El APRA popular y Ollanta Humala
Por Luis Alberto Salgado
El triunfo de Ollanta Humala el 5 de junio fue el resultado de la confluencia de varias corrientes de pensamiento y fuerzas políticas, sociales, e inclusive, culturales, en este Perú diverso, plurilingüe y multicultural. Muchos no entendieron la convergencia de varios Perú que entre la primera y la segunda vuelta iba tomando forma concreta de opción política y electoral, en todo el país, y que casi por instinto de autoconservación cerca de ocho millones de electores entendieron claramente que no era posible devolverle el control del Estado a una organización criminal que en la década de los 90 devastó al país y nos cubrió de vergüenza como nación. La mayoría entendió esto y decidió con dignidad.
Pero otros no lograron entender. Por atavismo, por temor o por prejuicio.
Y a ese encasillamiento analítico limeño y excluyente —que hacía que algunos anunciaran con desvergüenza e indignidad el regreso del fujimorismo— se le agregó la arrogancia racista y los millones de dólares de grupos de poder económico mezclados con muchísimo dinero proveniente de la corrupción de ese fujimorismo de los 90 y de la corrupción que se potenció, también, durante el gobierno de Alan García que culmina.
Por ello, la victoria de Humala sorprendió a muchos en Lima y el Callao que vivían su burbuja y su mundo de fantasías alimentado por encuestas y encuestadoras sospechosas y titulares y noticieros de una prensa promiscua y éticamente desahuciada.
Una de las fuerzas políticas, (que está allí latente pero muy distante y contraria al gobierno de AGP) que contribuyó a ese resultado de victoria fue el aprismo democrático. Un elevado número de apristas y simpatizantes respaldó la candidatura de Humala —inclusive para la primera vuelta (de allí que el “APRA” oficial sólo obtuviera 4 congresistas el 10 de abril)— que el 5 de junio y sin necesidad de directiva ni consigna votaron por la propuesta de Gana Perú. La razón es que las propuestas de política económica y social de Ollanta H., las banderas de justicia social, la defensa con dignidad de lo nacional, y la búsqueda de la integración de América Latina por un Estado democrático y popular, sin corrupción, coinciden plenamente y son banderas históricas del aprismo de Haya de la Torre. No había que dudar mucho al respecto.
Pero algo inédito ocurrió. Pues esta opción mayoritaria de militantes apristas fue muy distinta y contraria a lo que abiertamente, de distinta manera, y en distintos tonos venía sugiriendo, insinuando, o exigiendo la dirigencia limeña del APRA oficial encabezada por García. Y estos últimos fueron los grandes derrotados.
Por esa razón, nunca fue más necesario distinguir a esa APRA oficial y gubernamental muy alejada y enfrentada a los pueblos del Perú, que ningunea y ofende a quechuas, aymaras y poblaciones amazónicas (ciudadanos de segunda según discurso oficial), que legisla y gobierna contra trabajadores, campesinos, empleados y clases medias y desprotege a empresarios peruanos, del APRA popular y democrática fundada por Haya de la Torre que aún existe a lo largo y ancho del país y que, sin duda, continuará respaldando al régimen que se inicia el 28 de julio, en esa misma línea de propuestas de gobierno del candidato vencedor Ollanta Humala. Importante diferencia pues, entre una y otra APRA. Situación inédita en la historia del PAP que es necesario analizar bien y comprender mejor.
¿Qué hará el APRA oficial? Pues en el plano legislativo, no puede hacer mucho con ese número exiguo de 4 congresistas, que es la prueba incontrastable de su fracaso y evidencia de la voluntad de castigo infligido en las urnas por ese pueblo aprista a una dirigencia usurpadora. Pero esa muy exigua representación estará, no al servicio de los pueblos del Perú (como no lo han estado los que se van), sino fundamentalmente al servicio del presidente saliente quien enfrentará indefectiblemente, él y cierto número de colaboradores suyos, graves denuncias de corrupción. El ciudadano Alan García, a partir del 28 de julio tratará de utilizar a la “maquinaria aprista” (o lo que queda de ella, y a la que pueda aún influenciar) para su propia defensa y blindaje, nuevamente. Mirada fríamente la situación, esto es lo que ocurre cuando un proyecto personal logra superponerse, innoblemente, sobre los objetivos históricos de un vasto movimiento. Difícil predecir qué ocurrirá a partir de ahora.
En el balance, el Gobierno de Ollanta Humala, tiene la oportunidad, verdaderamente histórica, de re-enrumbar al Perú como país viable. En la medida en que, honrando sus compromisos, actúe con limpieza y realmente combata a la corrupción, consolidará la gobernabilidad. Su confluencia con las diferentes corrientes, fuerzas políticas y movimientos regionales será consecuencia normal. En la medida en que no sea así, el pronóstico debe ser reservado.
Lima, 12 de julio 2011