Machu Picchu, educación y política cultural

Por Javier A. Bellina de los Heros

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños.” (Marco Tulio Cicerón)


La Cultura, la Educación y la Ciencia son algunas de las hijas negadas del sistema político y económico que aún nos rige. Como padres irresponsables e hipócritas, nos llenamos la boca diciendo qué importantes son y cuánto las necesitamos. Pero en la práctica las hemos dejado sin presupuesto, se paga anteproyectos de sueldo a sus trabajadores, y quedan al garete llevadas por los vientos de los intereses oligopólicos. A nuestras Políticas Educativas y Culturales, como a tantas otras, les viene a pelo la frase de Hamlet: “Palabras, palabras, todo palabras”. Y como la Cultura es algo muy amplio, amplísimo, no podríamos en el estrecho espacio de este Blog, tratar de todos los temas que abarca, y por ello, en el contexto de las celebraciones de Machupicchu, nos centraremos en algunos aspectos que salten a la vista.


Centenario … ¿de qué?

Machupicchu cumple cien años … pero ¿de qué? La discusión se inició cuando se declaró este año 2011 como año de “Machupicchu para el Mundo”, lo que, claro está, nadie tuvo claro de qué se trataba. Se dejaron de lado aspectos más relevantes de la Cultura Peruana, como el Centenario de José María Arguedas; y de la Ciencia y Tecnología, como los cien años del submarinismo en el Perú. Ambos hubieran tenido cierto sentido para sectores importantes de la Inteligencia Nacional y para un Estado que hiciera algo más que vivir de sus rentas, en este caso las del Turismo. Para los millones de peruanos que estamos sometidos a la Televisión y lo que nos quiera mostrar, el Canal del Estado hizo un intento de celebrar el Día bastante inconsistente. Muchos creen que se trata de la construcción de Macchupicchu, y otros de su descubrimiento. Puro pantallazo e imagen destinadas a nuestro entender a intereses subalternos. Menos mal la UNESCO metió la cuchara para solicitar celebraciones limitadas que no afectaran en demasía la integridad del lugar.

El Canal del Estado hizo lo que pudo dentro de sus notables limitaciones. Consideremos que la televisión era el medio como más de 30 millones de peruanos se unían a la celebración. La televisada intervención del Señor Presidente en Funciones fue un Himno a la Obsecuencia por parte de la periodista encargada de entrevistar al actual Jefe del Estado. Queda claro que, al margen de lo bonito que podría haber sido el acontecimiento, el Presidente de la República en funciones asume estas ocasiones para su mayor gloria y la pavimentación para el 2016 de un problemático futuro político. No me vengan a contar que esas preguntas de la periodista no fueron digitadas, por favor. Por lo demás, en las mesas organizadas por el Canal del Estado destacaron nítidamente los renombrados especialistas Luis Guillermo Lumbreras, José Canziani, Mariana Mould, Rafael Varón y otros, pero ello chocó con la evidente ignorancia, inoportunidad e impertinencia de los conductores de dichas Mesas, con la excepción de Ernesto Hermoza, que por lo menos sí sabe lo que pregunta. Fue un denominador común de las intervenciones la más o menos abierta crítica a determinados aspectos de la celebración, cuya trascendencia aún no nos queda clara. Excepto por el Turismo, claro.

El Canal del Estado no estuvo a la altura del acontecimiento. Nada tenemos contra la hermosa voz y presencia de Tania Libertad, e incluso nada tenemos contra un buen y correcto espectáculo de luces y sonido que realzara el objeto de la presentación. No nos gustaron ni los escudos de plástico de los remedos de “guerreros incaicos”, ni la estructura de pretensiones poéticas y musicales algo curiosas, ni el limitado lenguaje televisivo del Canal del Estado. Resultó de pésimo gusto el empleo de una versión deformada y mutilada de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonin Dvorak, pretensiosa, supuestamente grandiosa, y bastante más acá de las posibilidades sinfónicas cusqueñas. Y fue de lesa cultura el confundir tres veces consecutivas los nombres y autores de las canciones que Tania Libertad se esforzó por interpretar, nos parece con decoro. El arreglo de la primera canción, “El Cóndor Pasa” fue atribuido a un señor Daniel Alomilla, nombre que creemos es resultado de la confusión de los hábiles redactores del Canal del Estado con la mención verbal de Daniel Alomía Robles, recopilador de la música, no autor de ella como se presentó. La segunda canción fue presentada con errores ortográficos indignos de un alumno de colegio. La autoría de la tercera canción se adjudicó a un Señor Juan Gonzalo Rosé, por evidente “eufonía” escrita del nombre del insigne poeta peruano musicalizado, con un respetabilísimo tipo de vino. Solo faltó que dijeran que el autor de la letra de la tercera canción era Juan Gonzalo Rosé Semiseco. Una nota positiva, que alguna tuvo que haber, fue la interpretación de la muy adecuada Sinfonía Incaica del músico Manuel “El Chino” Miranda, mucho más ajustada a las posibilidades sinfónicas cusqueñas.

Al final de la presentación televisada, la vista de una iglesia ponchada desde la Plaza Mayor del Cusco, fue registrada por el reportero a cargo con algo así como “y aquí tenemos la hermosa vista de … de ... de … una iglesia que nuestro camarógrafo está tomando en este preciso momento”. Precioso final.

Educación, Turismo y Plata

No debiera ser así, pero la verdad de la milanesa es que esta celebración, y la Cultura en general, le interesan a la sociedad, el estado y el mercado por una única y sola razón: Por la plata del Turismo. Hiram Bingham se llevó muchas cosas de Machu Picchu, pero por lo menos tuvo la decencia de mostrarlo al mundo. Un lunar, porque la gran mayoría simplemente se llevó las cosas, ganó plata con ellas, y no dejó nada. Y esto es lo único que podemos decir que celebramos. Hasta el mismo Bingham, en un posible arranque de reflexión, escribió que él había descubierto Machupicchu del mismo modo que Colón descubrió América.

Podríamos decir sin temor a equivocarnos demasiado que la palabra que puede definir mejor lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo con nuestro trato del pasado precolombino es SAQUEO. Históricamente, cuando los de arriba se percataron de que los huaqueros la estaban haciendo, dieron un paso adelante y convirtieron el Saqueo informal en faenones legales. Eso sí, sin abandonar los probados métodos de saqueo anteriores, aún hoy empleados artesanalmente. Y el Saqueo continúa en formas postmodernas de abuso de Machupicchu y otros centros arqueológicos, a pesar de la aún poco comprendida protesta y trabajo de personas e instituciones. Entre tanto, educamos supuestamente a nuestros niños en el aprecio de nuestro Patrimonio Natural y Cultural material e inmaterial, pero al revés de lo que nuestros textos y maestros plantean, la sociedad, el estado y el mercado pregonan una y otra vez otra cosa. Finta, por supuesto.

En este contexto, el manejo de los fondos de Yale en el Cusco, o la demagogia de pretender demandar a los suecos de Gottemburgo por tener unos Mantos Paracas que por acá hubieran sido presa segura de ratas de dos y cuatro pies, raya en el absurdo. Parece que estas artificiales e inútiles confrontaciones de última hora tienen por objeto halagar la vanidad de ciertos grupos, y forman parte de la diversidad de cortinas de humo de última hora de un Gobierno cuyas filas ralean cada vez más, y que trata de recomponer un remedo de alianza opositora que los tome en serio a partir del 28 de Julio.

Pero no nos pongamos fundamentalistas. El Turismo es una actividad económica que, adecuadamente llevada, no solamente coadyuva importantes ingresos, sino que puede ser una eficacísima palanca educativa para niños, jóvenes y adultos. Y nuestro país no vende playas ni biodiversidad, vende Cultura. Por lo menos hasta ahora. Sin embargo se dinamita la Cultura desde el principio mismo. Cuando Jaimito Bayly, por ejemplo, despotrica ignorantemente de los Incas, debía recordar que ellos, los Moches, los Huaris, los Nascas, y muchos otros hasta el Hombre de Paiján y más allá, no solamente son SUS antepasados, por más que le disguste a él, sino que también son antepasados del resto de los peruanos, aunque a él no le guste. (Paréntesis: Estoy seguro que los apus están igual o peor de disgustados de tener a Bayly de descendiente), aunque seguro eso le debe disgustar, y también a los apus).

Por otra parte, y visto desde una perspectiva puramente económica, estos indios serranos constructores de Machupicchu y de los más de 60,000 sitios arqueológicos del Perú, produjeron las inversiones más rentables de toda nuestra Historia, pues tras centenares o miles de años después, siguen proporcionando ingresos por Turismo. Y este simple hecho debería dejarnos claro que si tenemos Turistas y visitantes, y algunas esperanzas económicas centradas en este hecho, ello se debe a la Cultura Peruana, y no al revés. Vale decir, y como es en los países civilizados, la Cultura, su cuidado y preservación, es primero. El Turismo viene después, y se debe a la Cultura.

Colofón

No deberíamos taparnos los ojos frente a lo que todo esto desnuda. Si Cultura es lo que vendemos podríamos hacer un esfuerzo por preservarla, en vez de dedicarnos a Cristos artificiales. Deberíamos saber que no existe un registro de lugares arqueológicos en el Perú, por ejemplo. Que las piezas arqueológicas de Yale no se pueden exhibir porque la Casa Concha del Cusco, que debería tener lista su exposición para realzar la celebración, no la tiene, y sólo Dios y las autoridades cusqueñas de la Cultura sabrán por qué. Que no hay un registro nacional de piezas arqueológicas. Que el Museo de Machupicchu tiene muchas menos visitas que el lugar arqueológico porque las empresas de transporte que suben a Machupicchu – y que cobran la tarifa más cara del mundo por el trayecto más corto – lo pasan de largo. Que Machupicchu está en riesgo por sobreexplotación turística. Que dependemos peligrosa y oligopólicamente de un solo circuito turístico. Que es más caro desplazarse por aire desde Lima a la Reserva Nacional del Manu, que desde Lima a Brasil. Y varias perlitas más que nos reservamos para mejor ocasión. Urge establecer una Política Cultural en serio. El que tenga identidad, que la use.