Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
El recordado conservacionista Felipe Benavides (Lima, agosto 7 de 1917- Londres, febrero 21 de 1991) exhibió una trayectoria consagrada a un preclaro ideal: el resguardo de la supervivencia silvestre, el hábitat y el patrimonio natural. Luchas incomprendidas en momentos en que los asuntos medioambientales eran ajenos a las demandas sociales inmediatas.
Enriquecieron su vida las multifacéticas vivencias -propias de su educación familiar y condición de clase- experimentadas en su juventud. Ostentó una personalidad avasalladora, seguro de sí mismo, con espíritu emprendedor y nutrido por la influyente sapiencia europea de mediados del siglo XX. Agresivamente franco, frontal e implacable para defender nobles causas. Mario Vargas Llosa anotó: “Con mi respeto y admiración al último de los idealistas”.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando se desempeñaba como primer secretario de la misión diplomática peruana en Londres, ofreció su ayuda humanitaria a la Cruz Roja Internacional conduciendo ambulancias y rescatando a las víctimas de los incesantes bombardeos alemanes sobre la metrópoli inglesa. Esta experiencia sensibilizó su vocación por la protección de las fuentes de alimentación de las poblaciones afectadas por la conflagración.
Aristócrata de nacimiento e integrante de una estirpe enraizada con la república. Felipe se comprometió con la necesidad de alcanzar el desarrollo sostenido usufructuando las extraordinarias riquezas oriundas y, por cierto, respetando las ancestrales tradiciones de los villorrios. Una de sus victorias más significativas fue salvaguardar a la vicuña e impulsar el empleo de su fibra para mejorar la economía del campesinado.
El primer campanazo en su enérgico avatar se produce en 1953 a los 36 años de edad. Se enfrentó a la poderosa flota pesquera del multimillonario Aristóteles Onassis, presionó al gobierno para imponerle una severa multa y lo obligó a retirarse de nuestro litoral. Gracias a su denuncia la Marina de Guerra del Perú intervino y apresó al barco “Olympic Challenger” de 18,000 toneladas. Esta incursión costó al magnate griego dos millones de dólares de sanción, aunque no recuperamos las 4,000 ballenas cazadas en forma despiadada.
Evidenció su inquietud por la educación, la recreación y el esparcimiento familiar al proponer la construcción de un nuevo zoológico en la ciudad. En este empeño cumplió una labor significativa: gestó, fundó y presidió ad honorem del Parque de Las Leyendas (durante casi 15 años) y logró posesionar este indudable escenario en la reminiscencia de los limeños.
Tiempo más tarde y después de estudiar los informes del biólogo británico y héroe de la Segunda Guerra Mundial, Ian Grimwood y del estudioso Carl B. Koford, Benavides planteó la creación de la Reserva Nacional de Pampa Galeras. Para este propósito consiguió la invalorable aportación del presidente de la Sociedad Zoológica de Frankurt, el profesor alemán Bernardo Grzimek, quien gestionó dos millones de dólares -provenientes de la República Federal Alemana- en ayuda técnica para esta área protegida de vicuñas.
El establecimiento de esta reserva -dedicada al cuidado, manejo y explotación de este animal silvestre- se concretó con la participación de la comunidad de Lucanas, que cedió parte de sus tierras a cambio de recibir asistencia gubernamental. Mantuvo un trato recíproco con los aldeanos ayacuchanos que, además, lo nombraron su presidente honorario. “Soy el único Benavides que es presidente de una comunidad campesina y que no es socio del Club Nacional”, decía con orgullo.
Los esfuerzos de Felipe Benavides recibieron la justa gratitud del ex presidente Fernando Belaunde Terry, quien en 1977 le escribió: “Tengo que agradecerte una vez más por tu acertado consejo y tu decidida orientación en lo referente a la preservación de la vicuña en Pampa Galeras. Aunque los correspondientes laureles te pertenecen por entero, me halaga que obra tan trascendente se realizara en mi tiempo. Las estadísticas son consagratorias en cuanto al aumento de la población”.
Pasó a la historia del movimiento conservacionista, entre otras numerosas consideraciones, por haber sido el primer ganador y único compatriota hasta nuestros tiempos en merecer el premio “J. Paul Getty” (1975) -otorgado por el jurado presidido por su alteza real Bernardo de Holanda-, en reconocimiento a su rol para preservar a la vicuña de la extinción y “por sus esfuerzos para crear el Parque Nacional del Manú”. Su amigo, el príncipe Felipe de Inglaterra –presidente honorario del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)- le manifestó en una nota: “Yo he estado fuera y perdí las noticias de que te ganaste el premio Getty. Estoy realmente contentísimo. No puedo pensar en ninguno que haya alcanzado tanto, teniendo que afrontar tales dificultades. Muchas felicidades”.
Su cometido mereció el elogio del príncipe Bernardo de Holanda, quien declaró al entregarle la distinción Orden “Van de Guoden Ark” (1973): “...Esta orden es conferida, por su enérgico liderazgo en la conservación de la fauna silvestre en América Latina y en particular por su participación en salvar a la vicuña de la extinción”. Por su parte, el Felipe de Inglaterra en una misiva enviada en 1985 al escocés Ian MacPhail, fundador del WWF Internacional, afirmó: “Estoy muy complacido en saber que él (Felipe Benavides) está tan activo como siempre. Espero que su especie no esté en peligro, de lo contrario, todo el movimiento de conservación se colapsaría. La realidad es que él, es un espécimen único de esta especie y tiene que hacer cosas a su propia manera. Le deseo todo el éxito”.
Bregó activamente con las agrupaciones campesinas y nativas. Empecinado protector de la intangibilidad de la Reserva Nacional de Paracas -amenazada por la sobreexplotación de la concha de abanico-, intervino en la fundación de la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca y alentó campañas contra el tráfico ilegal de la flora y fauna. El oso de anteojos, la taruca, el lobo de mar, la nutria de río y el tigrillo, fueron algunas de las variedades silvestres merecedoras de su atención. Fue determinante su asesoría en la preparación del capítulo denominado “De los Recursos Naturales” de la Carta Magna de 1979.
Obtuvo la aprobación en la sexta conferencia anual de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Canadá, 1987), de la propuesta del estado peruano para elaborar telas de lana de vicuña provenientes de la esquila de animal vivo –registradas con la marca “Vicuñandes-Perú”- con el unánime respaldo de la congregación científica. De esta manera, se iniciaba una nueva etapa en la utilización racional de este camélido para beneficiar a las circunscripciones andinas.
Felipe ganó batallas, inspiró envidias, cultivó admiraciones, suscitó polémicas, afirmó anhelos y despertó afectos en los habitantes de la serranía. Su memoria estará vinculada con la tutela de los recursos naturales y los ecosistemas. Fue un visionario adelantado a su época que sensibilizó a la sociedad acerca de la vigencia de los asuntos “verdes”. Su voz llegó a representativos foros como la Academia de Ciencias de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en donde fue presentado como “naturalista natural”.
Su mensaje también es un referente cívico y moral que debe inspirarnos amantenernos firmes e incólumes en nuestros principios y valores. Demostró consecuencia y evadió dejarse vencer por las apatías de una nación invertebrada, convulsionada e insolidaria. Hizo de la honradez, la valentía y la lealtad, una convicción que definió sus actos en todo tiempo, circunstancia y lugar. Tenía un elevado concepto del honor y la dignidad.
Evocar a tan afamado conciudadano es un gesto de entereza en un entorno renuente, ingrato y ausente de filiación colectiva para valorar las confrontaciones libradas en amparo de nuestros propios intereses. Su proceder estuvo dedicado al país con el que lo unió un sentimiento diferente, agudo y disconforme que nunca ocultó. No obstante, su quehacer se enmarcó dentro de esas emociones enaltecedoras. Trabajó por el bien común hasta el último suspiro de su existencia sin insinuar remuneraciones, privilegios o mezquindades.
Sus palabras: “Los 20 millones de peruanos de mañana no perdonarán nunca a los que hoy, si les destruimos su fuente alimenticia por haberla descuidado o simplemente exportado, como fue el guano, caucho, maderas, pieles, chinchilla y, por poco, la vicuña. Cuidado y visión hacia el futuro es la única posibilidad de resolver este problema” (1974), hablan de su constancia para asegurar el capital ecológico a las presentes y venideras generaciones. Esta es la inapreciable herencia de un hombre apasionado, íntegro y probo.
(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda.http://wperezruiz.blogspot.com/ - http://fbenavidesbarreda.blogspot.com/