La historia no puede ser mutilada ocurrió un 9 de julio de 1932
Mayor Gral FAP ORDOÑEZ VELASQUEZ
En estos tiempos difíciles y ante el continuo maltrato del gobierno aprista a militares y policías, es bueno que recordemos uno de los episodios menos conocidos por las nuevas generaciones, la cual tiene que ver con un hecho de sangre causado por los disciplinarios del apra (léase búfalos) cuyo aniversario se cumplió el 09 de julio 2010.
Es justo entonces, que todos los que no somos apristas podamos acceder a esta semblanza, basada en las crónicas de la época plasmadas en el Diario El Comercio, decano del periodismo nacional y la historia documentada por Rubén Vargas Ugarte y su sucesora Margarita Guerra, así como la Enciclopedia Histórica y Biográfica de Milla Batres, entre otras.
Y es que los años transcurridos, los cambios de política en los altos mandos, la falta de enseñanza de la historia militar policial y el olvido voluntario de la prensa nacional, hicieron que este hecho de sangre con todos los visos de asesinato a mansalva haya sido, si no olvidado, por lo menos dejado de lado.
Me refiero a la página de oprobio escrita por el aprismo salvaje en la masacre del Cuartel O’Donovan en Trujillo entre el siete y el diez de julio de 1932. Por eso, en memoria de aquellos soldados y policías que fueron cobardemente masacrados por las hordas bufalescas del aprismo de Haya de la Torre, recordemos brevemente ese episodio de nuestra historia:
Antecedentes.-
Augusto B. Leguía, quien en 1919 derrocó el gobierno del presidente Pardo imponiendo un gobierno dictatorial y entreguista conocido como “el oncenio”, fue a su vez depuesto por el Comandante Sánchez Cerro, el 25 de agosto de 1930 asumiendo éste, el gobierno de facto creyendo interpretar el sentir del pueblo. Sin embargo, al ver que no contaba con el apoyo de los altos mandos militares, decidió renunciar al mando a inicios de marzo de 1931 para que se realicen elecciones. En diez días se sucedieron cuatro presidentes interinos: Francisco Mariano Olguín, Ricardo L. Elías, Gustavo A. Jiménez y David Samanez Ocampo, hasta que este último, al mando una junta nacional de gobierno convocó a elecciones para presidente de la república y para un congreso constituyente que diera una nueva constitución. Además, dio un conjunto de otras disposiciones para hacer frente a la crisis económica - social que se vivía. En cuanto a las elecciones, la junta cumplió con dar las más amplias garantías y libertad electoral. Se presentaron como candidatos, el comandante Sánchez Cerro lanzado por su partido Unión Revolucionaria contando con la colaboración de miembros del partido civil; Víctor Raúl Haya de la Torre por el partido APRISTA y los doctores Arturo Osores y José María de la Jara y Ureta. La lucha electoral se concentró entre los dos primeros candidatos y fue muy enconada. La junta nacional de gobierno actuó con entera imparcialidad. Realizadas las elecciones y habiendo obtenido más del 50% de los votos, el Jurado nacional de elecciones proclamó presidente electo a Sánchez Cerro y a los representantes ganadores de la elección al congreso. El ocho de diciembre se instalo el congreso constituyente y ese mismo día el comandante Sánchez Cerro juró el cargo del Presidente Constitucional de la República.
A pesar que las elecciones fueron llevadas a cabo bajo la administración del insigne político Samanez Ocampo, los apristas bajo el mando de Haya de la Torre no aceptaban su derrota en las urnas y llamaron a la insurrección. Los otros candidatos en cambio reconocieron la victoria de Sánchez Cerro.
En marzo de 1932, Haya de la Torre fue detenido por el delito de incitación a la acción revolucionaria y después de un juicio sumario fue encerrado en el Panóptico. A partir de entonces se sucedieron movimientos en contra del gobierno, todos empujados por las hordas apristas.
La revuelta aprista.- Es así que el 7 de julio de 1932 a las dos de la madrugada, un grupo de cañeros de la hacienda Laredo y estudiantes del Colegio San Juan asaltaron el cuartel O’ Donovan de Trujillo. Al frente de las masas estuvo Manuel “Búfalo” Barreto. La pelea duró más de tres horas, causando numerosas bajas por ambos lados. Uno de los primeros en caer fue el “Búfalo” Barreto, pero los insurrectos fueron ganando terreno tomando el Cuartel de Seguridad y el local de la Prefectura cuya jefatura fue asumida de facto por el sublevado Agustín Haya de la Torre. El gobierno envió tropas del regimiento N° 7 y el Congreso se reunió de urgencia aprobando el estado de sitio y la creación de cortes marciales. El sábado 9 desembarcaron en Salaverry las tropas que encabezaba el Coronel Miró Quesada, y con el apoyo de dos compañías llegó por tierra a Chimbote recuperando el puerto que había sido capturado.
El jefe de la región militar de Lambayeque, coronel Manuel Ruíz Bravo, se desplazó desde el norte con la mayor fuerza operativa del gobierno. El gobierno contaba con algunas unidades aéreas que ayudaron a sofocar la revuelta. Al atardecer del sábado 9 los revolucionarios ya presentían su derrota. Las tropas de Miró Quesada se fueron acercando a Trujillo.
La masacre.- A medianoche una multitud aprista enfurecida y en venganza por que veían venir su derrota se dirigió a la cárcel y sin ninguna misericordia asesinó cruelmente a los oficiales, sargentos y cabos que se hallaban presos y desarmados.
En la madrugada del domingo 10, las fuerzas de Miró Quesada y Ruíz Bravo estuvieron listas para dar el asalto final. A las diez de la noche las fuerzas del gobierno ya habían dominado la situación y al día siguiente ingresaron victoriosas a la Plaza de Armas.
Al ingresar al cuartel pudieron ver la magnitud de la masacre pues, además de los muertos en combate contra los insurrectos, pudieron percatarse que al comandante Silva Cáceda, jefe de artillería, después de muerto le extirparon el corazón y le mutilaron los dedos para sacarle la sortija; al capitán Villanueva le arrancaron los genitales. En total fueron masacrados catorce oficiales, sargentos y cabos así como veinte guardias civiles. Sus cuerpos estaban destripados, decapitados, seccionados, descuartizados, triturados, reventados... sangre y vísceras cubrían el suelo, y hasta habían saltado a parte de las paredes y el techo.
Esa fue la forma en que la insanía aprista se ensañó con las fuerzas militares realizando los más atroces actos de barbarie jamás vistos contra miembros del Ejército y la Guardia Civil. (Ver archivo adjunto "MASACRE DE TRUJILLO 1932.doc)
Desde que sucedieron esos infaustos hechos delictuosos hasta principios de los 80’s todos los años, sin faltar uno solo, se realizaban “Romerías en el cementerio principal de la capital Presbítero Maestro”, ceremonia recordatoria en la explanada del Mausoleo Héroes de la Patria y luego visitas a las tumbas de los militares y policías asesinados por los apristas. A estas ceremonias asistían los Comandantes Generales de las FF.AA y el Director Superior de la ex Guardia Civil, así como los jefes y oficiales en actividad y retiro en la capital más delegaciones de provincias"; situación que cambió según dicen, en una oscura negociación entre los gobernantes que iban de salida y la cúpula aprista de ese entonces. Es así que desde 1980 no se han vuelto a realizar estas justas romerías que eran un reconocimiento a los verdaderos mártires.
Amigos:
Este pasaje de la historia silenciada es necesario ponerla a su disposición, pues hace un tiempo atrás, el 29 de abril del presente año, el presidente García con ocasión de la inauguración de un pequeño tramo de la carretera Chilete - Cajamarca y, en medio de pobladores y un bullicioso grupúsculo de “partidarios”, hizo mención a través del canal del Estado, del recuerdo de los (mal llamados) mártires del aprismo de dicha localidad; así, García trajo a la memoria de propios y extraños estos luctuosos sucesos pero mencionando sólo lo que al apra le conviene, es decir las mentiras a que nos tiene acostumbrado este presidente que no debería volver nunca más al poder.
Así, García Pérez, el máximo líder aprista en su soberbia y menosprecio habitual hacia las instituciones tutelares, deja de lado la prudencia y pone de manifiesto el revanchismo político oculto de su gobierno, motivo que nos obliga -por ahora- prudentemente a publicar ésta SEMBLANZA que las posteriores generaciones a la suspensión de las Romerías, merecen conocer y NO el predicamento aprista cuyo líder actúa en desmedro de la efectividad, desarrollo y bienestar de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Ahora los tiempos han cambiado, pero el odio visceral de los apristas hacia los militares y policías no ha cambiado. Han modificado sus métodos pero en esencia siguen siendo más de lo mismo.
Ya no se enfrentan a las fuerzas del orden en combate, ahora las han desmantelado, desarmado y dejado en estado de indefensión.
Ya no reivindican luchas sociales, ahora subastan la patria y sus recursos.
Ya no asesinan militares, ahora tratan de denigrar su dignidad con su política anti militarista y menospreciando su labor sacrificada y heroica.
Ya no atacan los cuarteles, ahora los venden.
Yo les pregunto: ¿Vamos a permitir que esta situación continúe?
Este es un momento de redención, es hora que nuestros mártires militares y policías asesinados en Trujillo tengan nuevamente la romería que merece su memoria. De esa forma haremos ver al actual gobierno aprista que no hemos olvidado la afrenta y que estando unidos podremos exigir nuestros derechos que no son más que aquellos que la patria les debe a sus defensores.