Eduardo Abusada
 Eduardo Abusada

 

marzo 17, 2014
Escribe Revista Velaverde
   
EABUSADA-53-BLANCA“La historia de Cirilo, de acuerdo a la Televisión Nacional de Chile, es la de un indocumentado que hace mil cachuelos y siempre termina ‘metiendo cabeza’ a sus empleadores chilenos”.

POR EDUARDO ABUSADA

Editor General

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. / Twitter: @eabusad

Hace dos días me llegó un CD con un programa piloto de humor que viene trabajando Televi­sión Nacional de Chile (TVN) con sus “genios” productores. Como se sabe, TVN es una cadena pública que compite fuerte con las televisoras privadas y tiene mucha presencia internacional. Luego de ver un par de estos programas de prueba, quedé por de­más indignado.

Para empezar, "El Peruanito’ Cirilo", siguiendo el genoma investigado por la “científica” Laura Bozzo, no tiene dien­tes. Bueno, sí tiene, pero un par que bailan en solitario. El resto de la den­tadura ha sido disimulada pintada de negro. Además, Cirilo ostenta una enorme nariz falsa, con un caballete exageradamente pronunciado. Des­de luego, a estos genios creativos de TVN se les ha ocurrido ponerle una vestimenta intencionalmente sucia y desaliñada.

Lo anterior es apenas sobre su aspecto físico. En cuanto a sus modales, esta televisora chilena ha creído conveniente que "el peruanito Cirilo" eructe sonoramente cuando le viene en gana y, si es entre “perso­nas bien”, tanto mejor. Por supuesto, siguiendo esta lógica, en el capítulo que vi, Cirilo tiene una seria alergia a los desodorantes y cualquier otra forma de higiene. De acuerdo al perfil del personaje, que se delinea ya en ese primero episodio, ‘el Peruanito’ se baña una vez al mes y es cuando ocasionalmente riegan el jardín del parque donde le gusta dormir. Ah, y como no podía ser de otra manera, el olor a cebolla que emana de su boca turba a los que se interponen entre sus travesuras, en una burda broma que su­giere que Cirilo se alimenta casi exclusivamente de ceviche.

Otra de las características de Cirilo es que parece sufrir de una invencible incontinencia urinaria, pues orina con frecuencia en la vía pública y, cada vez que los carabine­ros quieren apresarlo o multarlo por ello, logra de alguna astuta forma librarse para luego sacar a relucir una frase que repite siempre en tales ocasiones: “Picha peruana mea donde le da la gana”.

La historia de Cirilo, de acuerdo a la Televisión Nacional de Chile, es la de un indocumentado que hace mil cachuelos y siempre termina “metiendo cabeza” a sus empleadores chilenos. Pero no todo es malo: Cirilo parece salirse siempre con la suya de todos los embrollos en los que se mete. Ma­neja muy bien la ironía y tiene la respuesta ácida y efectiva en la punta de la lengua. Cada vez que se sale con la suya, otra frase cliché emerge de su des­dentada boca: “Seré peruanito, pero tengo mi cerebrito”.

Si ha logrado leer hasta acá, imagino que se siente seriamente estereotipado y furioso con lo que los productores chilenos consideran humor. Jode, ¿no? Pues bien, desde luego, lo narrado es una ficción, no existe tal programa piloto, eviden­temente. Pero lo que sí existe en­tre muchos peruanos es la misma indignación que puede el lector ha­ber sentido al ver programas franca­mente ramplones, como La Paisana Jacinta y El Negro Mama.

La discriminación no se mide des­de el sillón de quien mira la televisión matándose de risa. No. Se mide des­de la visión del afectado, aquel que tiene una cultura vasta y milenaria que se ve reducida a un personaje esperpéntico lleno de lugares comunes y humor elemental, de grosería fácil. A veces, hay que ponerse en los ojos del otro.

No se venga con el argumento resignado de que se trata de reírnos de nosotros mismos, cuando de lo que realmente se trata es de odiarnos y discriminarnos entre nosotros mismos. No pidan “tener correa”, pidan tener dignidad. ¿Saben qué es esa palabra?

Bueno, ya va a empezar La Paisana Jacinta en horario estelar y al alcance de los niños. Pero, como dice mi com­padre ‘el Búho’, apago el televisor.

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