Escrito por José David Name C.

En nuestro país los efectos del cambio climático comenzaron a sentirse con todo su rigor a finales del año 2010, cuando el invierno desbordado produjo una de las peores tragedias nacionales de la historia reciente, siendo la Costa Caribe colombiana una de las regiones más afectadas.

Las condiciones meteorológicas son muy difíciles de predecir y es muy probable que el tradicional almanaque Bristol salga definitivamente del mercado porque no hay cómo creerle a los ciclos del tiempo que pronosticaba y que ayudaron tanto a nuestros abuelos y campesinos.

Un día llueve, a las horas siguientes un intenso calor, más tarde cielo nublado, por las noches baja la temperatura, al mediodía más de 40 grados centígrados e incluso en Bogotá las manecillas del reloj se mueven entre soles incandescentes e insoportable frío. Nada como esta situación puede reflejar más y mejor un estado del tiempo enloquecido.

De dos temporadas invernales devastadoras pasamos a los anuncios de una larga sequía, es decir del fenómeno de “La Niña” nos movemos hacia al fenómeno del “Niño” sin mayores contemplaciones, hecho esto que causa graves problemas al abastecimiento de agua a la población, el trabajo agropecuario y la generación de energía eléctrica, entre otros aspectos además de la exposición a los incendios forestales en distintas regiones del país.

Creo que Colombia tiene una de las legislaciones más completas de América Latina para la protección medioambiental y al mismo tiempo ha suscrito completos tratados internacionales que rigen la materia.

Pero en lugar de apreciar un país que se conserva y defiende el derecho a un medio ambiente sano, observamos una Nación que se dirige al colapso ambiental.

La exploración y explotación minero energética, al lado de la logística para los envíos a los mercados internacionales y doméstico, está llena de riesgos y a diario son centenares las denuncias que llegan a las autoridades competentes sobre violaciones y abusos contra nuestro ya maltratado sistema ecológico.

El entorno minero vive una ascendente degradación que no se compadece de nada. Contamina, agrede las playas, descuida el sistema ferroviario y atenta contra la vida misma como ocurre en las zonas de exportación ubicadas entre Santa Marta y Ciénaga en el Magdalena. Ni que hablar de lo que ocurre en La Guajira con la explotación de carbón a cielo abierto, a pesar del inmenso esfuerzo del operador extranjero por mitigar el impacto.

Todo está en peligro. Las denuncias de la Fundación Alerta Ecológica y del Consejo Territorial de Planeación de Ciénaga sobre erosión costera y contaminación del complejo lagunar de la Ciénaga Grandes son apenas un pequeño ejemplo del riesgo gigantesco en que nos encontramos. Por ejemplo, en Ciénaga el mar está a dos metros de la tubería del sistema de gas natural y las autoridades permanecen impávidas. ¡Debe ser que esperan el primer estallido de la tubería para empezar a prevenir!

En el Parque Paramillo de Córdoba, en las reservas naturales, en los bosques húmedos, secos y de selva tropical, en mares y ríos, en la Macarena, en el norte, sur, este y oeste colombianos el medio ambiente está sentado sobre un barril de pólvora y la mecha está al pie del fuego.

La preocupación de los ecologistas y especialistas naturales no cesa, por el contrario, cada vez es más. Nuestro pedazo de tierra se desangra y llora porque lo maltratamos implacablemente. Si de verdad no ponemos en práctica la copiosa legislación y no hacemos un alto en la labor devastadora, nos vamos a quedar sin territorios protegidos ni sanos. El Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos tiene una inmensa responsabilidad ante nuestros ojos.

Nos parece apropiado que el señor Ministro y Viceministros del Medio Ambiente y Desarrollo sostenible viajen a cuanta reunión internacional se presenta, pero también es importante que se pongan las botas y se dediquen a trabajar de la mano de las autoridades territoriales la defensa y protección ecológica.

Aquí no se conoce una sanción ejemplar ni un llamado de atención vigoroso contra quienes amenazan y dañan el medio ambiente. Ojalá el Ministro Frank Pearl actuara más y se mostrara menos. El medio ambiente y el país se lo agradecerían profundamente. Es mejor hoy, que cuando el colapso ambiental nos arrase a todos. Por favor visite www.josedavidname.com o escríbame a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.