Perú: ¡Los evangelios por tierra!

Por Gustavo Espinoza  M. (*)

Cuenta la historia que el 16 de noviembre de 1532, cuando los conquistadores españoles de Francisco Pizarro resolvieron capturar al Inca Atahualpa y quebrar la resistencia indígena, se valieron de los servicios de un sacerdote dominico, Fray  Vicente Valverde. Este —se dice— irrumpió en el séquito imperial del hijo de Huayna Cápac y, acercándose a él, le puso en las manos un ejemplar de la Biblia. Como el soberano del Imperio no tenía la menor idea de qué se trataba ni para qué servía el objeto que había recibido, lo lanzó al suelo. El cura, en esa circunstancia, exclamó alarmado: “¡Santiago, los evangelios por tierra!” El grito, desencadenó la furia de los agresores y en apenas minutos Pizarro y los suyos lograron su propósito. Decenas de indios muertos por el fuego de los arcabuces y el Inca preso, fue la secuela del infausto acontecimiento.

 

Carlos Marx solía decir que la historia no se repite. Y que, si eso ocurre  sucederá una primera vez como tragedia, y la segunda como comedia, es decir, como farsa. Así, en efecto, aconteció en Lima el 28 de julio de este año, al asumir el mando de la Nación el Comandante Ollanta Humala Tasso. Bastó, en efecto, que el nuevo Presidente Peruano mencionara en su Juramento ante el Congreso de la Nación, la Constitución de 1979 —y no la actual de 1993— para que, al borde de la histeria, la congresista del Fujimorismo Martha Chávez Cossio emulara al Padre Valverde y exclamara algo así como “¡Los Evangelios por tierra!”.

Y es que para la Mafia que tuvo en sus manos las riendas del Poder en el pasado, la Constitución de 1993 tiene la fuerza del Evangelio y dejarla a un lado equivale, en toda su dimensión, a asumir el gesto del cacique indio de aquellos años. Había que invocar a todas las fuerzas del infierno a fin de rechazar tamaña tropelía.

Es bueno que se recuerde que la llamada “Constitución de 1993” es un documento írrito que se impuso al país a la mala cuando Alberto Fujimori pateó el tablero de la gobernabilidad y ejecutó el “modelo” neo liberal dictado por el Fondo Monetario, el BID y otros organismos financieros internacionales. La historia de ese engendro comenzó realmente en abril de 1992, cuando Fujimori en el gobierno disolvió el Congreso de la República e hizo lo propio con otras instancias del Estado y los organismos de control entonces vigentes.

Luego de eso —que configuró un Golpe de Estado— y presionado por la resistencia interna y los amagues de la OEA;  Fujimori convocó una Asamblea Legislativa adocenada en la que elaboró un nuevo proyecto constitucional que sometió después a un referéndum que manipuló groseramente para dejar la impresión que había consagrado una nueva Carta Constitucional. Esta, fue el instrumento que le sirvió para impulsar el rumbo que acabó con la economía social de mercado, el rol promotor del Estado, los derechos ciudadanos, las conquistas sociales y laborales y las libertades públicas. El documento consagró, además, un mecanismo arbitrario de “reelección” que le permitió amplia su dominio por un nuevo periodo de gobierno con miras a la perpetuación de su régimen.  Esto último, no fue admitido, sin embargo, por la opinión pública que condenó tal proyecto y, finalmente, derrumbó esa dictadura en noviembre del año 2000.

Los gobiernos posteriores pudieron —y debieron— rectificar ese rumbo, declarar inconstitucional y fraudulenta la Carta del 93 restableciendo la vigencia plena  de la Constitución arbitrariamente derogada. No lo hicieron por no malquistarse con los organismos crediticios y financieros internacionales impulsores del “neo liberalismo”, que suscribieron y aplicaron con sumiso servilismo

Esta conducta pusilánime y complaciente de administraciones sucesivas —incluido el régimen aprista de Alan García— permitió que la Mafia y los medios de comunicación a su servicio sacralizaran el documento de marras y lo convirtieran  en algo así como una Carta de Fe. Podían admitir iniciativas proyectos o propuestas, siempre y cuando eso “no afectara” el modelo impuesto por la Carta del 93. Era ese un referente intocable, algo así como el Evangelio del Padre Valverde. De ahí que la congresista Marta Chávez saltara de su escaño y gritara como una poseída durante los 50 minutos que duró el Mensaje a la Nación del Presidente Humala Tasso. El gesto, además de desbocado y ridículo, fue inútil porque nada impidió que todo el país escuchara la palabra del nuevo Presidente y acogiera sus propuestas.

El 28 de julio, en verdad, el nuevo mandatario hizo dos discursos. Uno en horas de la mañana ante el Poder Legislativo; y otro a las 10 de la noche, en la Plaza de Armas de Lima en presencia de casi cien mil personas que abarrotaron ese escenario para celebrar la victoria de Gana Perú. Ambos discursos guardaron una misma lógica. Respondieron a un mismo propósito: trazar la línea esencial de lo que será la orientación del gobierno que se inicia. Por eso sintetizaron sus propuestas esenciales: Aumento del salario mínimo en dos tramos, Pensión 65 para adultos más pobres, gas para el consumo interno, impuesto a las sobre ganancias mineras, lucha frontal contra el narcotráfico, imprescriptibilidad para los delitos de corrupción, programas prioritarios de salud y educación y otros.

Pero también una mirada más amplia del escenario regional y mundial, como no ocurría en el Perú desde hace muchos años. Y una conciencia clara que “la lucha por nuestra Independencia fue un proceso regional donde todos nos hermanamos para lograr nuestra libertad y soberanía. La heroica gesta de nuestros próceres como el general don José de San Martín y el libertador Simón Bolívar, siempre conscientes de la urgencia de la unión de los pueblos de América, fueron los precursores del impulso integrador del presente”

Definiéndose  así mismo como “un buen soldado de la democracia”, Ollanta Humala cubrió las expectativas fundamentales de la población.

¿Hubo deficiencias en el Mensaje? Hay que decir que sí. Se soslayó, por ejemplo, la temática laboral y se ignoró erróneamente el papel de los sindicatos y de los trabajadores sin aludir a los regímenes de excepción impuestos abusivamente contra ellos. Y se perdió una brillante oportunidad de diseñar mejor la política de salud y educación que el gobierno habrá de impulsar en el futuro que se inicia. Pero aún así, en grandes línea, el mensaje presidencial fue bueno y recogió el sentido general de las demandas populares. Y eso ocurrió en la mañana y en la noche en los dos tramos de un mismo proyecto porque es bueno subrayar que Humala no dijo una cosa a un auditorio y otra distinta al siguiente.

Ya con el pueblo, el nuevo mandatario se esmeró más bien en hablar de las altas responsabilidades de la ciudadanía en el control de su gestión; y aludir a la necesidad de que la gente misma cambie su actitud ante el país, la sociedad y sus problemas. “Solo cambiando nosotros mismos —dijo— será posible lograr que el Perú cambie”. Y cambiar nosotros, subrayó, es tener una mejor actitud hacia la vida, luchar por la justicia, actuar con dignidad, preservar las riquezas naturales, defender la soberanía nacional, desarrollar una activa práctica solidaria. Lo que ahora viene es la acción. “El debate político está en la calle”, aseguró.  Entonces, hay que “unir los poderes políticos con el pueblo para que el debate sea donde tiene que ser, y el pueblo sepa y entienda, y tenga confianza en los que lo defienden, si lo defienden, y no caen como soldaditos de plomo y se pasan al otro bando”.

 En los próximos días el nuevo gobierno presentará sus planes ante el Congreso de la República, pero al mismo tiempo impulsará las acciones en todos los terrenos. La ciudadanía no debiera “esperar” para “ver lo que ocurra”. Deberá actuar creadoramente, integrarse en la vida ciudadana, participar en las tareas del momento. Y afrontar los retos de nuestro tiempo mirando con confianza el tiempo que comienza  Aunque los evangelios de  Vicente Valverde y de Martha  Chávez rueden por el suelo, la conciencia firme de los peruanos seguirá adelante

Pero hay más. Por si todo esto fuera poco, y en el espíritu patriótico que envuelve al Perú en estos días el mismo 28 de julio  nuestro equipo juvenil de Volley femenino que participa en el Mundial de su categoría en Lima, derrotó sobriamente, y por primera vez, al elenco similar de los Estados Unidos de Norteamérica. También en el deporte,  entonces ¡Los evangelios por tierra!. (fin)

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe