por Raúl Allain
El carácter consumista en las celebraciones de Navidad y Año Nuevo siempre genera en los más jóvenes una esperanza que relaciona regalos capitalistas basados en deseos que, sujetos a sucesos personales, se incitan por medio de cartas, oraciones y hasta confesiones navideñas. Esta oportunidad implicaría comunicación entre padres, familiares y sacerdotes, relaciones en degeneración por la distracción de las nuevas tecnologías. Testimonialmente, mediante estas confidencias los padres y sacerdotes pueden descubrir relaciones aún no propias en los infantes y púberes, sino de manifestaciones culturales que se alinean y complican aún más nuestro particular imaginario social. Bajo estos parámetros sociales se puede generar una inmadurez asociada y en determinadas circunstancias un inadecuado desarrollo puberal.
Al padecer un desarrollo precoz al establecimiento del carácter de un individuo pueden sumarse inmadurez e ineficaces aprehensiones, dependiendo del discurso de la institución que los acoge ante el particular tabú que nuevamente se genera y que los psicólogos en comunión han aprobado, consenso que hace que las masas juveniles añadan la variable “sexo” desde una edad temprana. Hace menos de una década se pensaba inconcebible las relaciones entre menores de edad y adultos; en consecuencia en cierta etapa del desarrollo integral podrían recurrir a esta variable para acordar estabilidad ante una afronta de sus organismos cuando han sido sometidos a apego y seducción. De hecho forman parte del accionar de violadores y relaciones furtivas que llegan a “buen puerto”.
Es en esta etapa que estos caracteres generacionales pueden ser arrastrados y asimilados y, por tanto, ser cultura, es decir, enrumbar por medio de fenómenos comunicacionales y telecomunicacionales. Es así que se comprende el fervor en estas fiestas navideñas cuando esperan una posición extraordinaria de Dios que si bien nos otorga una educación universal, comunicación por medio de enseñanzas y literatura. Debemos dejar de lado el carácter generacional que siempre se hace propio para el establecimiento de una determinada cultura que debe ser sometida a un filtro moral hegemónico, empero se hace incontenible por el poder de masas y sus particulares expresiones que han concebido “presión popular” como pretexto.
La postura mágico-religiosa que diferencia el bien del mal debe incluir rasgos telecomunicacionales; estos a través de la historia han estado relacionados a posesiones en congruencia enajenaciones y perversiones del organismo mediante estas tecnologías hasta que los exorcismos fueron erradicados del corpus de imparticiones sacerdotales en la iglesia católica. Las sospechas sobre la concepción de “posesión” y los medios telecomunicacionales insertaron nuevas variables. La frase “A Dios rogando y con el mazo dando”, sometida a una evaluación social, puede proponer mayores visiones sobre el “mazo” furtivo que nos pega y se hace intangible en una particular realidad.
Dios aconseja, nos regala sapientes enseñanzas por medio de los curas que se regocijan en los textos bíblicos. Los rezos deben definirse como expresión y congracia ante el prójimo, pues científicamente solo una postura que englobe una variable telecomunicativa dentro del concepto de “Dios todopoderoso” podría responder a nuestras peticiones. De esta manera Dios también se entendería como una fuerza de producción que regule la presencia de un determinado individuo. Una postura congruente no se encuentra en manos de los curas que buscan estabilidad poblacional y mundial, pues siendo así el fenómeno perceptivo “escuchar voces” tendría a bien consejos humanistas en pos de beneficio poblacional.
(*) Presidente del Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y codirector del sello independiente Río Negro.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ra%C3%BAl_Allain_Vega
Artículos relacionados
Revuelta comunicacional por los jóvenes
Deconstruyendo la conspiración espectral