Partio Pocho, el intelectual soñador
Maria del Pilar Tello
Perdida irreparable
Cuántas imágenes vienen a mi memoria cuando pienso en Javier Pocho Tantaleán Arbulú. Lo veo por las calles de Paris con sus libros bajo el brazo, delgado y sonriente. También por el campus de Lovaina o sentado en un café de aquellos en los que tanto disfrutaba la tertulia. O en las múltiples reuniones que nos convocaron en la alegría con la hermosa voz de Susana Pinilla, siempre presente.
Y en su generosidad de dar ayuda a todos los que la necesitaban con su gesto de conspirador nato. Era un sabio bueno, invariablemente amigo y amable, atento a lo que sucedía en el país y el mundo. Más de 30 años de amistad no se borran con la noticia de su partida, por el contrario vienen los episodios en el que aparece íntegro en sus cualidades.
Es extraño porque creímos que Pocho siempre estaría ahí, que nunca partiría, que seguiría asegurándonos la charla sobre lo divino y lo humano, la broma y la reflexión, el estudio y el rigor, el hombre que nos daba seguridad en las calidades humanas. Creíamos en él.
Y cuando nos enteramos la mañana del sábado de su partida parecía irreal, una broma más de Pocho. En la noche reunidos en la casa en la que tantas veces nos recibió para la fiesta y el alboroto o para trabajar en su estudio biblioteca desordenado y lleno de apuntes característicos del sabio Pocho, vimos las lágrimas de los amigos y ahí aceptamos que se fue.
Siempre consecuente, aprista de corazón y acción. Formamos el Comité Cívico por el No, con Gustavo Mohme Llona que después se convirtió en Comité Cívico por la Democracia al que llegaba con su bonhomía de hombre que nunca tenía prisa, rara cualidad en estos tiempos. También con el Frente de Partidos Democráticos luchó por la democracia y contra la dictadura fujimorista pero lo hizo sin odios, desde el amor por el Perú y desde la tolerancia.
Su honestidad merece párrafo aparte, falleció haciendo un trabajo intelectual de misionero más joven en un rincón perdido de la selva peruana. Se desplegaba en diversas tareas alimenticias y nunca le vimos ventajismo en ninguna.
Se dedicaba con pasión a su labor de docente que atraía a la juventud. Siempre entusiasmado por un nuevo libro, su producción se cuenta por decenas. El último sobre El virrey Francisco de Toledo y su tiempo, lo presentó hace veinte días en la Feria Internacional del Libro, y tenía otro más para ser presentado y no le alcanzó la vida. Recordar al Pocho serio y al travieso, al amigo y al líder como alguien que ha partido es imposible, siempre quedará en la memoria por lo mucho que hizo y significó para el país y para sus privilegiados amigos.
El Instituto de Gobierno de la USMP que lo tuvo como Presidente, pierde a su mejor exponente. Y los alumnos que lo conocieron saben que era un maestro y un estudiante permanente. Queda para la historia su labor como Jefe del Instituto de Planificación del que integramos su Consejo Consultivo, durante el primer gobierno de Alan García, cuando en el país convulsionado por la violencia senderista se atrevió a instalar los Rimanacuy, diálogo en quechua, con valentía y confianza para hacer presente al Estado en las comunidades nativas. Fue el primero en hablar del Estado concertador. Y queda por supuesto esa enorme producción intelectual que Susibel no pudo llevar hasta su féretro en un solo viaje. Físicamente es su obra pero en el espíritu queda mucho más.
Javier Tantaleán Arbulú, el intelectual soñador, seductor nato, fue la alegría de sus padres, de su esposa y de sus hijos y nietos. Queda la satisfacción de haberlo conocido y tratado durante tanto tiempo. Van nuestras condolencias, de Walter y mías, al país, a la familia y a los amigos, en ese orden. La pérdida es irreparable. Pena, lágrimas pero también alegría y gratitud por su paso por estas tierras.