Por Gustavo Espinoza M. (*)
En nuestra anterior entrega referida a la unidad, abordamos el área política, escenario en el que deberá actuar el flamante Frente Amplio Patriótico surgido recientemente en Lima. Hoy, aludiremos a los retos electorales previstos en el Perú tanto el 2014 como el 2016, y que tendrán una incidencia decisiva en nuestra patria sobre todo si se toman en su real dimensión, como retos electorales, y no carnavales electoreros de poca trascendencia.
Una estructura amplia y unitaria —como pretende ser el FAP— no puede aspirar a forjar una unidad doctrinaria. Ella debe ser asumida por sus partes integrantes, pero no necesariamente compartida por todos los componentes de la alianza. La doctrina —Mariátegui decía “la fe”— es una particularidad de cada contingente. Y por eso el Amauta reclamaba una unidad amplia en la que “cada cual con su fe” encare las tareas comunes.
Ellas exigen, sí, una propuesta política compartida, que no puede quedarse en generalidades ni evasivas. Ni el escenario mundial, ni lo que ocurre hoy en nuestro continente, pueden permitir a nadie eludir confrontaciones o esquivar retos. Tanto lo sucedido recientemente con el compañero Evo Morales, en Europa, como los sucesos de El Cairo derivados de un Golpe de Estado al más clásico estilo latinoamericano; constituyen referentes que nos muestran la inutilidad de la política del avestruz. Esconder la cabeza para no ver lo que ocurre, no ayudará en nada a nuestro pueblo, ni a los otros.
El escenario mundial nos obliga a pisar tierra, y a entender que el enemigo principal de todos los pueblos del mundo, es hoy el Imperialismo Norteamericano, que lleva guerra de destrucción y muerte a todos los continentes y que viola todos los principios de la convivencia universal. Para los Estados Unidos y sus secuaces, no hay leyes ni fronteras, La potencialidad de sus estructuras de dominación, está por encima de cualquier consideración.
Para hacer frente a una estrategia de ese calibre, no tenemos que volver a descubrir la pólvora. Existe ya la denominada política leninista de acumulación de fuerzas que nos invita a señalar en cada circunstancia cuál es el enemigo principal, nos ayuda a juntar a todas las fuerzas que puedan sumarse en la lucha contra él —es decir, forjar el Frente Unico— y neutralizar a todas las fuerzas y sectores intermedios, para que no se suman al enemigo.
Esa política es oro en polvo en cada país, y viene a cuento en el Perú de hoy, donde se vive una peligrosa confusión que permite a Marta Chávez y Kenyi Fujimori, presentarse como “amigos de los trabajadores” porque votaron en contra de la Ley del Servicio Civil, y a otros sectores nacionalistas y progresistas como “enemigos” porque alzaron la mano en otro sentido.
Pero más allá de estos contrastes políticos, hay que considerar ahora que las fuerzas progresistas en vías de consolidar su unidad deberán afrontar retos electorales tanto en el 2014 como en el 2016. Ellos —que no deben ser confundidos con eventos destinados a obtener cargos— constituirán exámenes de grado, que permitirán demostrar si el FAP realmente tiene perspectiva nacional, o no. Y es que los comicios del 2014 tienen un doble carácter. Se trata de elecciones regionales y municipales, lo que implica elegir Presidentes y gobiernos de cada región del país, y competir por ganar los municipios provinciales y distritales en todo el territorio nacional.
Aunque resulta todavía prematuro hablar de posibilidades electorales vigentes, hoy que señalar que en determinadas regiones, la situación es más alentadora que en otras. En Puno, Cusco, Arequipa, Ayacucho, Junín, Huancavelica, Apurimac, Cajamarca, Huaraz, San Martín y Loreto; se han consolidado fuerzas unitarias de carácter regional o local. Algunas de ellas han tenido ya experiencias de gobierno y otras no; pero todas han actuado como referentes de un sentimiento popular calificado que puede traducirse en victorias, si la unidad les garantiza una propuesta legítima a la población.
Algo parecido puede decirse en relación a los gobiernos municipales en el orden provincial. En Lima, Arequipa, Cusco, Puno, Moquegua, Abancay, Andahuaylas, Cerro, Huancayo, Tarapoto, Moyobamba, Jaén, Cajamarca, Tumbes, Chimbote y otras localidades, han conocido ya autoridades de signo progresista que han tenido a su cargo gestiones más o menos calificadas. Una propuesta unitaria podría asegurar victoria en cada uno de esos reductos.
Lo importante entonces es asegurar esa propuesta, pero además trabajar desde ahora para que ella resulte viable y responda a los requerimientos de la ciudadanía a fin que las administraciones bajo el signo de la izquierda sean baluartes de Poder Local y fortalezas en la lucha para un reto posterior.
Hay otras fuerzas, en cada una de estas circunscripciones, que no vendrán hacia el lado del Frente Amplio. Hay que tratar que no se sumen, tampoco, al Apra ni al fujimorismo: aislar a la Mafia y derrotarla en todos los escenarios debe ser un objetivo de clase, indispensable de alcanzar. Esto, sobre todo es posible en el norte del país, particularmente en La Libertad, Piura, Lambayeque y aún Amazonas; pero también en Huánuco y Pucallpa.
Una exitosa participación en los comicios del 2014 permitirá vertebrar una correcta política electoral para la contienda presidencial del 2016. Por ahora, lo que corresponde —además de dar una batalla victoriosa en los escenarios aludidos— es consolidar las bases de la unidad desplegando iniciativas de lucha política en los más diversos planos. Esta lucha debe ser reivindicativa, pero no puede quedarse en demandas por alcanzar, o preservar. No debe ser sólo un programa de exigencias inmediatas de orden local, salarial o social. Incluyendo esos requerimientos; debe asumir el nivel de acciones políticas, en todos los planos.
En el centro, debe situarse un Programa Básico en el que la defensa de la soberanía nacional encuentre la primera ubicación. Ser trata, en efecto, de luchar contra el “modelo” neoliberal impuesto por los instrumentos del Imperio, en repudio a la ingerencia militar y política del imperialismo en nuestros asuntos; y en demanda de una diplomacia exterior independiente.
En el plano interno se requiere combatir por una política integral de desarrollo, que genere la industrialización del país, defensa del sector estatal de la economía, rigurosa protección de las fuentes de trabajo y pleno empleo; defensa y preservación del territorio, control de puertos y aeropuertos. También, aliento a la agricultura y pesca, defensa del medio ambiente, protección de recursos hídricos y naturales, la ecología, y el campo.
Hay que enfrentar las tareas referidas a la inclusión social y a la protección y defensa de las poblaciones secularmente deprimidas, y marginadas. Tareas de educación y salud, protección a la infancia y poblaciones más deprimidas; ampliamente desarrolladas y extendidas por el territorio, deben ameritar no sólo pronunciamientos, sino acciones concretas a desplegar desde gobiernos locales y regionales en los que exista influencia del FAP y sus aliados.
Esto exige ciertamente protección a los trabajadores, como la principal fuerza productiva del país. Respeto, y uso adecuado de sus derechos, deben ser signos característicos de una política responsable que devuelva a los sindicatos y otras organizaciones laborales el rol protagónico que les corresponde. Y esto, ampliarse a las universidades y al movimiento estudiantil, a las organizaciones agrarias y campesinas; a los comités de Madres y a los organismos de asistencia y ayuda social, así como a los programas que se impulsan desde la administración del Estado.
Trabajar en todos estos planos en tareas de unidad, organización y educación política, constituye el primer deber de cualquier fuerza que se precie ser “de vanguardia”, es decir, de tener voluntad de jugar un rol dirigente en la lucha social. Y a todo esto, debe sumarse por cierto, una activa solidaridad con el proceso emancipador que vive América Latina, el mismo que se verá reforzado este año con la inminente derrota de la derecha pinochetista en Chile y con el avance de fuerzas progresistas en Honduras y El Salvador. Las victorias populares en estos países permitirán fortalecer la UNASUR y generar espacios de mayor desarrollo para la CELAC, indispensables para la emancipación latinoamericana.
Hacer que nuestro pueblo adquiera experiencias de lucha con estas banderas, y con una política independiente y de clase; será la mejor manera de suplir las inconsecuencias y debilidades de la administración Humala. Rendirá frutos, no sólo en un plano general, sino también en un escenario electoral como el que se pretende construir, y en el que la fuerza del pueblo no tenga que “sumarse” a otros segmentos de la población para asegurar la victoria de un “mal menor”; sino perfilarse como una verdadera fuerza de gobierno y de poder, capaz de alcanzar jornadas victoriosas. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / http://nuestrabandera.lamula.pe