Por Eduardo González Viaña
¿Qué le pide la gitana a su esposo a la hora de acostarse?
-Querido. Pásame tu mano derecha porque tengo ganas de leer un poco antes de dormir.
Lo recuerdo porque con el tema de la Ley Universitaria se nos quiere hacer un cuento de gitanos. Ese truco consiste en decirnos que nuestros amigos son falsos, que vamos a ser despedidos del trabajo y que nos espera todo tipo de calamidades a menos que....compremos un seguro mágico que nos librará de todo ello y nos traerá mucha suerte.
En el caso de la ley Mora, una bien orquestada campaña periodística nos dice que no tenemos universidad sino pocilga de iletrados, fábrica de títulos, refugio de terroristas y cuchitril de mediocres disfrazados de catedráticos.
Tantos vituperios se han lanzado contra la universidad peruana que quienes hemos pasado por ella tenemos la sensación de que el jefe de la Comisión de Educación del Congreso no conoce por dentro universidad alguna.
A lo mejor, el general Mora tampoco conoce el concepto original de universidad en tanto que comunidad libre del saber. Tal vez su formación espartana lo hace confundir dos conceptos antagónicos: universidad y cuartel. En los claustros universitarios, se han creado, entre otras, las nociones de patria, libertad y democracia que el cuartel ha defendido a veces, y cuando no las ha entendido, las ha arrasado. No, señor general Mora, la universidad no es un cuartel ni se le parece.
Con todos los vituperios lanzados, se propone la solución más simple: eliminar la autonomía o sea destruir el claustro, vale decir, el truco de la gitana. Una Superintendencia Nacional de Educación Universitaria.
Nacida para ser instrumento de un poder ejecutivo autoritario, esa superintendencia autorizará o denegará el funcionamiento de universidades, facultades, escuelas y programas, y al mismo tiempo tendrá el poder de cancelarlas.
No terminan allí los poderes del pulpo. Se extienden también a la selección de docentes y alumnos. En desdichadas declaraciones periodísticas, el general Mora ha señalado que no se permitirá el ingreso de jóvenes con una determinada ideología política o con una condena judicial cumplida. Además de perverso, aquello es anticonstitucional y antijurídico, y más aún violatorio de los derechos de la persona humana. Otra vez, se nos quiere meter en el régimen del miedo. Ni los aludidos podrán entrar, ni las personas conscientes podrán expresarse por temor de ser considerados como tales. Como ya se ha dicho, lo peor que le puede pasar a una sociedad es sentir miedo de pensar y expresarse. Que el miedo se apodere del espíritu de la gente es censura. La censura es un secuestro al pensamiento. Atemorizar la opinión ajena es el camino más directo a la autocracia.
Se comprende las razones por las cuales la solución propuesta ha despertado interés. Además de las buenas universidades, hay otras que exhiben serias carencias. Empero, la causa de la crisis no es la autonomía universitaria. El necesario decirlo y denunciarlo, el origen de toda esta miseria se encuentra en él acta constitucional heredada de la dictadura cuando aquélla trata de ofrecer un marco legal de inversión y de libre mercado a lo que debería ser no comerciable interés nacional.
El estatuto universitario redactado durante el gobierno del Dr. Bustamante y Rivero provino de discusiones entre los peruanos más importantes del siglo XX. Luis Alberto Sánchez, Antenor Orrego, José Gálvez, Manuel Seoane, José Antonio Encinas, Honorio Delgado, Mariano Iberico, Víctor Andrés Belaúnde son nombres que en nada puede compararse a los de los olvidables miembros de la Comisión Mora. ¿Crisis o miseria del congreso actual?
Bien parece que el neoliberalismo implantado en el Perú necesita de un rostro autoritario y para ello hay que destruir la universidad. Entre gitanos no se lee la suerte.
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