Por Gustavo Espinoza M. (*)
Hace noventa años, el 17 de marzo de 1923 el barco “Negada” acoderó en la rada del primer puerto peruano —el Callao— y en él, luego de tres años y cinco meses de ausencia, retornó al Perú José Carlos Mariátegui.
Habida cuenta que su viaje —“el periplo europeo”, como se le conoce— fue su única salida al exterior, y que luego de él permaneció en el Perú los últimos siete años de su vida, bien podría decirse: Volvió para quedarse.
Había partido forzado por el régimen de entonces, en octubre de 1919, al viejo continente donde -según diría más tarde, “desposó una mujer y algunas ideas” En el puerto, lo esperaba un pequeño núcleo de amigos con los que había mantenido una fluida relación a distancia, acostumbrado como estaba, a cultivar afectos y recoger adhesiones.
Pocos meses después de aquel suceso, el 15 de junio del mismo año, iniciaría sus exposiciones en las Universidades Populares González Prada abordando, como tema de fondo, la crisis mundial y las tareas el proletariado peruano.
La estancia de Mariátegui en Europa fue el periodo más rico de su formación ideológica y política Un poco antes, en 1918 había comenzado a mirar el escenario mundial con otros ojos. “nauseado de la política criolla” había dicho “me orienté resueltamente al socialismo”.
Pero ese fue, en ese entonces, más un sentimiento que una convicción; una voluntad, más que una conciencia; un propósito aunque todavía no una realidad. En ese año —cuando acababa de concluir la primera Guerra Mundial y aún se vivía el primer aniversario de la Revolución de Octubre— no tenía Mariátegui elementos de juicio suficientes como para comprender la naturaleza de su adhesión a una causa que había sido proclamada en el viejo continente por eminentes figuras de la cultura mundial.
Probablemente por esa convicción —la imperiosa necesidad de conocer de manera directa la evolución del proceso internacional— fue que el joven periodista de “La Razón” resolvió aceptar la suerte de “exilio diplomático” que le ofreciera el gobierno de Augusto B. Leguía para tenerlo en cierto modo lejos del escenario nacional.
Su llegada al puerto de El Havre en noviembre de 1919, su arribo a París, su presencia en el Barrio Latino en los alrededores del Boulevard de Saint Michel, su visita al Museo de Cluny y sus encuentros con Henri Barbusse y luego el Grupo Clarté; marcaron el inicio de un periodo riquísimo en experiencias políticas, que se complementaría más tarde con su más prolongada estancia en Italia y las gira que finalmente hiciera por diversos países del centro y el este europeo.
Fue este, para Mariátegui, el punto de partida de un verdadero descubrimiento. Como cuando en un teatro se corre el telón y aparecen los actores de una obra; así ante sus ojos asomaron los acontecimientos ocurridos en una región del mundo abatida por una profunda crisis.
La guerra había dejado en los suelos del viejo continente una dolorosa secuela de muerte y destrucción. No sólo millones de tumbas, sino también ciudades derruídas, monumentos quebrados, cultivos deshechos; pero, sobre, almas muertas aniquiladas por el horror de una conflagración digitada por los grandes monopolios y los vendedores de armas, que pensaban enfrentar sus apremios materiales a partir del impulso a una economía de guerra.
Ya en Italia, a inicio de 1920, Mariátegui pudo tener una idea aún más precisa de lo que ocurría, y mirar con severo juicio analítico los acontecimientos de entonces.
Cuatro fueron los proceso que pudo conocer de cerca en aquellos años: la crisis mundial, su desarrollo y sus consecuencias, el ascenso de la lucha de los trabajadores y pueblos y su concreción en la llamada “ola revolucionaria de los años 20”, el surgimiento del fascismo y el proceso de formación de los Partidos Comunistas y Obreros.
Como en un libro abierto, José Carlos pudo leer los acontecimientos de entonces y escribir en torno a ellos sus célebres “Cartas de Italia”, 46 crónicas fechadas entre el 2 de mayo de 1920 y el 23 de abril de 1922. Estuardo Núñez asegura que en esta obra “la mente de Mariátegui parece siempre tensa y en febril atención a todo cuento sucede a su alrededor, sea el paisaje, el hombre, el suceso o la realidad en general. Nada de lo que lo circunda es ajeno al interés que el ambiente europeo despierta en el hombre que cumple la misión de auscultar y asimilar esa realidad en crisis”
Pero no fueron esas cartas los únicos escritos de Mariategui en el periodo. “Defensa del Marxismo —su célebre polémica con Henri de Man—, “El Alma Matinal y otras estaciones del hombre de hoy”, “El artista y la época”, “La escena contemporánea”, “La novela y la vida” y la “Historia de la crisis mundial” son expresiones nítidas del cúmulo de conocimientos y experiencias que Mariategui recogió en su periplo europeo, acumulando información y conocimiento para el impulso de su obra medular: la que emprendiera a su retorno al Perú.
Pero incluso más allá de sus escritos, están sus vivencias y el modo cómo supo asimilarlas. Aludiendo precisamente a esas experiencias, cita a Piero Gobetti y con él afirma: “Recordaré siempre la impresión que tuve de los obreros cuando se me ocurrió visitar las usinas de la Fiat, uno de los pocos establecimientos anglosajones, modernos, capitalistas, que existen en Italia. Sentía en ellos una actitud de dominio, una seguridad sin pose, un desprecio por toda suerte de diletantismo”.
Su visita a la redacción de “L Ordine Nuovo”, como antes su presencia en la sede de L’Humanité” en París; su concurrencia al congreso fundacional del Partido Comunista Italiano en Livorno, su vínculo con Antonio Gramsci y su encuentro con Tchitcherin enmarcado en la participación de la delegación soviética en la Conferencia Económica celebrada en Génova en 1922, su asimilación de las tesis leninistas referidas al Frente Unico Obrero y planteadas por Jorge Dimitrov en representación del Buró Ejecutivo de la Internacional Comunista para Europa Occidental y hasta la cita con Máximo Gorki en el tumultuoso Berlín de aquellos años; fueron algunas de las experiencias vivas que dieron a Mariategui la consistencia de clase y la perspectiva revolucionaria que supo trasmitir después a sus colaboradores en el Perú.
Los estudiosos del tema aseguran que fueron dos los fenómenos italianos que ayudaron a Mariátegui a esclarecer su posición revolucionaria: la crisis del liberalismo y el fenómeno fascista. Pero más allá de los fenómenos italianos, la Revolución Rusa fue el acontecimiento que perfiló más claramente su visión del mundo.
La crisis del liberalismo no fue en Italia consecuencia de la debilidad o fortaleza del proletariado, sino más bien el resultado de las calamidades de la guerra. Aunque el socialismo gozaba de notable prestigio entonces en el seno de los trabajadores, el proletariado no era suficientemente fuerte ni estaba en capacidad de construir en ese instante un orden nuevo. La falta de unidad y su precaria organización sindical y política conspiraban en contra; y alentaron más bien a los círculos más aventureros del capital para que desplegaran una ofensiva inédita contra los pueblos: la ofensiva del fascismo.
Mariátegui escribió su primera crónica sobre el fascismo en marzo de 1921, y lo consideró como un fenómeno pasajero en la vida de ese país, aunque reconoció de un modo indubitable que “el capital industrial y agrario financiaron y armaron a las brigadas fascistas”. En su primer análisis, admitió que si Italia fue el primer país de Europa donde apareció el fascismo con más fuerza, eso fue porque allí la situación social atravesaba un periodo más agudo, porque en Italia “la situación revolucionaria era más violenta y decisiva”.
Hoy, a 90 años de su retorno al Perú y con todos los elementos que señalara en su momento, la obra de Mariategui brilla con todo su esplendor.
La crisis capitalista trastoca la base misma de la sociedad contemporánea, los pueblos avanzan en espiral —como decía Marx— abriendo camino a la concreción de sus más elevados ideales, las experiencias revolucionarias reverdecen en nuevas condiciones, y el fascismo acosa nuevamente con su mensaje de violencia y muerte.
Pero como Mariátegui volvió para quedarse, vive en nuestro tiempo en el corazón y en la conciencia de millones.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe