Por Ubaldo Tejada Guerrero, Analista Global
“El capitalismo angurriento se ha pasado décadas haciendo creer que su bandera es la del cristianismo. Ya se sabe hoy día que no hay más perverso materialismo que el de los dueños del mundo. Ser socialista, por el contrario, equivale hoy a levantar la cruz del martirio y las ideas del Maestro de Galilea”.
(Eduardo González Viaña-domingo 17 de febrero del 2013-Diario “La Primera”-Perú).
La iglesia cristiana en Latinoamérica en su misión política, debe entenderla, en su sentido más amplio, como instrumento propicio para el desarrollo de la solidaridad y la justicia a favor de la sociedad (Romanos 13:3 y 1 Pedro 2:14).
El alma es lo que la economía, la tecnocracia o la planificación neoliberal no busca, el neoliberalismo (“modernidad”) niega la radicalidad espiritual, el compromiso, la espiritualidad, la utopía, sustituye la ética por la estética, lo utópico por lo agradable, ignora a los pobres y deja de lado a la justicia, es narcisista e individualista.
En tiempos de emergencia popular, indígena, generacional y de género se hace necesario escuchar las voces de personas que, desde su fe, están acompañando los procesos de cambio social. Se hace necesario construir espacios de reflexión sobre el tiempo latinoamericano desde nuestra fe y opción cristiana, tomando en cuenta la fe y la espiritualidad que animan la marcha de las y los esperanzados.
Es necesario proveer a los líderes cristianos de una perspectiva holística, de un ministerio total, tanto en lo espiritual como en lo social, satisfaciendo las necesidades de nuestro prójimo, alcanzando a la comunidad en su totalidad, donde las ciencias sociales, sean analizadas a la luz de la biblia y desde una perspectiva cristiana.
Históricamente el individualismo es un fenómeno reciente en la historia de la humanidad. En el pensamiento bíblico, no se concebía al individuo fuera de su comunidad, ni una comunidad despersonalizada y alienante, por ello vemos siempre a Dios dirigiéndose al pueblo como pueblo (Deuteronomio 27:11), y lo individual (partos, lactancias, cosechas, etc.) aparece como aspectos de la vida comunitaria, en una relación integral de persona y comunidad, un Dios redimiendo y obrando en la historia, que ve los problemas del mundo como sus problemas.
Lo cierto es que no se predica el evangelio completo en Latinoamericana y el Caribe, por ello es una necesidad que nuestras iglesias tengan un papel activo en la formación política de los hombres y las mujeres, avalando su participación y apoyarlos pastoralmente para su participación en la función pública, filtrando las corrientes del pensamiento social con principios bíblicos a fin de adoptar una identidad cristiana.
El 17 de marzo del 2,013, los ciudadanos limeños irán a las urnas para sellar, no una votación cualquiera, sino en una polarización política cuyos resultados de revocatoria contra la Alcaldesa Susana Villarán; tendrán influencia en los escenarios de las elecciones locales, regionales, y nacional (2,014-2,016) en el Perú en mas de 20 años de neoliberalismo.
Ésta polarización está alcanzado a los ciudadanos evangélicos, entre los “Evangélicos por Lima” y los evangélicos conservadores fundamentalistas; cuya cereza en la torta, ha sido puesta por el pastor Humberto Lay del partido “Restauración Nacional” que al final ha terminado alineado a la corriente neoliberal del APRA, Solidaridad Nacional y el Fujimorismo.
Lo cierto es que las órdenes de caudillo partidario pesan más que accionar y proferir la palabra del Verbo Encarnado para conocer los dolores y alegrías del pueblo.
Que falta hace en nuestra iglesias cristianas el ejercicio del liderazgo político en el amplio sentido de la palabra, para facilitar el acceso a programas de capacitación pastoral y de liderazgo en el área de la esfera política gubernamental, por ello debemos exhortar promover en diferentes instancias el análisis y la reflexión de los problemas sociales y políticos a la luz de la perspectiva bíblica.
Existe una especie de “inocencia” de los evangélicos en la aproximación a la política; inocencia que deriva de la ideología del apoliticismo, instalada en el dualismo iglesia-mundo. En función de esta dicotomía muchos líderes cristianos y evangélicos que actúan legítimamente en el terreno político son, frecuentemente anatematizados por sus hermanos “no-políticos”, y deben enfrentar sus opciones en un estado de soledad desestabilizadora.
Participar en política, para un cristiano, invoca ineludiblemente un compromiso de vida y conciencia con la justicia social, con la defensa y promoción de los derechos humanos, con el reclamo de respeto a la dignidad de la vida, con un compromiso solidario transformador de las condiciones degradantes de éste “capitalismo angurriento”.
Paradójicamente, si algún “no-político” por repentina “iluminación” asevera haber recibido “revelación directa de Dios” conminándolo a disputar el poder político, es probable que más de algún pastor o iglesia olviden su apoliticismo y el “pecado del mundo”, mezclándose en la difícil cuestión ideológica de la sociedad civil sin el necesario bagaje de formación previa exigible, para actuar con éxito en un medio complejo y agresivo, que no mide las conductas con los parámetros éticos de la organización eclesiástica.
En un mundo caracterizado por el abuso del poder y el predominio de la injusticia, el testimonio de la iglesia cristiana confronta a los poderes que dominan en el presente, por eso, la proclamación del Reino anuncia a Jesucristo y denuncia a las fuerzas del mal.
Señalemos algunos principios bíblicos para un examen de nuestros políticos o aspirantes: ética ciudadana intachable (Deuteronomio 17:14-20), compromiso con la justicia social (Isaías 32:16-18), compromiso con los valores democráticos (Levítico 19:17-18), presentar un Plan de Gobierno y como lograrlo (Lucas 14:28-30), experiencia política (1 Reyes 12:1-15), experiencia aceptable de gestión pública (Mateo 25:14-30), equipo idóneo para gobernar (Hechos 6:1-7), equipo de candidatos idóneos (Salmos 1:1-6), estrategias de campaña que hablen de su pensamiento, conducta y propósitos y su modo de tratar a sus adversarios (Salmos 15:1-5), y compromiso ciudadano de votar por personas que una nación necesita (Salmos 137:5-6), (Isaías 43:18-19), (Mateo 20:25-28), y (1 Reyes 12:7).
Finalmente ensayemos un perfil que defina la misión del cristiano en política, con la características del Verbo encarnado: auténtica identidad con Cristo, verdadera sabiduría para hacer juicios correctos y ordenados, equilibrio emocional donde los rasgos de la personalidad individual, sean dominadas por la razón, capacidad para amar aun al enemigo, negación de uno mismo o sentido de sacrificio.
Se necesita separar la Iglesia del Estado; el quehacer político partidarista de la misión de la iglesia, lo contrario es una distorsión de los principios cristianos, que deben guiar la conducta de los políticos cristianos.
Los dejo con dos preguntas, la primera desde el punto de vista de la evangelización: ¿Cómo
hacer central el texto bíblico hoy, ante las generaciones que privilegian la imagen a la palabra? Y la segunda desde el punto de vista del desarrollo económico y social: ¿Cómo ser cristiano en una Latinoamérica rica en recursos naturales, pero con altos índices de pobreza?