“Poetas” mercenarios
Por Mauricio Otero
Quienes como bacantes de la poesía viven del gobierno, el que fuere, por dineros del Estado, son mercenarios. Más, en tanto en su “discurso” decláranse “revolucionarios”, incurren en una antiética de facto. Portan no un arma, porque coraje no tienen, sino una simple pluma para firmar cheques y proyectos, acaudalados. Es la moda en Chile, de inmoralidad, de la que un rebelde siempre debe estar convencido a no ceder; verdad, moral y razón. Ellos no han perdido la razón, pues utilizan la astucia para llevarse a sus bolsillos los billetes para viajar al extranjero, les entreguen becas, premios altisonantes, contantes y continuos. Parrafean con la historia, ya como “herederos de la tierra” o como encargados de “comités centrales”… O en nombre del Padre. En verdad, lo que a esos fraudulentos les interesa no es la poesía, vital, sino la “guerrilla” por la plata. De poetas auténticos, han dicho, que no valen, incluso nombran a Neruda, no les representa… ¡Vaya! Entonces, quién.
Aparecen recibiendo apoyo gubernamental de Piñera, respaldos en todo el país y fuera de éste. Suculentos “salarios”, autos nuevos, casas, tours, pasantías, etc. ¿Vidas de poetas?, no, de mercenarios. No debemos creer en ellos, nunca, sus versos mienten, falsifican, discurren en propaganda negra y de bandos en contra, infiltrados en la camada de los vates puros. Al momento de aparecer un bardo genuino, se lanzan en picada a bombardearle desde sus trincheras de papel o bien con un micrófono, microbio que les viene al dedo, con anillos de oro. Sus vestidos, sus emblemas, sólo representaciones. Como bien señaló un político –ellos se afirman en ciertos lemas- “les das millones y olvidan y se termina la revolución”. No sufren esquizofrenia, a pesar de la incongruencia de sus actos y palabras, disgregados. Sacan partido a una escena teatral, con chapas, con trajes, banderas, faldones, pero No encarnan al pueblo mapuche pobre, ni al esclavo del salario o al desempleado; ellos cuentan puestos de alta importancia, en universidades y colegios, y se ausentan por años del país, dejando a esposa e hijos en tierra. Pobres mujeres, niños sin padre. Los poetas del gobierno, ya dijimos, el que fuere, siempre llevan guita caliente, salida de la maquinita de la casa de Moneda.
En ocasiones suelen colgarse de la fama de un poeta de la década gloriosa, los 70 ú 80, empero, se trata de otra actuación, de un enmascaramiento.
Descalifican a los vivos, entre los luchadores de esas décadas, donde los mercenarios no existían, y luego autoproclaman a sus torpes letras como las fidedignas, las únicas en la palestra.
No sabemos si los gobiernos a su vez les ceden el terreno fácil, con tal de abonarles al freno de sus pueblos -con prebendas se compran haciendas-. Cuando esos poetastros dan la mano, es suave y displicente, como de señoritas a las que hayan de besarlas…