, control de la propia vida, saber sumergirse y disfrutar del flujo de la vida. No podemos ignorar el bienestar oculto en los senderos que llevan a ella. El cerebro, más que buscar la verdad, lo que quiere es sobrevivir; por eso nos resistimos ante cualquier suceso inesperado, la disonancia cognoscitiva, porque nos atemoriza.
Hemos considerado que la inteligencia era patrimonio de los seres humanos, no de los animales. Pero depende de estas tres condiciones: flexibilidad que les permita cambiar de opinión, capacidad para diseñar representaciones mentales que permiten intuir lo que va a ocurrir y si son o no innovadores.
No es tanto la disponibilidad de recursos como el conocimiento necesario para progresar. Que la capacidad de concentración, la vocación de resolver problemas, la voluntad de trabajar en equipo, desarrollar la inteligencia social y aprender a gestionar emociones son los instrumentos de la nueva educación.
“Que el cerebro tiene sexo y que los varones irrumpen en la pubertad más tarde que las mujeres y se comportan toda la vida como si tuvieran doce años”, y alerta Punset que sólo en la prevención inteligente podremos superar el colapso de las prestaciones sanitaria, educativas y de seguridad ciudadana en un mundo cada vez más globalizado, y lleno de esperanzas.
* Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
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