La “sustentabilidad” de la minería se llama destrucción
Por Movimiento Mundial por los Bosques (WRM)
Una de las actividades de explotación de recursos naturales que genera más impactos negativos y que, al mismo tiempo, genera más ganancias, es la minería. Tal vez sea por ello que las mayores empresas mundiales del sector compiten entre sí, no solamente por las reservas minerales sino por el grado de perfección con que trabajan el imaginario popular para ser consideradas ejemplos de ‘sustentabilidad’.
Muchas empresas mineras actúan en áreas de bosques tropicales. En la propaganda de las empresas ‘sustentables’ puede encontrarse un elemento que impresiona al público: en las áreas donde explotan minerales en el subsuelo y, por lo tanto, precisan destruir el bosque, hay empresas que replantan toda el área, no con eucaliptos, sino con árboles nativos de diversas especies, buscando convencer a la población de que están recuperando la naturaleza en su totalidad, o sea, que no hay impacto negativo de su actividad ‘sustentable’. ¿Es eso lo que sucede realmente?
En primer lugar, sería muy interesante saber de las propias comunidades vecinas si están de acuerdo en que, al plantar árboles nativos, es posible reproducir el bosque que estaba presente en el lugar donde luego se extrayeron los minerales. Ciertamente, es imposible recuperar la riqueza de la biodiversidad, de los recursos hídricos, de los múltiples valores, incluso espirituales, de aquel bosque, fruto de un proceso que llevó miles de años. Tampoco es posible curar el trauma que las comunidades vecinas vivieron con la destrucción, la contaminación, los empleos peligrosos y mal remunerados y la violación de derechos que caracteriza a la gran mayoría de estos emprendimientos que se instalan en una región de ecosistemas conservados. En este sentido, se están construyendo y fortaleciendo redes de resistencia locales, nacionales e internacionales para oponerse a estos emprendimientos.
En segundo lugar, los impactos negativos de la minería sobre el medio ambiente y las comunidades locales no se restringen al proceso de extracción, sino que continúan y se profundizan a través de las rutas, hidrovías y ferrovías necesarias para el transporte de los minerales, a través de las grandes usinas donde se procesan los diversos minerales, como las siderurgias y usinas nucleares, y, finalmente, en los productos finales que, a su vez, son fuentes de contaminación que incluso contribuyen al calentamiento global, como automóviles, camiones, aviones, sin hablar de la basura generada a lo largo y al final del proceso.
En tercer lugar, el sector se caracteriza por una desigualdad social enorme en términos de distribución de riquezas y beneficios. Los países y regiones del África, América Latina y Asia que son los principales productores de minerales, son en su mayoría regiones y países con las poblaciones que más sufren de todo tipo de violaciones, en especial las mujeres. Mientras tanto, el sector es dominado por empresas transnacionales de los países del Norte y los productos finales también retornan a esos lugares, como Estados Unidos, Europa y Japón, cuya población consume en promedio 16 toneladas –¡algunos países hasta 40!- de recursos naturales per cápita, incluidos minerales, mientras que la población de la India, por ejemplo, consume, en promedio, 4 toneladas per cápita. (1)
En cuarto lugar, es interesante notar que en el debate y en la construcción de alternativas dentro de la llamada ‘economía verde’ de ‘bajo carbono’, varias alternativas ‘verdes’ de alta tecnología dependen de la explotación de minerales (ver artículo en este boletín sobre la Unión Europea), lo que afecta profundamente la credibilidad y, obviamente, la sustentabilidad de esas supuestas alternativas.
Hay prácticamente dos verdaderas alternativas que precisan ser trabajadas con el máximo de urgencia: medidas para reducir drásticamente la explotación de minerales y para reducir el consumo, principalmente en los países industrializados, y la búsqueda del aumento de la eficiencia en el uso de los minerales. Un nuevo informe de la UNEP también apunta en esa dirección (ver artículo en este boletín).
Finalmente, replantar árboles nativos es una actividad loable, pero no cuando está vinculada a una deforestación intencional y destructiva. Resulta evidente que es absolutamente necesario y urgente realizar cambios estructurales en el modelo actual de producción y consumo insustentable de los países industrializados y que ha sido copiado por países emergentes como China, Brasil e India.
(1) http://www.unep.org/resourcepanel/Publications/Decoupling/tabid/56048/Defaul