El hambre no es una catástrofe natural
Por Xavier Caño Tamayo (*)
Ghandi denunciaba hace muchos años que “el hambre es un insulto. Humilla, deshumaniza, destruye el cuerpo y el espíritu. Es la situación más asesina que existe”. Pero esa lacra universal del hambre no desaparece. Se mantiene, crece. A la cifra de más de mil millones de hambrientos y desnutridos del mundo hay que sumar ahora los que son condenados a esa ignominia en África oriental. La ONU ha declarado oficialmente la hambruna en Somalia. Pueden haber fallecido de hambre ya decenas de miles de personas en las últimas semanas y cientos de miles pueden estar materialmente muriéndose de hambre también en Etiopía, Eritrea...
La sequía, han argüido en seguida las mentes bien pensantes para explicar tan terrible azote. Y es cierto que hay una gran sequía en el Cuerno de África y también que bandas armadas de señores de la guerra de la región agravan la situación, dificultando incluso la ayuda humanitaria. Pero la sequía y las bandas armadas no explican la realidad global del hambre. Ni tampoco explican la persistencia de un hambre crónica en el mundo ni el escandaloso incremento del hambre. Ni siquiera en Somalia.
La persistencia y el aumento del hambre en el mundo tienen hoy como eje el persistente aumento del precio de los alimentos. Un aumento que no es casual ni azaroso ni aséptico.
Jean Ziegler, vicepresidente del Consejo Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que fue Relator de la ONU contra el hambre, asegura que atribuir el incremento del precio de los alimentos (y las consiguientes hambrunas derivadas) al hecho de que las poblaciones de China e India ahora se alimentan más y necesitan más, como se suele hacer, es simplista y falso. Para Ziegler, son las estructuras de orden criminal del mundo las responsables de la masacre cotidiana del hambre. Incrementadas o coadyuvadas por otros factores, como puede ser una sequía.
Estructuras de orden criminal como el hecho de que los países ricos exporten productos agrícolas a precio inferior al de coste gracias a las subvenciones estatales que conceden la Unión Europea y EEUU. De esa forma los países desarrollados hunden la agricultura alimentaria de los países empobrecidos. Como Haití, por ejemplo, que vio desaparecer su sector arrocero por la importación del arroz estadounidense mucho más barato.
Estructuras de orden criminal como eliminar tierras agrícolas para alimentación y establecer cultivos intensivos para biocombustibles. Oxfam Internacional, la ong de ayuda al desarrollo mayor del mundo, ha denunciado que promover los biocombustibles a expensas de los alimentos es un escándalo obsceno que contribuye a aumenar el precio de alimentos básicos. Y, por tanto, al hambre.
Y no olvidemos la especulación con el precio de los alimentos. Aumentando el precio de los alimentos, se condena al hambre a millones de personas.
La especulación financiera de los alimentos se intensifica cuando, tras el estallido de la crisis en 2008, los grandes fondos de especulación emigran de los mercados financieros a los de materias primas, incluidos los alimentos básicos (arroz, trigo, mijo, maíz, lácteos...). En 2008 los alimentos se convirtieron en refugio seguro para especular para los grandes fondos de cobertura, de pensiones y de riesgo. En julio de ese año ya especulaban en el mercado de alimentos casi 320.000 millones de dólares, cuando el año anterior apenas operaban 13.000 millones. Esa especulación ha conllevado un considerable aumento de precios, pues ese es el negocio especulativo: vender a precio superior. Entre 2005 y 2008, el precio mundial de los alimentos aumentó un 80% y, cuanto más aumenta el precio de los alimentos, más dinero ganan los fondos de especulación y los banqueros. Pero más personas pasan hambre. Y enferman. Y mueren.
El escritor Eduardo Galeano denuncia que “este sistema asesino mata hambrientos en lugar de matar el hambre”. Porque este capitalismo neoliberal, codicioso, sin freno, obsceno, desregulado e incontrolado es responsable del genocidio tolerado del hambre. Son responsables del hambre quienes manejan el cotarro capitalista, quienes deciden, quienes especulan, quienes impiden la regulación. Según el derecho penal, pueden ser inductores, ejecutores, cómplices necesarios, cómplices ocasionales o encubridores. Pero son responsables.
(*) Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias