Por Herbert Mujica Rojas
En Perú, las cosas de puro repetidas se olvidan. Pero también afincan en el imaginario popular y se dan por ciertas aunque sean ¡absolutamente falsas! Por ejemplo, el martes cumplióse aniversario de la muerte de José Bernardo de Tagle y en casi todas las radios nacionales se dijo: “apresado por los españoles en el Real Felipe”. Y la verdad, monda y lironda, sucia y descarnada es ¡muy diferente!
Escribe Jorge Basadre en Historia de la República: “Con fecha 6 de marzo de 1824 firmó en Lima Torre Tagle, usando de nuevo su título de marqués, un manifiesto, que fue escrito por Berindoaga y publicado por orden del general español Monet. Allí narró, desde su punto de vista, lo ocurrido entre él y Bolívar, así como los últimos sucesos de su infortunada administración. Terminó con expresiones contra el “falso brillo de ideas quiméricas que, sorprendiendo a los pueblos ilusos, solo conducen a su destrucción y a hacer la fortuna y saciar la ambición de algunos aventureros”. Por todas partes (agregaba, pasando por alto, en forma censurable, la grandeza de la causa de la libertad a la que había servido y usando argumentos que siempre se esgrimen ante las revoluciones los partidarios de las clases privilegiadas amenazadas y que su enemigo Riva-Agüero también empleara) no se ven sino ruinas y miserias. En el curso de la guerra ¿quiénes sino muchos de los llamados defensores de la patria han acabado con nuestras fortunas, arrasado nuestros campos, relajado nuestras costumbres, oprimido y vejado a los pueblos? ¿Y cuál ha sido el fruto de esta revolución? ¿Cuál el bien positivo que ha resultado al país? No contar con propiedad alguna ni tener seguridad individual. Yo detesto un sistema que termina al bien general y que no concilia los intereses de todos los ciudadanos”.
“En una carta que, desde el Callao, escribió al marino Blanco Encalada (22 de enero de 1825), Torre Tagle le pidió que “en nombre de Chile le entregase un asilo bajo su bandera como el que generosamente me concedieran jefes españoles, distinguiéndose entre ellos en toda clase de consideraciones conmigo, el señor Rodil.
¿Fue, en realidad, un asilado entre los españoles o un aliado de ellos? La segunda de estas posibilidades parece afirmada en un papel al redactor de su manifiesto, Juan de Berindoaga (cuya reproducción fotográfica ha publicado Luis Alayza y Paz Soldán). Allí dice, con palabras que lo acusan, que ansía evitar la desconfianza de los españoles ante él y busca, más bien, que estén contentos, “mucho más –agregaba- cuando yo, convencido de la canalla que constituye la patria, he resuelto en mi corazón ser tan español como D. Fernando”. Con este comprobante no parecen insinceras las frases insertas en el último párrafo del manifiesto de 1824 en la parte que, después de solicitarle al Perú que no tolerase que en su recinto se levantasen templos a la tiranía bajo la sombra de la libertad, concluye afirmando que “de la unión sincera y franca de peruanos y españoles todo bien debe esperarse; de Bolívar, la desolación y la muerte”. Y para no dejar la menor duda, el párrafo anterior había empezado con esta frase: “Unido ya el ejército nacional mi suerte será siempre la suya”. Frase que recibe lúgubre significado con la muerte de Torre Tagle, su esposa y un hijo menor, en las circunstancias más espantosas, en el Callao, en los últimos días de la resistencia española. Con ella parecen coincidir, por otra parte, una hoja suelta con un ataque feroz a Bolívar, que apareció bajo su firma y que circuló además por haber sido reproducida en el Boletín del ejército realista, así como una carta, fechada en Lima el 17 de abril de 1824, dirigida al general José Canterac y más tarde incorporada al proceso de Berindoaga, en la que se pide que se permita al guerrillero Ninavilca unirse a los españoles. Berindoaga, en el suplemento de su manifiesto, lo presentó como gozando de favor entre los jefes del Callao. Pero en su comunicación a Blanco Encalada, mencionada anteriormente, afirmó Torre Tagle ser solo un asilado. No ocupó ningún cargo político, administrativo o militar a las órdenes del virrey o de sus generales y la versión de sus descendientes es que murió en el Callao el 26 de setiembre de 1825, estando preso con su familia.”
Basadre, galano al fin y al cabo, sereno formal y rigurosamente frío, no cruza el Rubicón para llamar al pan, pan y al traidor, traidor con todas sus letras. Como no somos Basadre y no tenemos por qué seguir aquellas conductas tan moderadas, declinamos tales comportamientos. Y a este miserable que fue José Bernardo de Torre Tagle hay que llamarlo por su nombre: ¡traidor a secas! Se solidarizó con los ibéricos, siempre invasores e intrusos, estuvo con ellos de corazón e ideas, afincó en el Real Felipe arrastrando a su familia en la acción proditora.
Y la diplomacia peruana tiene el baldón inexcusable de llamar a su edificio principal Torre Tagle como sinónimo de su think tank, usina de ideas y estrategias. Ni ideas ni estrategias, sólo claudicaciones vergonzosas y elusivas de una real integración con el Perú profundo y con el hombre y mujer de abajo, aquél que se levanta al amanecer y duerme los sueños de una justicia que jamás verá porque así lo consagraron delincuentes y pillos que son, básicamente, los que han regido los destinos de este país. ¿Hará un referéndum interno y sincero el grupo sano de diplomáticos talentosos que aún persiste con su presencia en Cancillería para cambiar de nombre y borrar de su fachada la simbólica convocatoria al alma de un traidor como Torre Tagle? ¿Será posible semejante revolución?
La historia del Perú es básicamente gesta maquillada y cosmética de poderosos que han impedido a toda costa que el pueblo se entere cómo durante las guerras sus ancestros alineaban siempre con las tropas invasoras y pasadas las belicosidades, presentaban, casi de inmediato, como hoy, sus saludos al vencedor insolente. Holgazanes y cobardes, los poderosos no supieron sino vivir del guano y las consignaciones, del timo y del cohecho culpable contra los sagrados intereses de las mayorías nacionales. Hoy viven de la minería, de la contaminación del medio ambiente, del asesinato del proyecto de vida de 26 millones de peruanos; proclaman la seguridad cooperativa y la gerencia por objetivos, impulsan homologaciones en gastos de armas cuando los vecinos ya nos llevan 100 años de ventaja y entonces seremos como dice el patriota Alfonso Benavides Correa: “una presa apetecible”. Contra esa falsificación masiva y abyecta, furiosa en su plagio y cicatera en sus luces, insurgen las nuevas juventudes con el propósito fundamental, nacional y nacionalista de la revolución peruana.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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28-9-2006