por Herbert Mujica Rojas
La magnífica y valiente protesta popular de los jóvenes el lunes 22 contra los desmanes desopilantes del Congreso y los temas del TC, DP y BCR inaugura con inequívoca precisión el voto de la juventud contra los gorilas politicantes. Las redes sociales dinamizaron la convocatoria y el aviso, mientras que Internet señala su impronta, los partidos confirman su desaparición sin atenuantes.
La democracia formal que se refiere al voto en las urnas cada ciertos años y gracias a ella tenemos los mismos rostros, granujas e impostores, fue superada por el ejercicio en las calles de dignos estudiantes, jóvenes y mayores solidarios, al compás de repudio hacia quienes han hecho todo lo posible por transformar la política en vil negociado culpable.
Por tanto, lo que en el mundo ha sucedido con masas multitudinarias juveniles votando con los pies entre otras ciudades en El Cairo, Brasilia, Santiago, Madrid y ahora en Lima, constituye el aviso más fuerte de cancelación de los clubes electorales especialistas en repartijas y de vivir de las cansadas ubres del Estado.
Quien no admita el nadir incurre en yerro clamoroso. Hace agua un gobierno que por boca de su portavoz principal, Ollanta Humala, ensayó un pretexto como si no hubiera impuesto su cuota en la Defensoría y en el Tribunal Constitucional y su hato congresal no votara por los indeseables para esos cargos.
Innecesario reiterar que el grupo parlamentario del Apra fue tan prescindible que su opinión, hacia cualquier viento, importó muy poco por su escaso número. El cinismo del capitoste que se compra una casita de 1 millón de dólares, sólo pretendió buscar réditos para tapar su autoría en la dación de narcoindultos. Ciertamente la gente no le cree al gandul.
Perú pareciera tener el cáncer de la corrupción en su ADN social desde todos los tiempos. Hay probanza numerosa de cómo los virreyes incurrieron en corruptelas repulsivas sentando las bases inmorales de gobierno que se sucedieron régimen tras régimen.
Apenas iniciada la república, a partir de 1821, pudo contemplarse cómo los que expulsaron a los ibéricos, montaron un sistema de exacciones, saqueos y tropelías desde las encumbradas tarimas de las administraciones. Todo el resto es historia conocida, bajo la dudosa franquicia justificadora de "roba pero hace obras".
El voto protestante con los pies en tierra y por calles y avenidas de la juventud requiere del apoyo del resto de la población y con el fin de la defensa integral del patrimonio peruano y en pos de la liberación con justicia y libertad y con una visión moderna y la construcción de un Perú libre, justo y culto. La algarada sólo produce pamplinas y maire, maire, cabellicos que se lleva el aire.
La lección popular protestante de la juventud representa un reto formidable para los mayores: ¿serán capaces de acompañar el nivel sincero y probo de los más muchachos? Que sean de corta edad no significa, en modo alguno, que sean tontos o bobos. Si alguien tiene duda que le pregunten a los habitantes precarios del Congreso y sus maromas torpes y deleznables.
Falta en Perú, y hay oportunidad de hacerlo, el gesto magnífico del abrazo generacional entre los que aguardan aún el porvenir que les debe muchas victorias y los que ya son parte del ayer pero que tienen experiencia y alguna sabiduría que otorgar. Y la respuesta debe erigirse como paso obligatorio para juntar al país en avenidas de las mejores causas.
En nuestro país, felizmente, los jóvenes han demostrado que votan con los pies pero que también sabrán botar a los cacos y a los miserables de los puestos en que no merecen estar. Hoy ni nunca.
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