Por Raúl Wiener
Ahora, si usted desea abrir una mina, construir un complejo de viviendas o rompe r un cerro para hacer pasar una carretera, ya no tendrá que hacerse muchas bolas sobre la posibilidad de que existan elementos arqueológicos en los lugares escogidos. Haga su solicitud nomás y entréguesela al ministerio de Cultura, que a lo sumo le enviará un veedor para que le eche una mirada al sitio y a ojo de buen cubero concluirá si se le entrega el Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos CIRA, con el cual podrá defenderse en el futuro sin alguien llega a probar que usted estaba sobre una huaca, un entierro prehispánico o algún monumento al que lo cubrieron los años.
Y si no viene el enviado de la Cultura, tal vez sea mejor. Porque ahora tenemos el silencio administrativo que se aplica a este tipo de proyectos, que quiere decir que si en 20 días el ministerio no da respuesta al pedido se le tomará por aceptado, cualquiera sea el valor histórico-cultural que esté en juego. O sea un burócrata desacelerado o aceitado, puede terminar legalizando un daño patrimonial significativo, con sólo quedarse callado y retrasarse más allá de los días establecidos. Y, eso, teniendo como marco un Estado que ya mandó el mensaje que la prioridad de prioridades es la inversión y cosas como los restos de antiguas culturas son en realidad obstáculos que hay que eliminar para que fluya el dinero.
Puede parecer sorprendente que un gobierno que se autodefinió como nacionalista e inspirado en una rica historia, se esté dejando someter por los apetitos de muy corto plazo de grupos económicos que están desesperados por aprovechar los últimos tramos del ciclo de crecimiento y alta rentabilidad que el Perú ha vivido los últimos 10 años. Así como sabemos que en el país hay riqueza mineral en abundancia, pero entorno natural frágil y diversidad cultural que no pueden ser ignoradas, también somos un reservorio arqueológico que se conoce de una manera muy insuficiente. Recuérdese nomás cuánto tiempo data desde el descubrimiento de Caral y un poco antes de las riquezas del señor de Sipán.
Intentar avanzar las inversiones atropellando el ambiente, las comunidades y la historia antigua, ya no es una expresión de modernidad sino un síntoma de agravada pérdida de rumbo de parte del gobierno. Ninguna campaña cultural viene siendo hecha desde el ministerio al que le encargan inmolarse, convirtiéndose en oficina de trámite para que se hagan tantos proyectos como se puedan en zonas en las que eventualmente puede existir encerrada parte de lo que somos. ¿Cómo es que se llega tan abajo? Para eso está el cuento de la confianza y de los fajos de billetes que están esperando para cuando se recupere. Para eso hay un ministro de Economía que cuenta cuentos y un presidente que se los cree.
06.06.13
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