Descentralización en el Perú, una vieja promesa pendiente que aparece solo en las campañas políticas y luego el centralismo egoísta muestra su rostro “comprometido”
Por Guido Farfan Valdivia
Sin duda a equivocarme, como el centralismo sigue vigente; también está vigente la afluencia de provincianos (migrantes) en búsqueda de superación, formación universitaria, constituyendo hoy una matriz social con reflexión propia sobre el Perú. La experiencia social y personal del provinciano migrante sigue siendo fuente de radicalidad política y de creatividad artística e intelectual.
Debemos tener en claro que la expresión más ostensible del centralismo es la abrumadora concentración de la población de un país en su capital. En el caso del Perú, en Lima se ha reunido el 32 % de los peruanos. Esta concentración poblacional en Lima, causa asombro por comparación, puesto que en ninguna capital de Europa ni en EEUU –nuestros referentes más socorridos– ha ocurrido nada que remotamente pueda parecérsele.
Sin embargo, el fenómeno, no obstante, la cruda realidad, generaba simultáneamente otra gravísima manifestación en el resto del territorio: en lugar de que este se vea cada vez más poblado, físicamente más y mejor ocupado, y racionalmente mejor explotado, quedaba, por el contrario, cada vez más deshabitado, abandonado y deplorablemente trabajado y explotado. Todo ello, en el área andina, en la Amazonía, y en las zonas de frontera, acusando niveles dramáticos de pobreza y extrema pobreza.
El descentralismo una de las fotografías que puede mostrarse del Perú de hoy. Retratan una sociedad profunda y gravemente enferma. Patéticamente, ese retrato muestra los restos del grotesco maquillaje – de liberalismo y privatizaciones, entregas de grandes extensiones de tierras a diestra y siniestra – los que, se ha estado aplicando en los últimos años a un país enfermo.
En este enfermo se desnudan, lacerantes, las heridas de recientes y emponzoñadas políticas de gobierno:, los supuestos graves excesos en la “guerra sucia” contra el terrorismo, la corrupta y complaciente guerra contra el narcotráfico y la corrupción insertada en el corazón de la patria (El Estado). Pese a insistentes reclamos, se ha apreciando que los médicos (los traficantes de la política) no hacían absolutamente nada por tratar y curar sus males más profundos y antiguos: los estructurales, y, entre ellos, el centralismo, el más nefasto y peligroso de todos, que –como todos los agentes patógenos–, crece cuando no se le combate, y se agiganta cuando se le estimula.
Como ya se ha visto, el centralismo no es sólo concentración de la población en la capital. Sino que también es la concentración de especialistas; de instituciones y empresas; de gasto e inversión, de todos los poderes del Estado, también es Patrimonialista, porque el poder en el Estado giraba en torno a un presidente que concentraba todo el poder y cuya elección en el cargo dependía del apellido, la raza y la educación y finalmente, Elitista, ya que el poder se concentraba en pocas manos y excluía a amplios sectores del país.
En el período republicano en el que el historiador Peruano Jorge Basadre llama "La República Aristocrática" no se avanzó en absoluto en el tema de descentralización. Es más, nuestra sociedad que en ese momento era predominantemente rural (más del 70% de la población vivía fuera de los espacios urbanos) fue desatendida por los distintos gobiernos de turno. Más adelante, el estado oligárquico tuvo una crisis en el que jamás se recompuso por las siguientes razones:
· El debilitamiento del gamonalismo.
· El incremento de la participación política expresada en la ampliación del voto de la mujer (Gobierno de Manuel Odría- 1948- 1956).
· La reducción del analfabetismo.
· La transformación de una sociedad rural dando lugar a una sociedad urbana por la migración de los ciudadanos del campo a la ciudad.
El retorno a la democracia, a inicios de este siglo, abrió las puertas para la expresión de diversas opciones y demandas de reforma, tanto en lo político como en lo administrativo, lo económico y lo social. El país esperaba no solamente la recuperación de las formas y los contenidos de la democracia, sino también -y quizá principalmente- reformas sustantivas en la gestión macroeconómica que impacten positivamente en las condiciones de vida, la superación de la pobreza, el desarrollo equitativo y la igualdad de oportunidades, así como una reforma del Estado que involucre al Poder Ejecutivo, el Congreso de la República, la administración de justicia, la seguridad ciudadana y el papel de las Fuerzas Armadas.
A partir 1979, la Asamblea Constituyente aprobó la primera organización descentralizada que regirá los destinos de las regiones del Perú nombrando a nuestro país como "Un Estado Descentralizado y Unitario" dando las bases necesarias para la creación de regiones mediante el proceso de regionalización. Nuestro país a partir de esa constitución cuenta con tres niveles de Gobierno que es el Nacional o Central, el Regional y el Gobierno Local.
Lamentablemente, después de estos cinco últimos años, hemos podido constatar la frustración de las que fueron las promesas de la transición democrática y de las expectativas que ellas generaron. La única excepción es la descentralización, que se inició en el año 2001 y que – con todas sus limitaciones- era el único proceso de cambio sustantivo en marcha, la misma que fue frenada intempestivamente en estos dos últimos gobiernos.
Sobre la base de este somero balance, ponemos en debate una agenda cuyo objetivo es contribuir a dar un nuevo impulso a la descentralización. Esperamos de esta manera contribuir a que el partido político de turno, que gobierne el país en los próximos cinco años, definan y expongan sus propuestas respecto de los temas esenciales de la descentralización en el Perú.