“En las universidades públicas hay analfabetismo social”

Charla con el biólogo Raúl Montenegro.

Dice que “lo saca” ver la “caripela” de Al Gore pontificando por televisión, se autodefine como activista y, claro, no es lo que se dice un biólogo tradicional.


Raúl Montenegro, investigador y profesor titular de Biología Evolutiva en la Facultad de Psicología de Córdoba, es uno de los principales militantes en contra de la aceptación de las regalías mineras por parte de las Universidades Públicas.
Durante el 2004, su labor en defensa del medio ambiente y los derechos de distintas comunidades indígenas le valió recibir el Premio Nobel Alternativo, un reconocimiento que entrega la academia sueca para la gente destacada en distintos trabajos con grupos de base.

Invitado por la Facultad de Trabajo Social para una charla sobre minería contaminante, este investigador atípico accedió a una extensa charla con El Colectivo.

Esto sucedió en Bouwer, un pueblito ubicado a unos 18 Km. al sur de la capital cordobesa que carga con el dudoso privilegio de ser uno de los más contaminados del país, cuando el actual gobernador decidió contactarse con el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (C.E.A.) con el propósito de contratar un estudio que le permita seguir contaminando el pueblo durante unos años más. Finalmente, la movilización de los vecinos, cortando los accesos a la Ciudad Universitaria, consiguió abortar el ambicioso proyecto.

Tiempo después, en claustros universitarios, Montenegro aprovechó una reunión para increpar a algunos colegas señalándoles que nadie había puesto un pié en Bouwer, que los protocolos técnicos en un lugar donde vive gente se hacen con la gente. Fue entonces cuando una investigadora se paró y, como para dar por terminada la discusión, dijo: “Yo no tengo ningún problema en viajar a Bouwer a explicarles”. “La colega no había entendido -resume Montenegro- No se trataba de que ella les explicara sino que los vecinos le explicaran a ella lo que les pasaba cotidianamente: que los chicos se descomponían del dolor, que en verano debían cerrar puertas y ventanas, que la vida era imposible en esas condiciones”.

El relato viene a cuento para ejemplificar aquello que el Premio Nobel Alternativo no duda en calificar como analfabetismo social, un mal que contraen muchos profesionales de las Universidades Públicas y un concepto que atraviesa toda la entrevista.

Su historia con la biología comienza en el Colegio Montserrat, como asistente en investigación en la Cátedra de Antropología, siendo aún estudiante secundario. “Tenía 16 años y empecé haciendo ecología de hormigas. En el 71 me dieron un premio a la Investigación Científica en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA por un trabajo sobre ese tema”.

Con el premio, una medalla de oro, había un viaje. Se podía elegir Europa, Estados Unidos. Contra todos los pronósticos, Montenegro eligió el nordeste semiárido de Brasil. “Yo había visto las películas de Glauber Rocha: Antonio das Mortes, Dios y el diablo en la tierra del sol y me fascinaban algunos lugares en donde comenzó a pelearse por los derechos, casi los primeros movimientos guerrilleros de América Latina: las Ligas Camponesas. Poca gente sabe que la gente peleaba y se hacía matar por tener la tumba propia. La reivindicación de las Ligas Camponesas era que al morir, la tierra en donde ponían su cadáver, fuera propia. Yo estaba muy fascinado por todo eso, lo que rodeaba a los movimientos sociales del Noroeste, por eso elegí ese lugar. Estuve trabajando un buen tiempo en Pernambuco, la zona más seca. Nunca había visto las cosas que vi. Estuve en un lugar donde hacía tres años que no llovía, vi la violencia pura, la violencia extraña, la violencia de la necesidad, muy distinta a las otras. Desde entonces mezclo la parte académica que me da la herramienta técnica con la parte activa. Me gusta la magia, esto de trabajar en el mismo plano con distintas comunidades, trasladando las herramientas que nosotros manejamos y aprendiendo de ellas. Yo fui como biólogo y volví como activista. Ese fue el clic”.

¿Cómo es tu trabajo?

Puedo hablarte del más reciente: Bouwer. Una comunidad cordobesa de 1900 personas, uno de los lugares más contaminados de Argentina: 2600 toneladas por día de basura, había un incinerador de residuos patógenos, funcionaba una fundición de plomo que contaminó a mucha gente. Está Taym que es la planta de residuos peligrosos y el depósito judicial con 20 mil vehículos. Hace un año y pico comenzamos a trabajar con los vecinos. Nosotros damos la parte técnica y los elementos básicos de subversión. Es decir, como poder transmitir una lucha a la sociedad. Las luchas tienen dos componentes: uno, la lucha en sí misma, otra, cómo la gente se entera de esa lucha. Una lucha anónima, por más exitosa que sea en un ámbito reducido, no deja de ser una lucha que no existió si el resto de la sociedad no se entera.

Que la conozcan para que se reproduzca.

Exactamente, eso es lo espectacular. Son reuniones donde entre todos vamos buscando salidas. Cada uno respetando al otro, reconociendo el tremendo valor de manejar un pedacito de realidad que el otro no maneja. Algo que, a veces, en las universidades no se entiende. Las universidades se han transformado en pequeños termos de pequeños dioses. Por tener un pedazo de conocimiento creen estar un peldaño superior al resto. Esa es una cosa que, primero, no es cierta y segundo, es socialmente tóxica. Por eso me parece tan espantosa la palabra extensión. Lo que hay que practicar es la interacción. En Bouwer trabajamos con esta mecánica y nos fue espectacularmente bien. La gente del pueblo aprendió como manejarse por sí misma con los medios de comunicación. Llegamos a una instancia critica en donde, como no había resultados, se cortaron las rutas de acceso al enterramiento sanitario. Así se empezó a llenar la ciudad de Córdoba de basura. Y lo mágico, cuando una lucha logra cruzar el puente hacia el resto de la sociedad, es que la gente no se enojó con los vecinos sino con la Municipalidad que descargaba la basura en un pueblito ubicado a 18 Km. al sur.

Un momento fundamental en las luchas es cuando los vecinos logran obtener un resultado. En el caso de la lucha de Bouwer, el objetivo era erradicar el relleno. Hay un momento mágico donde te das cuenta del poder que tenés como vecino, cuando lo descubrís no sos igual. Conseguimos eliminar el incinerador de residuos patógenos, todo el depósito de vehículos ya se licitó para desarmarlos. Lo más reciente es lo de Macri. Nos quisieron tirar las diez toneladas de pilas, nos movilizamos y a las 30 horas, la funcionaria desistió de mandarlas. Y cuando le ponían el micrófono a los vecinos le preguntaban por el éxito. “No, esto no es un éxito. Éxito va a ser cuando no tengamos basura acá. Eso es solo algo muy bueno que nos ha pasado”. En esos momentos aprendés”.

“LA UNIVERSIDAD PUBLICA TIENE LA OBLIGACIÓN DE LEER LA SOCIEDAD”

Contrariamente al Nobel tradicional, bastardeado por haber sido concedido a genocidas como Henry Kissinger, el Nobel Alternativo nació cuando un sueco, Jacob von Uexkhull, decidió vender su colección de estampillas e instaurar un fondo para así resaltar la labor de quienes vienen realizando trabajos con grupos de base.

“Cuando me llamaron de la India diciéndome que había ganado, primero me mostré como una persona civilizada. Cuando colgué me puse a gritar bien primitivamente”- rememora con una sonrisa Montenegro.

Entre las personalidades que recibieron el Premio se encuentran el español Juan Garcés (que logró activar la detención de Augusto Pinochet en Gran Bretaña); Leonardo Boff, de Brasil; Ken Saro-Wiwa de Nigeria (a quien el gobierno terminó asesinando por su pelea contra la Shell) y el economista chileno Manfred Max Neef, entre otros. “Son gente que trabaja de forma diferente. No son Al Gore, ese tipo de personajes. Uno es una pieza chiquita, pero te pone muy contento estar ahí y no, por ejemplo, en el directorio de Monsanto”.

¿Son opciones, no?

Si, son opciones.

¿Qué valor le das al saber científico y al saber popular?

Yo distingo dos universos: el conocimiento y la sabiduría. Conocimiento es el que obtenés en un laboratorio: aplicas el método científico y luego publicás. No se puede utilizar ese conocimiento puro porque muchas veces es toxico. Cuando el conocimiento se ajusta a la sociedad, a lo que está pasando, a lo que es viable, a lo que es razonable para todas las partes, ahí es sabiduría. La universidad es un depósito de conocimientos pero, en términos de sabiduría, es un aprendizaje que casi no ha empezado. Lo que ha pasado en La Alumbrera, con el rechazo de los fondos, tiene que ver con esto: una universidad pública con crisis económica donde se está dando un fenómeno muy peligroso que es su privatización parcial. Ven con buenos ojos hacer acuerdo con sectores privados. Los fondos de La Alumbrera eran muy lógicos en este contexto. El Consejo Interuniversitario Nacional decide si los va a recibir pero, fijate lo espectacular de esto: dentro de una misma estructura, varias universidades empiezan a movilizarse en el 2008: una en Esquel y un movimiento en Entre Ríos que fue la otra reacción incipiente. En el 2009 nuestra facultad fue la primera en rechazarlos. Entre Ríos sigue siendo quien tiene más facultades que se opusieron: tres. Y el proceso continúa. En el fondo no es solo un rechazo a una minera cuyo dinero viene manchado de sangre, es el inicio de un debate. Una universidad pública que se nutre con el impuesto de cada persona que compra un kilo de yerba, por ser publica se merece un debate para conservarse como un actor independiente. Pero esta privatización parcial de la Universidad Pública, como el caso de La Alumbrera o de los trabajos con Monsanto en Rosario, muestran que este debate empieza a golpear.


¿Cuál es la situación del investigador en nuestro país a nivel económico y de reconocimiento?

Es una pregunta jodida. Creo que todos los investigadores tienen una responsabilidad social, así estén estudiando las mitocondrias en una célula. Hablo de las universidades públicas. En la mayor parte de los investigadores hay analfabetismo social. Posiblemente sea un resultado de los “años de plomo” durante los gobiernos militares. Mi facultad adoptiva es Psicología, en donde hubo muchos desaparecidos. Y, en esa época, el que tocaba ciertos temas desaparecía, quien estudiaba las mitocondrias en una célula, sobrevivía. El mensaje fue muy duro. Hay toda una ciencia aséptica en el sentido de no ejercer la responsabilidad social. Y esa es una materia pendiente en los investigadores: leer la sociedad. Son analfabetos sociales, y muchos de ellos ambientales. La mayor parte del sistema de investigación es un sistema sesgado, donde el trabajo con problema social no tiene el mismo prestigio que uno más sofisticado de ciencia básica, que siempre me ha parecido un concepto medio tonto. Un investigador que solamente sea un investigador es peligroso. Pero peligroso mal. Cualquiera puede dedicarse al tema que sea pero tiene, en la Universidad Pública, la obligación de leer la sociedad. Lo que está pasando con La Alumbrera demuestra que no hay lectura de la sociedad. Si la hubiera, todas las universidades habrían rechazado los fondos.

¿Cómo te tratan tus pares?

La situación es incómoda. Por ejemplo, yo soy crítico de algunos movimientos sociales como la Unión de Asambleas Ciudadanas. Los quiero muchísimo, pero critico que siempre se reúnen los que piensan igual y creen que, para un lugar, 30 personas son una asamblea. Asamblea fue Esquel, los demás son asambleitas, con todo respeto. Creo que no se puede solamente lograr éxito con la movilización. Movilización mas componente técnico y componente judicial. Y componente de medios. Y para eso tenés que hacer alianzas con gente que piensa lo mismo que vos pero que puede aportar algo que no tenés. La movilización es la sangre pero no puede terminar en eso. Las grandes corporaciones están preocupadas por donde podes golpearlos y esa es la parte técnica y la judicial. Nosotros tenemos parada la mina de uranio en Sierra Pintada en la justicia. Y la otra es la parte de los medios. Entonces, a veces, tus propios colegas te ven con desconfianza, porque sos critico. También dentro de la comunidad académica, porque soy activista. En la Universidad se prefiere ir y frotarse un rato con los pobres, pero trabajar con ellos es otra cosa. Entonces, la situación es incomoda pero prefiero estar incomodo que violando lo que pienso.

“EL PRINCIPAL PROBLEMA AMBIENTAL SON LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS”

El biólogo cordobés preside la Funam, una organización pequeña que funciona desde hace 26 años “sin recibir fondos de ningún lado”, aclara. “Paramos un reactor nuclear en Guatemala, otro en Zinbawe. Trabajamos con comunidades indígenas. Somos un grupo chiquito que va haciendo alianzas con diversos sectores pero con ciertos requisitos. Privilegiamos tres líneas que trasladamos a muchos movimientos sociales de los cuales somos muy críticos. La imperiosa necesidad de desarrollar la parte técnica, la parte judicial y el contacto con los medios, que nos parece esencial. La lucha individual y grupal se transforma en social cuando llega a los medios”

¿Haciendo un cuadro de situación, cuál sería el problema más preocupante en el aspecto ambiental?

El principal problema ambiental son los funcionarios públicos. Tener a Homero Bibiloni en la Nación me va vergüenza ajena. O Romina Piccolotti, que aprendió ambiente por correspondencia. Y, como país, el problema más serio que tenemos es la falta de resistencia ambiental, algo de lo que no se habla mucho. Esta el cambio climático global, efectivamente hay un sobre efecto invernadero, pero ese no es nuestro problema serio sino el cambio global de la tierra, del suelo. El cambio que está afectando el lugar, eso es una parte, el cambio global de las aguas. En un país donde más del 80% de los bosques nativos se han destruido, ese es el problema. Tenemos mucha menor resistencia para el cambio climático. Se rompen las cuencas hídricas, la fábrica de suelo. Al suelo lo fabrica el ambiente nativo, no los cultivos de soja. Y el suelo no es solo que destroce al bosque nativo, también está destrozando a un campesinado que durante muchos años vivió con el bosque nativo. Hoy la soja desplaza al bosque nativo y también al campesino. Entonces, este cambio global de la tierra no es solo un cambio ambiental, sino también social. Tenemos el cambio global de la tierra, el cambio global del agua, pero también el cambio global de los modelos de consumo. Cuando vos tenés un yanqui en la quinta avenida consumiendo 400 mil kilocalorías por persona y por día (desde alimentos hasta transporte), y un miembro de la comunidad guaraní en la selva consumiendo 3000 kilocalorías por habitante y por día, eso es parte del problema. Y es tan importante como lo otro. Pero es más fácil dedicarse a ver lo que le pasa al cielo que darse cuenta de lo que está pasando en el suelo. Eso puede llegar a ser trágico. Es más fácil verlo a Al Gore con su corbata, (que me saca) explicándote a vos, ser del tercer mundo, para que te des cuenta de lo terrible del cambio climático, cuando ese mismo personaje es quien está promoviendo los cultivos que permitan obtener biodiesel, por ejemplo.

No hay registros de los gobiernos, no existen estadísticas confiables. Pero, ¿qué sucede en el caso de las Universidades?

Si hay analfabetismo social en investigadores y parte de la dirigencia, muchas veces las prioridades no son sociales sino universitarias. Algo trágico en un país es no tener estadísticas de mobi-mortalidad, es decir, enfermedades y muerte. Hay una complicidad que no es casual entre la ausencia de sistemas de registro y las empresas, los productos, la irresponsabilidad, la falta de poder de policía que terminan alimentando la mobi-mortalidad. Practicar minería en superficie o aplicar plaguicidas a cultivos de soja es un gran negocio en Argentina porque difícilmente llegue a la justicia. Al no haber estudios de base, muchas veces no podes demostrar que esté enfermo o esta mortalidad es atribuible a esta causa. Entonces, si no hay registros, debió ser una bandera de la universidad pelearlo. Por eso, se está promoviendo la epidemiología popular: los vecinos, casa por casa, van, ven, marcan, llevan un plano o mapa, van viendo lo que pasa y que puede provocarlo. En Bouwer lo estamos haciendo en conjunto entre las Universidades de Córdoba y Londres. Entonces, ante el analfabetismo de muchos investigadores y falta de políticas universitarias para cambiar eso (ni hablar del Estado), se hará epidemiología popular hasta que Argentina sea un poco más seria y cada vez que tengas un problema de salud, puedas ir a un registro hecho que escanee lo que está pasando. La salud no está siendo registrada. Tampoco la enfermedad y la muerte. Y eso es patético.

Ese analfabetismo es imperdonable en personas que hay pasado por una Universidad. En realidad, no es analfabetismo, prefieren no ver.

Yo creo que hay analfabetismos que se llevan con un dudoso orgullo. Creo que quienes están en la Universidad saben perfectamente lo que está pasando a su alrededor. ¡Qué corazón puede tener esa persona y le puede afectar un chico bañado en glifosato o buscando en la basura de un vaciadero! Pero, cuando esa persona no le da entidades de conocimiento a eso que esta viendo sino solamente la de anécdota, y solo se la da a su pequeña tribu dedicada a una célula o a estar con un grupo, es como que con ese analfabetismo vivís bien. No te molesta y casi que es mejor.

La ignorancia es pensar que no va a pasarle nada a ellos, o a sus hijos y nietos.

Si, no te olvides que también hay fenómenos sociales muy extraños. Cuando te ha tocado trabajar con comunidades cazadoras y recolectoras en la selva como me ha pasado, aprendes muchísimo. Y en nuestras sociedades híper consumistas se ha generado un egoísmo generacional. Ya no se piensa tanto en lo que pasara con las próximas generaciones. El argumento es “¡que se las arreglen!, trata de vivir vos tu propia generación”. Eso es duro, pero lo vemos todo el tiempo.

Sin embargo pareces optimista.

Totalmente. Técnicamente, vos tenés por ejemplo una función exponencial: 2, 4, 8,16 que es lo que está pasando en la mayor parte de las cosas. Todo crece de una forma impresionante. Entonces, ¿cuál es el sentido de pelear? ¿Cambiar eso que sube permanentemente para que no suba prácticamente nada? No, es imposible. Lo que haces es reducir un poquito la pendiente del crecimiento de las cosas porque lo peor que le pasa a esta sociedad es creer que hay que crecer para poder vivir en forma sustentable. La clave es desarrollarse y distribuir bien. Acá se prefiere crecimiento sin distribución. El sentido de pelear no es cambiar una curva que se va para el cielo y transformarla en una que se va para el suelo. Es absurdo. Es simplemente reducirla un poquito. Un pedacito de curva que reduzcas es una cantidad de sufrimiento impresionante que se ahorra. Lo otro es que, lo peor que podes hacer es tratar de pelear con algo que esta fuera de tu escala. Tenés que tener eso como objetivo a largo plazo. Porque si no, a veces también es una lucha cómoda.

Pese a que el tiempo de la entrevista acaba, Montenegro se esfuerza en dejar claro aquello, tal vez recordando esas primeras observaciones, aquel primer aprendizaje, siendo aún estudiante secundario viendo trabajar a las hormigas:

“Hablo de ver la lucha júnior, la chiquitita. Cada lucha chiquita que ganes te da fuerzas para la otra lucha chiquita que vas a tener. Cuando tener muchas luchas chiquitas ganadas, estas en condiciones de afrontar la grande. Yo no peleo contra el FMI, ni contra Monsanto. Sí contra el SENASA que les autoriza los productos, sí contra un Ministro de Ciencia como Lino Barañao que me da vergüenza, alguien que autorizó los cultivos transgénicos. ¿Cómo vamos a tener de Ministro de Ciencia a alguien absolutamente parcial? Eso también es un objetivo de lucha. Empezar a pelear por lo que se puede cambiar. Paso a paso ir consiguiendo pequeños triunfos. La otra vez estuvimos reunidos todos los vecinos de Bouwer con la rectora y era espectacular. Le pregunto a Isabel Pires, ¿cómo te sentís? Me responde: “Estoy flotando, porque estuvimos con la rectora”. Imaginate, un barrio recibido por la rectora que dice: “vamos a hacer los estudios gratis para evaluar el impacto ambiental”. Esa mujer tenía una imagen emblemática de la Universidad. A mí me dio mucha felicidad. Pero ellos también saben que esa misma Universidad no hizo antes lo que tenía que hacer. Entonces, yo me quedo con la imagen de Isabel. Y lo que estamos haciendo con el debate de La Alumbrera es para que la sociedad no pierda de referencia a la Universidad. El día que la Universidad se transforme en socia de las principales empresas, de los principales intereses, la que habrá perdido verdaderamente será la más marginada y pobre de la sociedad. Todos los otros tienen alternativas pero, ¿quién va a hacerles un estudio a aquellos que están viviendo una situación de marginalidad total? ¿La Universidad, que está más interesada en que le cambien equipos con fondos que vienen de La Alumbrera?”