Por Herbert Mujica Rojas
El presidente Humala no otorgó indulto al reo Fujimori (esa es su verdadera categoría) y lo hizo de manera correcta. Impugnar su estilo, de suyo confuso, resulta inane. La ética y espiritualidad de un país que repudia a los pandilleros, arriba y abajo, ganó una batalla y el estadista apareció en Palacio.
Respeto y admiro los razonamientos jurídicos, especialmente los vertidos con tanta convicción y sabiduría por el doctor Guillermo Olivera Díaz que anunció, previó y dictaminó sobre la improcedencia del indulto. No obstante creo que hay un filón: la salud moral del Perú que requiere mostrar sus mejores reflejos y actitudes para lapidar a los cacos de ayer y de hoy.
Pretender, como hacen algunas personas de buena fe, que el reo Fujimori es un anciano y que se procura desconocer la primera parte de su dictadura que —dicen— fue buena, es un disparate. Al nipón se le encontró culpable por delitos de lesa humanidad y como tal creador del potrero en que había convertido al Perú con un Congreso anuente, entre las corporaciones de las que —como decía González Prada— hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de ser parte; con ministros delincuentes, burócratas ladrones y estafadores, jueces al peso y oficiales de todas las armas firmando aquiescencias de manera vergonzosa.
¿Se ha dado cuenta, amable lector, que los miedos de comunicación, jamás preguntan a la señora Keiko Fujimori, por los más de 6 mil millones de dólares de las privatizaciones "perdidos"? ¿con qué dinero estudiaron los 4 vástagos del reo? ¿cuál la desesperación porque el preso esté libre? ¿para manejar esos ingentes fondos hoy sin piloto allende y aquende en bancos y financieras de todo el mundo en cuentas cifradas que requieren de la firma del titular?
Todo lo "supuestamente bueno" realizado en la gestión delincuencial de Alberto Kenya Fujimori favoreció a mezquinos intereses económicos, cenáculos de mercachifles que se llevaban los dólares en maletas robustas que jamás eran revisadas en las aduanas y cuyo destino hasta hoy es desconocido. Lo único que se sabe es que eran producto de la monra y el hurto de esa administración corrupta.
El anuncio del presidente Humala el viernes 7, fecha de honda repercusión y remembranza para el Perú porque recuerda el sacrificio de Bolognesi en Arica en 1880, yuguló la intención vil de los grupos de poder que quisieran, también, consagrar la corrupción a nivel de política de Estado como entre 1990-2000 y para eso requerían de su cabecilla, Kenya, indultado con una gracia que no solicitaron, exigieron, con toda la insolencia y majadería aberrante de que hemos sido testigos.
El reo Fujimori está donde debe estar purgando pena. Tampoco los miedos de comunicación cuestionan la cárcel dorada en que vive este individuo. Más aún, ni siquiera causa curiosidad saber los costos que tiene que pagar el contribuyente para mantener el hotel 5 estrellas con cable, calefacción y demás goces que no disfrutan sus colegas en calabozos húmedos y hediondos.
Amigos extranjeros no alcanzan a comprender del porqué el fujimorismo tiene una bancada legislativa de 37 miembros y una reconocida votación copiosa. El asistencialismo y limosna que repartió entre sectores populares acostumbrados a esta nociva práctica se vuelca en las urnas. Y la falta de educación política o cultural en gruesas capas ciudadanas por la criminal dejadez y claudicación de los partidos políticos ha logrado un clientelaje y adhesión como el que hoy existe.
No sólo fueron delincuentes/asesinos los que menudearon y se hicieron de la cosa pública durante el fujimorismo en todos los niveles, las privatizaciones dolosas, los contratos de estabilidad jurídica concertados, la coima y el negociado, la estafa de la fe ciudadana, el crimen vía las empresas que hicieron del fujimorismo elemento cómplice que dejó impunes todos sus abusos laborales, la desperuanización del país, la conversión del Perú en mercadería al mejor postor, el espectáculo de retrasados mentales —algunos vueltos al redil— en el Establo de Plaza Bolívar, todas estas variaciones de una misma sinfonía horrenda, constituyen el baldón moral que ha sido, es y siempre será el fujimorismo. Los delincuentes/asesinos son asesinos y delincuentes aunque la prensa pagada les otorgue títulos y honores que no merecen.
Cuando cayó el fujimorismo a sus integrantes la ciudadanía espetaba su asco y desprecio y fueron depositados en la sentina de la historia. A posteriori han pretendido barnizar, con los años y la pagaduría de servicios, que no ocurrió el desmadre del que todos fuimos testigos y víctimas y hasta se quiso disociar el tándem siamés Fujimori-Montesinos, aunque la realidad es más dura que el maquillaje porque ambos están presos y son reos. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Hoy es fácil ser antifujimorista y hay gárrulos que han hecho fortuna con esta orientación. En los días en que Liberación, dirigido por César Hildebrandt, y de cuyo poder de fuego hasta hoy no se ha hecho el estudio que merece, desnudaba la corrupción de esos pillos, no lo era tanto. En esa tarea, con la leal coherencia que entonces, habemos algunos que —ayer como hoy— decimos lo mismo y condenamos con inexpugnable entusiasmo los desmanes inmorales de las taifas fujimoristas.
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