Combate de Sángrar (26-6-1881)
por Ernesto Linares Mascaro; Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Este domingo 26, se cumplieron 130 años del combate de Sángrar, un combate controversial porque tanto peruanos como chilenos se adjudican la victoria.
Este combate también es llamado el primer triunfo peruano en la resistencia, pero esto no es cierto, porque antes se había realizado el combate de San Jerónimo, el 10 de abril de 1881, en donde las fuerzas peruanas, al mando del Prefecto de Lima José Agustín Bedoya, vencieron a las fuerzas chilenas de José Miguel Alcérreca.
La expedición Letelier y sus excesos
Los chilenos enviaron una expedición al mando el teniente coronel Ambrosio Letelier, tristemente recordada por sus extorsiones, cupos y robos, al centro del Perú en abril de 1881.
Sobre las expoliaciones realizadas por la expedición Letelier hay no sólo testimonios de peruanos, sino también de extranjeros. Uno que he encontrado es el del Ministro Plenipotenciario británico en Perú, Spencer St. John, que le escribió en oficio al Conde Granville, Secretario de Relaciones Exteriores de Reino Unido, lo siguiente:
“La expedición a Cerro de Pasco, a la que yo más me refiero, fue la peor. Fue comandada por el coronel Letelier y por oficiales aparentemente, escogidos por su rapacidad. En Cerro de Pasco arrestaron a un italiano llamado Chiesa, al que condenaron a muerte por un falso pretexto, y luego permitieron que los extranjeros residentes rescataran a su amigo. Nuestro Agente Consular, Sr. Steele, prestó casi £ 1,000 para salvar a este italiano, quien subsecuentemente llegó a Lima e hizo una denuncia ante el Ministro italiano, falleciendo parcialmente, por una enfermedad que él sufría.
El local de nuestro Agente Consular fue destruido por los chilenos y sus muebles y caballos fueron robados. El almirante Lynch ha prometido una reparación tan pronto como el juicio al coronel Letelier termine, el cual se arrastra hace 6 meses. El Ministro chileno de Relaciones Exteriores no estaba bien informado del caso de Chiesa cuando él conversó con el Sr. Pakenham, pero él recibió información completa de la conducta de los oficiales chilenos. Anexo dos documentos recibidos de la Legación italiana.
Un destacamento de la misma expedición cuando fue a Tarma, trató a los extranjeros sin respeto alguno, como lo demuestra la carta de Amoretti que le escribió al almirante Lynch, la cual la anexo traducida…
… La información contenida en las cartas escritas por peruanos del interior, en la época que ocurrió la expedición Letelier, parecen ser exageradas, tanto que yo debería dudar en creerlas, pero son confirmadas por los testimonios recibidos por las diversas Legaciones y apoyadas por el Agente Consular Steel de Cerro de Pasco. Las aldeas indígenas al norte del pueblo minero fueron saqueadas y parcialmente quemadas, las iglesias fueron sistemáticamente robadas y un oficial francés al servicio de Chile, llamado Bouquet, se distinguió por su extrema ferocidad y codicia. En una aldea, a los indios se les permitió rescatar los vasos sagrados de su Iglesia mediante un cupo, pero en la noche, el mayor Bouquet otra vez los capturó y se las llevó. Se calcula que las propiedades saqueadas por estos oficiales ascienden alrededor de £ 120 mil y ellos se jactaban, en su retorno a Lima, de la cantidad de indios que mataron. El proceso contra el coronel Letelier ha llegado a las 600 hojas escritas. Yo he sido confidencialmente informado, que el gobierno chileno ha telegrafiado al almirante Lynch para apurar el juicio a Letelier, porque ellos han recibido quejas de casi todos los gobiernos por la conducta de esa expedición.
El actual Comandante en Jefe, almirante Lynch, aunque no podía llevar a todos los culpables a juicio, se las ingenió para separar a los peores del ejército. Es justo decir el almirante ha hecho un gran esfuerzo en restaurar la disciplina en el ejército y parece muy ansioso en prevenir los abusos…” (1).
Hay un Memorándum respecto a la expedición Letelier de la Legación italiana en Lima, en donde se resumen los reclamos de E. Chiesa y Antonio Amoretti y dan una pequeña muestra de la magnitud de los robos de la expedición en Cerro de Pasco y Tarma, respectivamente:
E. Chiesa fue forzado a pagar en plata, joyas, etc., S/. 31,022; en ordenes al portador, S/. 9,950; varios extranjeros que intervinieron en su favor, pagaron S/. 13,260. Total de S/. 54,232
Valor de los caballos, mulas, etc., robado a Amoretti, S/. 400; cupo de guerra del Sr. Cecchi, S/. 670; robos en la tienda de T. Monteverde, S/. 9,794; destrucción en la tienda de E. Nasi, bienes vendidos mientras él era enviado a prisión en Cerro de Pasco, S/. 13,964; bienes vendidos de la tienda de E. Gazzaniza en su ausencia, S/. 12,892. Total de S/. 37,722 (2).
El diplomático chileno Alejandro Soto escribió que el gobierno chileno indemnizó a los hijos de Manuel Chiesa (3).
Antecedentes al combate
Cuando el contraalmirante Patricio Lynch se hizo cargo de las fuerzas chilenas de ocupación el 17 de mayo de 1881, ordenó el regreso de la expedición a Lima. Letelier, quien estaba en Cerro de Pasco, se negó a obedecer, excusando que tenía que cobrar los cupos impuestos a los pueblos peruanos y que debía reconcentrar sus fuerzas, diseminadas desde Cerro de Pasco a Huancayo.
Cuando por fin Letelier decidió cumplir su orden, envió un destacamento que salió de Casapalca con la finalidad de asegurar la ruta desde Cerro de Pasco a Lima por la ruta de Cuevas. Estas fuerzas eran 79 soldados y 3 oficiales al mando del capitán José Luis Araneda, en total, 83 hombres. Estas fuerzas ocuparon la localidad de Cuevas y luego la hacienda Sángrar, que pertenecía a Norberto Vento. Según Vicuña Mackenna, Cuevas: “… no pasa de ser un injenio de minas, dos miserables ranchos por albergue, yace más o menos equidistante de Canta i de Chicla, i es por consiguiente una importante posición estratéjica” (4).
En el Diccionario Geográfico Estadístico del Perú de 1877, no sale Cuevas, pero si Sángrar, pero como una hacienda ubicada en el departamento de Junín (5) y no en Lima, que era donde estaba realmente.
Las fuerzas peruanas estaban al mando del coronel Manuel de la Encarnación Vento (hijo de Norberto Vento) y probablemente, habían muchos hombres que habían participado en la campaña de Lima agrupados en el batallón Canta N.o 1.
En la campaña de Lima estaba el batallón Canta N.o 63, al mando del teniente coronel Felipe Santiago Crespo y formado básicamente, por reclutas de Canta. Este batallón formó parte de la 1.a División del Ejército del Centro, en la batalla de San Juan estuvo en el IV Cuerpo del Ejército al mando del coronel Andrés A. Cáceres y en la batalla de Miraflores estuvo en el I Cuerpo, nuevamente bajo el mando de Cáceres. En la batalla de San Juan tenía un efectivo de de no más de 400 hombres (6) y en Miraflores tenía 250 hombres (7), todos armados con fusiles Peabody-Martini, que era el que usaba el ejército de línea. Pero según el general Pedro Silva, días antes de la batalla de San Juan, llegaron procedentes de Canta, 800 ciudadanos voluntarios conducidos por el coronel temporal Norberto Vento, con los cuales se formó un batallón de 600 plazas, que se armaron, sólo en parte, de viejos rifles Minié (8); mientras los restantes 200, formaron una columna, también sólo una parte armada de Minié, que apoyó a la Guardia Civil del coronel Ambrosio Negrón en la línea de San Juan, entre los cerros Papa y San Francisco (9).
El objetivo de Vento era desalojar a los chilenos que ocupaban la hacienda Sángrar, tal como lo cuenta el parte oficial del subprefecto Emilio Fuentes.
El Combate
Este combate duró desde la tarde del 26 hasta las primeras horas del 27 de junio de 1881, coincidentemente entre domingo y lunes, como cae ahora esas fechas.
Las diferencias entre las versiones peruanas y chilenas no están sólo en el combate, sino en el nombre. Al principio, los chilenos lo llamaban Combate en Cuevas, pero a comienzos del siglo XX, le decían Combate de Sangra, aunque su verdadero nombre es Combate de Sángrar, que es el nombre correcto de la localidad.
La versión chilena tiene su origen en el parte oficial del capitán Araneda, que no sabemos cuando fue publicado la primera vez, pero está en el Tomo V de la Recopilación de Ahumada de 1888. El parte, fechado el 27 de junio, dice lo siguiente:
“… No presentando las casas de Cuevas ni siquiera medianas comodidades para el alojamiento de mi tropa en un clima tan crudo y contando con instrucciones superiores, trasladé el grueso de las fuerzas a la hacienda de Sangra, distante de Cuevas seis a ocho cuadras, y dejé en este último punto un destacamento de 15 hombres al mando de un sargento.
Por varios individuos naturales de estos lugares y principalmente por un señor Diputado por Canta, que marchaba a Lima y cuyo nombre no recuerdo en este momento, supe que en aquel pueblo había unos 700 enemigos, de ellos 400 bien armados. Esta noticia hizo redoblar las precauciones tomadas anteriormente, considerando casi seguro un ataque por ese lado.
La carencia de víveres me había obligado a mandar una comisión en busca de animales vacunos dentro de la mencionada hacienda y a corta distancia, de modo que sólo quedaron conmigo 52 hombres.
A la 1 P.M. del 26, los centinelas apostados en las alturas me dieron parte de la aproximación del enemigo; inmediatamente inspeccioné el campo y me convencí de que pronto sería atacado por unos 700 hombres, que trataban de envolverme por todos lados.
En el acto dicté las órdenes que creí convenientes para resistir a todo trance: coloqué al subteniente señor Guzmán en unos corrales que podían servir de trincheras, y yo, con el resto de las fuerzas, me dispuse a defenderme alrededor de las casas. Aún no había concluido de tomar estas posiciones, cuando abrieron un nutrido fuego numerosas guerrillas que descendían de las lomas que rodean este punto.
Trabada la refriega, mantuve el fuego por más de una hora en esta situación, haciendo numerosas bajas al enemigo que, sin embargo, continuaba avanzando, convencido de que podría aplastarme con su inmensa superioridad numérica. Por mi parte, las pérdidas no eran menores, tanto, que momentos después sólo podía disponer de 12 hombres; con ellos y mis oficiales me replegué dentro del cuartel, resuelto a defender su entrada a toda costa.
La distribución de las fuerzas enemigas no permitió que el destacamento de Cuevas pudiera reunírseme, y aunque se batió con denuedo, fue rechazado.
Mientras tanto, el subteniente Guzmán, abrumado por en número y no contando ya con más de 10 hombres, se vio obligado a parapetarse en la iglesia de la hacienda, para continuar allí una resistencia desesperada.
Pocos momentos bastaron para que el enemigo rodease ambos edificios, por cuyas entradas nos hacía un nutridísimo fuego, que se prolongó hasta las 4 P.M., hora en que el coronel que mandaba las fuerzas enemigas ordenó cesar el ataque con el objeto de proponerme una rendición que procuraba conseguir con súplicas, amenazas o garantías para nuestras personas. Por toda respuesta, hice repetir varias veces el toque de calacuerda.
A esta hora sólo contaba con siete hombres, y el subteniente Guzmán veía también disminuir sus fuerzas sin que le fuera posible unirse a mí.
Diez minutos después, el asalto se renovó con mayor furia; a influjo de los dicterios con que jefes y oficiales animaban a su tropa, se agolpaban en puertas y ventanas gruesos pelotones de enemigos, que eran rechazados con numerosas pérdidas, sin cesar por esto de sostener un contínuo fuego de fusilería.
Vista la inutilidad de sus esfuerzos y no atreviéndose a penetrar en las casas, pretendieron rendirnos por el incendio, y al efecto pusieron fuego a la iglesia y a los ranchos de paja que rodeaban la casa que me servía de cuartel.
El subteniente Guzmán se vio obligado a salir a la bayoneta, batiéndose en retirada, mientras el enemigo ponía en juego todos los medios imaginables para concluir con los pocos hombres que me quedaban; las balas, el humo, la sed, el cansancio y la falta de sueño y alimento no eran bastantes, sin embargo, para rendir a siete hombres que combatían denodadamente en medio de las llamas contra un enemigo infinitamente superior en número.
Con todo, los enemigos persistían en su intento; aplicaron paja encendida en puertas y ventanas, consiguiendo quemar dos de ellas; trabajaron por abrir forados a barreta en las paredes del edificio, derribaron algunos pilares, y aún subieron al techo para sacar las planchas de calamina e incendiar con ayuda de materias inflamables. Todos sus esfuerzos fueron estériles, y a las 2 P.M. empezaron a retirarse sin apagar sus fuegos.
Desde este momento sólo se sentían algunos disparos sobre la casa desde las lomas vecinas, y al amanecer pude observar que no había sino pequeñas partidas sobre las cumbres vecinas.
No puedo precisar a V.S. el número de bajas del enemigo, por haber llevado consigo éste durante la noche la mayor parte de sus heridos y muertos; pero, según los informes de mis oficiales y tropa, creo que no bajarían de 100, entre ellos varios oficiales. Dejaron también en nuestro poder algunos rifles y víveres.
Por mi parte, tengo el sentimiento de comunicar a V.S. que mi tropa ha sufrido 45 bajas: 17 muertos, 17 heridos, tres contusos y ocho cuya suerte se ignora hasta hoy” (10).
Como leemos, Araneda no clama ningún triunfo y mas bien dice, que los peruanos se retiraron haciendo fuego. No conocemos otra versión chilena de alguno de los combatientes sobrevivientes.
En el periódico La Situación, publicado en Lima por chilenos y que su principal fuente de ingresos era la suscripción del ejército chileno, en su editorial del 30 de junio de 1881, bajo el título de combate en Cuevas, dice lo siguiente:
“Desde anteayer circulan en esta capital diversos rumores i versiones sobre un encuentro que habría tenido lugar en el interior, entre un pequeño destacamento de nuestras fuerzas i una crecida partida de montoneros.
Por no causar alarmas infundadas entre los nuestros, ni producir en el enemigo, contentos que ellos no saben disimular, habíamos guardado cuidadosamente silencio hasta que no tuviéramos noticias del verdadero resultado, cuyas proporciones se han exajerado en un principio, pues se decía que ese destacamento había sido completamente desecho… ” (11).
El editorial continúa elogiando la resistencia de Araneda y sus subordinados, pero no se refiere a ningún triunfo chileno. A continuación de este editorial, se publicó un artículo llamado “Detalles del combate en Cuevas”, que debe ser la versión oficial del Ejército de Chile y dice lo siguiente:
“Ayer a las tres i media de la tarde llegaron de Chicla a la estación del Puente de Balta, diez i siete soldados del “Buín”, heridos en el combate de la hacienda de Cuevas. Las heridas en su mayor parte son más dolorosas que graves.
Varios tienen dos y tres balazos, y a uno habrá que amputarle una pierna. Otro soldado, a más de dos balazos que tiene en el cuerpo, viene con una oreja menos, que le arrancó un cholo con cuchillo, cuando, herido y aturdido a golpes, lo creyó bien muerto para acercársele a mutilarlo tan brutalmente.
Los heridos fueron recibidos por sus compañeros y soldados de otros cuerpos en la estación, y de ahí trasladados al hospital del Dos de Mayo.
Todos habían recibido la primera curación en Casapalca, donde encontraron al cirujano señor Sierralta, que acompaña al destacamento de Cazadores apostados en ese punto…”
Después de narrar el combate, da una interesante versión sobre el final de este, pues la fuente eran soldados que escaparon del lugar antes que el capitán Araneda, que tampoco saben como hizo para retirarse:
“Era pensar en lo imposible pretender acercarse a la casa del capitán Araneda. Estaba rodeada y era urgente tomar un partido, pues en la posición en que estaban, recibían el fuego del enemigo por todos lados.
Volviendo caras, tenían el frente despejado.
Comenzaron a batirse en retirada hacia el lado sin enemigos. La marcha era lenta, pues, como decimos, iban casi todos heridos.
Muy afortunadamente apareció entonces el sargento Blanco con su piquete. Avanzó hacia los que perseguían a los nuestros y los contuvo hasta que éstos cobraron aliento y ganaron alguna distancia.
En el caballo de un arriero de los nuestros que llegaba de Casapalca, montó el subteniente Guzmán y fue a buscar refuerzo a ese punto.
Serían las cinco i media de la tarde.
En la casa de piedra, cuentan algunos soldados, no hacían fuego en ese momento; ignoran qué pasó - por lo que creyeron que todo había concluido en ese punto.
Pero poco a poco, después sintieron que los sitiados se defendían desesperadamente.
A las doce llegaron a Casapalca. Ya había salido en auxilio de Araneda una compañía del 3º y otra del San Fernando.
Nadie creyó volver a ver al bravo capitán Araneda i a los no menos animados compañeros que habían quedado en la casa de piedra.
Sin embargo, todos, menos un soldado, estaban vivos, pero rendidos de fatiga.
Se habían batido hasta las dos de la mañana, hora en que los asaltantes se retiraron.
El refuerzo llegó cuando todo estaba en quietud.
Los soldados recuerdan dieziseis muertos. Ningun oficial herido.
Ignoran las bajas de los contrarios i otros pormenores…” (12).
El mismo artículo tiene una lista de heridos chilenos llegados el 29 de junio a Lima: Jerman Blanco, Juan Aravena, Bernardo Mesa, Manuel Huerta, Tránsito Diaz, Dionisio R. Lopez, Juan de Dios Contreras, José T. Jaña, Abraham Gonzales, Pioquinto Peña, Martin Carreño, Domingo Mena, Nemesio Ibarra, Pedro Cáceres, Santos Serrano, José Cruz Barahona y Marcelino Michea.
No se escribió más del combate en el periódico La Situación, a pesar que todos los días publicaba los comunicados del ejército chileno y regularmente, había crónicas sobre las expediciones y combates que afrontaba. Las versiones chilenas posteriores se basan sólo en las publicaciones que hemos reproducido y para ellos es un triunfo, el hecho que hayan podido retirarse de Sángrar o como escribió Araneda, que los peruanos se hayan retirado dejándoles el camino libre para retirarse y buscar unirse con el grueso de su ejército.
La primera versión oficial peruana, es el parte de Emilio Fuentes, subprefecto de Canta, que recientemente fue reproducido por el historiador Francisco Yábar en su obra “La Campaña de la Resistencia en los Andes 1881-1883” y originalmente fue publicado en el Diario Oficial de Ayacucho y en el periódico El Canal en Panamá; este último, con circulación en Colombia y Estados Unidos, era subsidiado por partidarios de Nicolás de Piérola.
El parte dice lo siguiente en lo más importante:
“… después del toque de ataques, descendimos instantáneamente sobre la casa hacienda, en cuyos alrededores el enemigo se encontraba perfectamente parapetado – Acosados entonces por nuestros fuegos, abandonaron sus trincheras, refugiándose en las habitaciones de la casa, por cuyas puertas disparaban sin cesar sobre nosotros, obligándonos á incendiar la techumbre que era de paja, para rendirlos.
De pronto esto no pudo lograrse, pues que saliendo de esa localidad, continuó el combate, dando por resultado, 50 muertos chilenos, 2 prisioneros y 48 rifles sistema Comblain capturados, competente cantidad de municiones de igual sistema; mas 800 carneros que antes habían tomado los invasores.
“Sangrar” se encuentra a tres leguas de Casapalca, donde existía numerosas fuerzas enemigas, que se aprestaban a socorrer al destacamento destrozado.
Nuestras bajas son 4 – El alférez Falcon, que el señor coronel Vento puso a mis órdenes como ayudante, ha agregado su nombre al de los valientes más denodados que han sucumbido en la presente contienda.
Están heridos, los oficiales Calderón, Patiño y tres soldados que son atendidos con esmero…”. (13)
Como se lee, los peruanos cumplieron su objetivo de desalojar a los chilenos de Sángrar, recuperaron 800 carneros, tomaron 2 prisioneros y 48 rifles Comblain, aunque tampoco se mencionó alguna victoria, como en el parte chileno, pero da a entender que quienes huyeron fueron los chilenos y no los peruanos.
Las primeras noticias del combate llegaron pronto a Lima, pues el 28 de junio ya se hablaba de una derrota chilena como lo expresa el editorial del periódico La Situación antes transcrito. En el periódico El Canal, se reproduce una carta fechada en Lima el 28 de junio, firmada por Hiram, el seudónimo de Ricardo Palma, que dice lo siguiente.
“Los montoneros han quemado bastante pólvora en los últimos ocho días. En Cañete han sostenido y siguen sosteniendo combates con las tropas chilenas. En Canta, una partida que está bajo las órdenes de don Norberto Vento no sólo derrotó, ocasionándole mas de ochenta bajas, a una fuerza chilena que venía de Cerro de Pasco, sino que rescató gran cantidad de ganado que traía para Lima. Nueva fuerza ha salido ayer en persecución de Vento, cuya montonera alcanza a trescientos hombres bien armados y con buenas cabalgaduras…” (14).
Ricardo Palma es el primero en decir que el efectivo de las fuerzas de Vento fue de 300 hombres.
Luis Milón Duarte escribió en sus Memorias, una versión del combate que el mismo coronel Vento le contó a Lynch y fue reproducida hace poco, en la obra de Francisco Yábar antes mencionada. Hay otra versión que proviene de la esposa de Vento, Carmen Leonor Thompson, que la escribió en su expediente pidiendo montepío y fue publicada en internet por el investigador Juan Carlos Flórez hace algunos años. Esta versión, en su parte más importante dice:
“Así pues, señor Presidente, cuando se trataba de reorganizar las fuerzas nacionales, derrotadas en las acciones de armas de Chorrillos, San Juan y Miraflores, las mismas que en número escaso se retiraban en dirección del Centro, con la esperanza bien fundada – dado su valor i grandeza de espíritu – de devolver mas allá al enemigo la ofenza de que fueramos objeto, llegaron dichas pequeñas fuerzas en dispersión a los alrededores de Canta en donde se proponían dar batalla al enemigo, sedientos como estaban de venganza ante tanto ultraje. Entonces, mi esposo se ocupó de reorganizar aquellas pequeñísimas fuerzas, con la cooperación de cuantos fueron buenos con la Patria en aquellos dias, i cuando ya tenían reorganizadas las fuerzas que número de 180 hombres constituían el batallón Canta recibió mi esposo la notificación del enemigo de abandonar aquellos lugares, so pena de arrazarlos en cuanto hicieran oposición. Tan burda amenaza, señor Presidente, hirió lo más íntimo de su alma, i reunió mi esposo al grupo de oficiales que dirijía, entre los que se hallaban los Comandantes Juan Oyague i Hernán Villavicencio, los Capitanes Carlos Zuleta i Victoriano Calderón, Tenientes Marcos Icochea i Práxedes Gitierrez i Subteniente Pedro I. Patiño, i lejos de amedrentarse resolvieron combatir al enemigo invasor, ya que la guerra que él hacía era de muerte i exterminio, i escurriéndose por la Cordillera de la Viuda fueron acercándose a la hacienda "Sangrar" de propiedad de mi esposo, el Coronel Vento, hasta lograr darle batalla el día 26 de Junio de 1881, tenaz i sangrienta, como fuera su deseo, i tras destruir al Regimiento "Buin", orgullo de su ejército, dio término a la misión que le había impuesto su patriotismo, incendiando su propia hacienda en donde se había atrincherado el enemigo. Esta acción que contra su dolor tuvo que efectuar mi referido esposo, tenía que llevarla a cabo siempre, porque se trataba de destruir al enemigo, que al no haberlo así hubiera restado mérito al patriotismo de esos hombres valerosos i prestigio a la Patria…” (15).
Hay una versión del combate publicada en el siglo XX, escrita por el señor Solís, sobreviviente del combate y luego Alcalde de Canta, que fue publicada por el coronel Lizardo Revollé y luego, un extracto por Zoila Aurora Cáceres en su obra: “La Campaña de la Breña. Memorias del Mariscal del Perú Andrés A. Cáceres”, que es la siguiente:
“Que los chilenos pelearon con valor, no cabe duda. Prisioneros solamente tuvimos dos o tres, uno de ellos - Sepúlveda- que murió.
Escaparon 15 ó 20 entre ellos uno o dos oficiales; los demás 70, (pues fué el número de rifles que tomamos) sucumbieron y muchos de ellos quemados; porque sacados a la carrera de su trinchera, se metieron dentro de las casas de paja que hubo que incendiar, en el fragor del combate, porque de ellas nos hacían fuego, como también se hizo, en todo momento, de la "Capilla", cuya techumbre era y creo que es de zinc. Pero que se sostenga que los chilenos fueron menos de 100 hombres y que los peruanos fuimos 1000 y tantos y perdimos más de 100 hombres, además de 11 oficiales, no pasa esta versión de una invención ridícula.
Los peruanos, mejor dicho, nuestra fuerza, constaba de dos compañías, o sea de 70 ó 80 hombres del batallón que Vento organizaba desde meses antes y que le había ofrecido al General Cáceres, lo conformaban dos compañías de 40 hombres más o menos, en su mayor parte canteños, los que no estábamos acuartelados (entre ellos habían varios que, como yo, fuimos contra la voluntad de Vento). La fecha del combate no puedo precisarla; pero si asegurar que fue del 20 al 25 de Junio de 1881, y lo recuerdo porque cuando de regreso llegamos a Obrajillo, allí nos recibieron con los restos de la "Chicha de San Juan". Evidentemente, tuvimos varios muertos y heridos que los trajimos hasta acá de los que solamente sobrevive uno que está en Lima.
Serían las dos de la tarde de aquel día, la hora en que habiendo pernoctado en "Ocsamachai" y sin comer nada, llegamos al lugar denominado "Colac", donde nos encontramos con un grupo de diez a doce hombres, o mejor dicho de soldados chilenos, que según se dijo por el que se tomó vivo mal herido venían "a rebuscarse" en la estancia de doña Rosa de la Torre, "Capillayoj", porque sabían que allí había plata. Ver nosotros al expresado grupo que había bajado de la cordillera de Lacshagual, camino de Sangrar, y separarnos, instintivamente, a los lados, dejando el centro completamente franco, todo fue uno. Por su mala suerte, se colocaron, sin vernos, dentro de las dos lineas. Se sintió una descarga de 40 a 50 fusiles y todos, con excepción de uno, que corrió procurando ganar la altura que habían traido, estaban en tierra muertos. Se siguió empeñandose, al fugitivo, para impedir que fuese a dar aviso de lo que pasaba a sus compañeros de Sangrar, esto es a una legua de distancia, y se le encontró encogido y malamente herido al comenzar a bajar el cerro. Sepúlveda se llamaba este que, repito, murió…
… La marcha se hizo de modo que ninguna fracción se podía perder de vista mucho tiempo y con paso corto, mesurado, para no fatigarse, pues había que partir a la carrera tan pronto como fuéramos vistos por el enemigo o estuviésemos a tiro de fusil. Después de una hora nos encontrábamos a cuatro cuadras, más o menos, del enemigo que hasta ese momento no nos había visto, pero apenas nos apercibió dejó el rancho que comenzaba a servirse, de una gran paila y corrió a coger las armas que tenían delante, formando pabellones. Rompieron, en seguida, el fuego sobre nosotros y comenzó decididamente el ataque, atrincherados ellos en la pared, de más de un metro de alto, del panteón. Media hora después, se hallaban flanqueados, por la izquierda, por los nuestros y entonces, abandonando a escape la trinchera, se metieron dentro de las casas, como he dicho antes.
Nosotros encendimos los techos de las casas, que eran de paja y siguió el fuego de fusil contra los que estaban dentro de la capilla que lo tenía de Zinc, hasta que apagado este, ya encerrado la noche, vimos que huían aquellos quince o veinte, que como he dicho antes, se nos escaparon. De notarse es que tan pronto como los chilenos abandonaron la trinchera, aturdidos por nuestros gritos y el fuego que se hacía de todas partes, nosotros tomamos los rifles y municiones de sus muertos, y ha sido con esos proyectiles con los que se hizo fuego que duró más de una hora. pues sin ellos no habíamos podido continuar el combate después de la media hora.
La noche que pernoctamos en "Ocsamachai", cayó sobre nosotros un poco de nieve la que continuaba cayendo terminado el combate. Na habíamos comido nada durante más de 24 horas y como ya teníamos tomado al enemigo 70 y tantos rifles, mayor aún caballitos de caballitos serranos y no teníamos para qué continuar recibiendo agua, conforme he dicho antes, conduciendo a nuestros muertos y heridos, volvimos a subir la cordillera y bajar hacia Canta, a donde llegamos al día siguiente. En ese mismo hecho de armas, se tomó dos banderas pequeñas: una chilena que conserva el doctor don Ignacio Bao, cuyo hijo el malogrado Hermógenes, fué uno de los combatientes, y otra peruana que sin duda cargaba el enemigo para engañarnos en ciertas ocasiones” (16).
Otro de los sobrevivientes, el coronel Luis G. Escudero, que tenía el grado de capitán durante el combate, publicó su versión en el diario La Prensa en 1912 y El Tiempo en 1920, publicando Zoila Aurora un extracto de este y en años recientes, Juan Carlos Flórez la publicó completa en internet. Según Escudero, Vento recibió el 23 de junio de 1881, a las 4 p.m., una nota de Letelier, amenazándolo con arrasar Canta sino deponía las armas y es entonces, cuando un concejo de guerra, decidió que las pocas fuerzas peruanas debían ir a observar al enemigo y batirlo de ser necesario. El combate lo narra Escudero de la siguiente manera:
“El día siguiente 24, ejecutando el acuerdo de la víspera, salimos de Canta con dos compañías del batallón de este nombre de 120 plazas cada una, comandadas, respectivamente, por los Capitanes Carlos Zuleta i Victorino Calderon, Tenientes Marcos Ycochea i Paredes Y. Gutierrez i Subteniente Pedro Y. Patiño, á las que se agregaron 60 canteños voluntarios; i el resto de la fuerza, 50 hombres, quedó en la entonces Villa de Canta para guarnecerla á ordenes del 2do. i 3er Jefe del Cuerpo Comandante Juan Oyaque i Hernan Villavicencio. Arribamos aquel día al pueblo de Culluhay i en él tuvimos conocimiento por don Gregorio Romero, vecino de Yantag, que fuerzas chilenas habían invadido la hacienda "Sangrar", propiedad de don Norberto Vento, padre del Coronel Manuel Encarnación. En el mismo Culluhay, enfermó el Capitan Zuleta i fue necesario devolverlo á Canta, para su curación, asumiendo por tal motivo el comando de su compañía, el Teniente Ycochea.
El siguiente día 25, continuando la marcha subimos por Jacaybamba i desviándonos hacia la derecha avanzamos hasta el fundo "Ocsamachay", en donde pernoctamos con el doble objeto de concertar el ataque al enemigo i de ofrecer á nuestras fuerzas un relativo descanso, pues nos hallábamos en la cordillera luchando con las inclemencias del clima i careciendo de elementos de todo genero; i como medida precautoria, enviamos una comisión investigadora compuesta de los señores Emilio Fuentes Subprefecto de Canta, Andres A. Hidalgo, Wenceslao Vento i José Bravo (hijo).
El 26, muy de mañana, salimos de este lugar i en el punto denominado "Colac", próximo á "Sangrar", encontramos con la Comisión que había logrado distinguir que á corta distancia del sitio referido, caminaba á nuestro encuentro una avanzada chilena de 19 ó 20 hombres de caballería, con la que trabamos combate momentos después al pié de la cumbre del "Lacchigual" i en el que pereció, de esa avanzada, 17 individuos, quedando un herido José Sepúlveda, que hicimos prisionero (murió después i fue enterrado en Capillayoc), escapando uno cabalgado en una bestia mular i que se dirigió á "Sangrar". Esto tenía lugar á la 1.p.m. más ó menos.
Continuando la marcha con entusiasmo i valor coronamos la cordillera i en este lugar insinuó alguien al Coronel Vento, la idea de acampar, tomando las medidas del caso, para que descansara la tropa que estaba fatigada i acosaba por el hambre i poder atacar al grueso del enemigo en la madrugada siguiente con el refuerzo de dos compañías que sin duda avanzaban con ese rumbo de Asunción de Huaura (Provincia de Huarochirí) á cargo del Sargento Mayor Dr. Telesforo L. de Ortecho, jefe del Detall i los tenientes Dionisio Pimentel i Cipriano Hurtado, que días antes partieron á Laraos á someter á los guerrilleros que en esa sección cometían algunos excesos tolerados por su Jefe Comandante Aparicio, pero tal insinuación fué rechazada, resolviéndose, en consecuencia, el ataque á "Sangrar", en la misma tarde.
Efectivamente, descendimos la montaña hasta ponernos frente al enemigo que se hallaba atrincherado ya, en el panteón i otros sitios de la nombrada hacienda "Sangrar"; se rompieron los juegos á las 5.p.m. i después de mas de dos horas de combate desesperado, se consiguió por nuestra parte, desalojar á los adversarios de sus magnificas posiciones reduciéndolos en el interior de los grandes edificios del fundo i en la capilla, desde donde nos hacían fuego nutrido i con daño evidente. En esta situación, prendimos fuego á la hacienda i conseguimos, de esta manera, reducir á cenizas al famoso regimiento Chileno "Buin". Sin embargo, entre las casas de la hacienda había una con techos de calaminas á la que no ofendió el fuego i dentro de ella se habían ocultado el Jefe Chileno don Luis Araneda, tres oficiales i cinco soldados, los mismos que favorecidos por la densa oscuridad, lograron escapar.
Los fuegos cesaron a las 12 de la noche i á pocos instantes, una ves que apareció la luna en el firmamento, emprendimos nuestra marcha de regreso á Canta, llevando dos soldados chilenos prisioneros, 47 rifles "Combler", una banderola del enemigo arrancada en el fragor del combate por el patriota don Hermógenes Bao, algunas bestias i otras tantas monturas.
De parte de nuestras fuerzas, rindieron valerosamente la vida el subteniente Juan Clímaco Falcón, los voluntarios Doroteo Molina i José M. Valdes i 38 individuos de tropa, resultando heridos el Capitan Calderón, el Subteniente Patiño i el Corneta Bernardino Ygreda…
Para concluir, incluiré la nómina de los principales actores del combate de "Sangrar" i que es la siguiente Coronel Manuel de la E. Vento, Emilio Fuentes, Juan P. Bar, Lorenzo Vento, Victorino Calderón, Marcos Icochea, Santiago Chavez, Hermogenes Bao, Wenceslao Vento, Manuel R. Alvarez, Esteban Becerra, Martín Valderrama, Andrés A. Hidalgo, Clemente Izaguirre, Cornelio Espinosa, Juan de M. Mesa, el que habla i otros más… ” (17).
En el expediente personal del soldado Martín Valderrama, también hay una versión del combate que dice lo siguiente:
“… el coronel Vento, nos encuarteló, tanto a mí como a muchos de mis paisanos, ó sea, más o menos á doscientos hombres, á fin de ir contra el enemigo, que efectivamente al mes, más o menos se presentó en la hacienda denominada "Sángras", en ese entonces, siendo la fecha el 26 de junio de 1881, á horas mas ó menos, las diez de la mañana, todo esto fue por una avanzada del enemigo, los que fueron rechazados por nuestro batallón, como así la valentía del Coronel Vento.
Así mismo debo manifestar que el avance contra el enemigo, lo hicimos á hacienda "Sangras", á horas mas ó menos dos de la tarde, siempre respetando las órdenes del Coronel Vento, pues, entramos y atacamos á los enemigos pudiendo tomar solamente dos de ellos en nuestro poder, porque el pelotón compuesto de 27 chilenos ya derrotados con su completo; en la casa de calamina; estos fueron salvados por una enorme fuerza enemiga que vino de Casapalca, en la noche; al saber que heran derrotados sus compañeros, los que en seguida tomaron rumbo a Casapalca.
Entonces no quedó nada más á mí jefe Vento, y á sus subalternos, sino regresar á nuestra provincia; es decir, respetando el comando y órdenes del coronel Vento, por ya no tener al frente ningún enemigo chileno.
Una vez terminada la batalla de Sangras, uno de nuestros compatriotas Nazario Chamorro, alcanzó a un chileno, el que se escapaba, pués, le dio alcance, y queriendo vencerlo, Nazario le mordió la oreja quedando dentro de sus dientes un pedazo; luego el chileno le dijo: cómete la oreja, pero no me mates, esto fueron palabras textuales por el chileno enemigo, y oídas por mí como, por mis compañeros de ese entonces…” (18).
El olvido del combate
Por las noticias leídas de la época, este combate no era recordado ni en Perú ni en Chile, sino hasta el siglo XX.
En Perú el olvido se debe a que el coronel Vento, jefe peruano en esa jornada, colaboró con el ejército chileno en 1883 y luego, apoyó al gobierno de Miguel Iglesias en la guerra civil contra Cáceres, entre 1884 y 1885, tras lo cual, Vento fue encarcelado por varios años. Recién en el siglo XX, hubo un intento de reivindicación, tras la publicación de versiones chilenas favorables a ellos, mediante las publicaciones de Rebollé, Escudero y Zoila Aurora Cáceres.
En Chile, recién en el siglo XX, la expedición Letelier trajo tantos problemas diplomáticos, que hubo un olvido de los acontecimientos, pero Araneda trata de hacer una reivindicación del combate en el siglo XX, obteniendo el calificativo oficial de “Héroe”.
Algo curioso es que en Chile se publicó un folleto póstumo de Vicuña Mackenna en 1905 (él falleció en 1886) sobre el combate, en cuyos anexos se reproduce la correspondencia entre Araneda y el hijo de Vento, demostrando que hubo una buena relación entre ambos jefes, sin determinar cuándo empezó ésta. Las cartas las pueden leer en:
Notas
(1) Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú. Public Record Office. Further correspondence respecting the conduct of war against Peru by Chile 1882, pp. 7-8. Oficio de St. John al Conde Granville del 21 de enero de 1882, recibido el 28 de febrero.
(2) Ídem, pp. 10-11.
(3) Alejandro Soto Cárdenas. 1950. Guerra del Pacífico. Los Tribunales Arbitrales, p. 16.
(4) Benjamín Vicuña Mackenna. 1905. Sangra, p. 6.
(5) Mariano Felipe Paz Soldán. 1877. Diccionario Geográfico Estadístico del Perú, p. 867.
(6) Jorge Ortiz Sotelo. Apuntes sobre la batalla de Miraflores (15 de enero de 1881), p. 72. Parte oficial del general Pedro Silva.
(7) Ídem, p. 99.
(8) Ídem, p. 74.
(9) Ídem, p. 83-84.
(10) http://gdp1879.blogspot.com/2011/06/parte-de-araneda-sobre-sangrar.html#more
(11) Periódico La Situación, 30 de junio de 1881.
(12) Ibídem.
(13) Periódico El Canal, 17 de agosto de 1881.
(14) Ídem, 13 de julio de 1881.
(15) Sociedad de Estudios Históricos Coronel Arnaldo Panizo (SEHCAP). Copia del expediente personal de Carmen Leonor Thompson. También disponible en:
http://gdp1879.blogspot.com/2011/06/relato-de-esposa-de-vento.html#more
(16) Zoila Aurora Cáceres. La Campaña de la Breña. Memorias del Mariscal del Perú Andrés A. Cáceres. Tomo I, pp. 204-206.
(17) SEHCAP. Copia del expediente personal de Luis Escudero. También disponible en:
http://gdp1879.blogspot.com/2011/06/carta-de-escudero-sobre-sangrar.html#more
(18) SEHCAP. Copia del expediente personal de Martín Valderrama. También disponible en: