Freddy Salazar*
Desde el gobierno y el sector empresarial se ha salido a atacar con furia toda idea de un aumento del salario mínimo, poniendo al desnudo que el modelo que se exhibe con “éxito”, se basa en salarios y condiciones de trabajo miserables que son de los más “competitivos” del mundo.
Gran alboroto se armó las últimas semanas sobre el tema del salario mínimo vital. Una crisis de gabinete que venía de atrás fue saldada aprovechando una aislada declaración del primer ministro Villanueva sobre el tema, y con ella el gobierno hizo exactamente lo que no quería: colocarlo en la agenda pública. Hasta el flamante nuevo premier, René Cornejo, tuvo que reconocer el hecho, obligando nuevamente al presidente a declarar de manera enfática que es “irresponsable seguir hablando sobre el tema”. Mientras tanto, una horda patronal ha salido al ataque contra toda idea de aumento del salario mínimo, obligando a los trabajadores y trabajadoras a reflexionar y discutir sobre el tema que los compete a nadie más que a ellos.
El tema surgió como un incidente pero cobró relevancia porque el salario mínimo, que es un referente básico para establecer el precio de venta de la fuerza de trabajo, está congelado desde hace dos años. Además, con un piso tan bajo es difícil mejorar los aumentos ofrecidos en las negociaciones colectivas. Los trabajadores y trabajadoras sólo vienen percibiendo miserias y se han convertido en pobres orgánicos, pese al buen momento que vive la economía nacional y al afiebrado optimismo empresarial y gubernamental por la marcha de los negocios. Definitivamente no existe correspondencia entre la boyante riqueza empresarial y la compensación miserable que recibe la clase trabajadora pese a ser la verdadera fuerza productiva.
Pero esto que en sí mismo ya es escandaloso, terminó siendo colocado en la vitrina pública por el mismo gobierno que abrió un debate sobre el tema en el mismo momento que negaba decidía otorgar un aumento de ¡100%! a sus ministros de estado (de 15 mil se aumentaron a 30 mil soles de golpe). Ciertamente no es posible pensar que en Coca Cola, Ripley o Alicorp la patronal aumente los salarios en un 100% pese a que los empresarios tienen suficientes margen de ganancia para otorgarlo. Pero en el estado esto sí es posible. No sólo para los ministros: también se aumentó a los oficiales de las fuerzas armadas, de la policía nacional y del poder judicial en un promedio de 100%, con el pretexto de la “reforma del Estado” y de mejorar la “eficiencia”. Lo raro es que la reforma y la eficiencia sólo premia, y ¡bien!, a la alta burocracia, mientras que a los 350 mil maestros y maestreas que educan a los hijos del pueblo trabajador (en una situación donde la evaluación PISA nos ubica en el último nivel de calidad educativa), se les dio hace más de un año un aumento de apenas 5%. Mientras a los trabajadores estatales, en aplicación de la ley Servir, se les niega incluso el derecho a la negociación colectiva. Si así trata el estado a sus trabajadores peor actúa el sector privado.
Prohibido hablar del salario mínimo señores
Humala, que cree como Luis XVI que el estado es él, ha dicho enfáticamente que es “irresponsable” hasta hablar del tema. Sin embargo, con ello no hace más que expresar el sentir empresarial que en todos los términos viene argumentando contra toda posibilidad de aumentar el salario mínimo. Veamos, sino, declaraciones de algunos de sus voceros:
“… el presidente ha hecho algo que muy pocas figuras públicas se atreven a hacer y ha declarado públicamente que subir el salario mínimo sería `una irresponsabilidad`. Lo sería, sin duda”. (El Comercio).
“…Los salarios no se pueden aumentar por ley. Si se subiera la RMV, el efecto sería muy pequeño, menos del 5% de la fuerza laboral… (Además) el 68% de la fuerza laboral es informal y eso se explica porque “no hay flexibilización del mercado laboral y ese es el asunto de fondo”. (Juan Mendoza, de la Universidad del Pacífico). Es decir, en lugar de aumentar el mínimo hay que recortar más los derechos laborales.
El “aumento sería catastrófico… Los salarios deben responder a los aumentos en la productividad del trabajo y esa es la política que deberíamos seguir”. (Comité de Confecciones de la Sociedad Nacional de Industrias). Mejor dicho: ¿Quieres ganar más? Trabajen más, pues.
El Frente Amplio confirma que está del lado patronal
El Frente Amplio en una conferencia de prensa con su equipo de “economistas” confirmó (al menos para los que aun tienen dudas) de qué lado de la vereda se encuentra. Según ellos se puede producir un pequeño ajuste de 100 soles en la RMV para no afectar la marcha de la economía”.
PPK y el economista fujimorista Gonzales Izquierdo han planteado lo mismo: un ajuste que compense el alza de la inflación y de la productividad de los dos últimos años.
Si hasta el que más habla de igualdad y pretende representar una opción avanzada de izquierda pide un incremento de la RMV a 850 soles, podemos comprender claramente que los millones de trabajadores peruanos no nos sentimos representados ni por estos señores.
La verdad sobre la situación de la clase trabajadora
La realidad salarial y de condiciones de trabajo de la clase trabajadora hablan por sí solos: son miserables. Aquí los datos más simples y oficiales:
· De 5 millones de la Población Económica Activa de Lima, sólo la mitad tienen un empleo llamado “adecuado” porque trabaja más de 35 horas semanales y tiene ingresos superiores al mínimo oficial. La otra mitad, 2.5 millones, son subempleados que trabajan por horas o perciben sueldos menores del sueldo mínimo vital (S/.750) y no tienen ningún derecho laboral (vacaciones, seguro social, gratificaciones, etc.), y una porción son desempleados netos. La realidad en las zonas rurales y provincias es obviamente peor.
· De un total de 30 millones de habitantes en el Perú solo 7 millones viven de un salario. El resto (casi el 80%) no trabaja, son desempleados, sub empleados o informales que viven en diferentes grados de pobreza.
· De los que trabajan de manera “formal”, sólo el 10% percibe una remuneración que es superior a la canasta básica familiar que está arriba de los 1.675 soles, y tienen acceso a la salud y otros beneficios. El resto, el 90% de los asalariados “formales”, ganan por debajo de este monto. De acuerdo a la definición oficial, todos ellos están por debajo de la línea de pobreza, o mejor dicho son pobres orgánicos porque su nivel ingresos, por más que se rompan el lomo, no alcanzan a cubrir el valor de la canasta básica. (Con datos de Alfredo palacios Dongo, en “Perú: Preocupante situación laboral”).
¿El “Misterio del Capital”?
Hace algunos años, el intelectual Hernando De Soto escribió un libro que es la Biblia de las Escuelas de Negocios, donde pretende descubrir una bondad casi natural del capital: “genera riqueza”. En realidad acá no hay ningún misterio sino una verdad que nació hace siglos con la organización capitalista de la producción: la base de la ganancia empresarial es la explotación del trabajo. A mayor explotación mayor ganancia. El llamado “milagro peruano” que muestra un sostenido crecimiento de 10 años y que se expresa en el éxito que exhiben los grupos empresariales, se debe a este simple hecho: en el Perú se paga uno de los salarios más bajos y se tiene las peores condiciones de trabajo del mundo.
El propio Departamento de Trabajo de los EEUU dice en un informe que el Perú tiene los costos de la mano de obra industrial promedio más bajos del mundo, en los que superamos a China, Honduras y Ecuador.
Es más. Los salarios no han mejorado con la expansión económica sino tienden a quedar congelados pese al crecimiento de la ganancia capitalista. El asesor empresarial Bruno Seminario, dice a este respecto: “El ciclo expansivo no ha mejorado la distribución del ingreso, pero sí ha hecho crecer los beneficios de las empresas. Todo el aumento de la productividad no se ha trasladado en el aumento de los salarios…Mientras el PBI ha crecido 6.5% promedio anual durante ocho años, el salario lo ha hecho en un 2%”.
Para mayor detalle, precisa: los salarios del sector minero, que es el que genera más riqueza, han crecido apenas 0.5% en forma anual entre el 2004 y el 2012. En la industria ocurre lo mismo: en ese mismo periodo de ocho años creció anualmente un promedio de 0.7%.
Mejor dicho, las ganancias suben por ascensor mientras los salarios lo hacen por escalera. Celima, Alicorp, etc., todos los que negocian pliegos, son fieles testigos de esta realidad que deben sufrir cada año donde pese a luchar duro se les impone un tope de aumentos que no pasa de significar miserias en relación a la creciente ganancia y expansión que muestran sus empresas.
Por ello mismo, el sueldo mínimo que es el piso referencial para el resto de las remuneraciones, es uno de los más bajos en Latinoamérica. En Chile la remuneración mínima es de US$ 420, Colombia US$ 300 más un auxilio de transporte de US$ 35, Brasil US$ 314; etc. En Perú es US$ 267,66.
La situación de los “trabajadores” informales es peor
La legislación vigente reconoce como “microempresa” a aquella donde trabajan de 10 a menos trabajadores, y a la pequeña empresa donde laboran de 11 a 40 trabajadores. De conjunto ambas representan el 98.3% de la actividad “empresarial” del país y comprenden al menos a 11 millones de trabajadores. En este inmenso mundo de la pequeña y microempresa reina la casi absoluta informalidad donde no se cumple ni siquiera con el pago del salario mínimo, no hay seguro, vacaciones ni ningún derecho para casi esos 11 millones que trabajan en condiciones infrahumanas. Sólo un dato: El 47.7% de ellos no recibe ningún salario porque utilizan trabajo familiar.
En resumen, junto a un 90 % de trabajadores “formales” que realmente son pobres porque su nivel de ingreso no cubre la canasta básica familiar, la inmensa mayoría de la población trabajadora (casi 11 millones) que vive de algún trabajo, lo hace en la informalidad percibiendo ingresos irrisorios y sin derechos básicos. (Datos del diario Gestión 15.08.2013)
El 2014 los salarios “crecerán menos”
La perspectiva para los trabajadores y trabajadoras no es mejor. Para los años 2014 y el 2015 se proyectan crecimientos en torno al 5%. En una encuesta reciente realizada por la Cámara de Comercio de Lima, un sólido 75% de los empresarios muestra entusiasmo porque, por este hecho, perciben que sus negocios seguirán creciendo.
Sin embargo, qué están pensando sobre los aumentos salariales. Por un lado saludan con entusiasmo que el gobierno mantenga congelado el salario mínimo. Por otro, piensan recortar sus ofertas en las negociaciones colectivas. Según el estudio de Hay Group “En 2013 el promedio de aumento salarial fue de 6.6%, pero para este año (2014) la cifra se reducirá a 5.39%...(además) un 8% no tendrá ningún aumento”.
Los “argumentos” contra el aumento mínimo
Los falsos técnicos del estado y la patronal argumentan sobre los perversos efectos de incrementar el salario mínimo y los salarios en general con puras falacias.
Uno de ellos es que el aumento del salario mínimo favorecería apenas a un 5% de los trabajadores formales, que, se dice, en su mayoría ganan por encima de dicho monto.
Pero, más que “beneficiar” a ese 5% de lo que se trata es de fijar un piso más alto para que las negociaciones colectivas tengan un punto de referencia mayor. Por ejemplo, si el salario mínimo sube a 1,000 todos los que ganan más el mínimo actual de 750 pelearán por ganar más que ese monto, y en general todas las negociaciones colectivas tendrán como referencia el nuevo piso salarial. Además, en función del salario mínimo es que la gente busca trabajo. Los estudiantes y todos los que trabajan par time, calculan la hora/trabajo en base al mínimo, etc. Contra todo lo que desgañitan por demostrar los plumíferos del capital, no hay ninguna duda que elevar el monto del salario mínimo es de decisiva importancia para mejorar el nivel de vida de la clase trabajadora.
Otro argumento contra el aumento del salario mínimo ha sido planteado por el Banco Central de Reserva que dice que por cada 1% de alza en el sueldo los costos laborales se elevan 0,8%. "Así que un aumento de S/. 75 soles significaría subir los costos de las pequeñas y medianas empresas en 8%. Eso lo único que hace es desmotivar la formalización a favor de los mismos empleados y los nuevos que se contraten será de manera informal".
Ya vimos que los costos del trabajo son uno de los más bajos del mundo y existe margen de sobra para un aumento decente. Pero lo que se dice respecto a que la informalidad aumentaría en caso de aumentarse el mínimo, es responsabilidad del estado combatirlo. En nombre de la informalidad no se puede justificar salarios miserables. Lo que en verdad se quiere ocultar con este argumento es que el estado y la patronal en los hechos protegen la informalidad (“hay que evitar que suban sus costos”), porque con costos bajísimos pueden prestar servicios baratos a las grandes empresas, quienes así, adicionalmente, se benefician de la sobreexplotación que sufren los trabajadores y trabajadoras de estas empresas.
Para el caso valga un solo ejemplo: la enorme industria de confecciones local y la que florece en Gamarra, ejemplo de de los llamados “emprendedores”, se apoya en microempresas que le dan servicios de costura y otros conexos, donde trabajan decenas de miles de hombres y mujeres al destajo y bajo la forma de trabajo a domicilio, sin salarios mínimos y sin derecho a nada.
Entonces, la denuncia sobre el peligro de que crezca la informalidad es pura hipocresía porque en realidad se la defiende y protege desde arriba para obtener servicios y producción a costos ínfimos, al mismo tiempo que se la utiliza como presión para mantener abajo el salario mínimo y los derechos laborales. Es más, cuando la patronal se queja de que en el Perú los costos laborales son “altos”, lo que está pretendiendo es colocar a todos los trabajadores en ese nivel de la informalidad.
El aumento del salario mínimo sí está en agenda
La “prohibición” de poner en debate el aumento del salario mínimo revela que la pareja presidencial actúa, para todos los efectos, como una dictadura porque violenta lo que establecen las leyes y la institucionalidad.
El economista Humberto Campodónico ha hecho notar lo siguiente: “La Constitución de 1993 dice que “las remuneraciones mínimas se regulan por el Estado con participación de las organizaciones representativas de los trabajadores y de los empleadores. La Ley 27711 del 2002 estableció que el Consejo Nacional de Trabajo —institución adscrita al Ministerio de Trabajo— asume esta responsabilidad. El CNT, cada dos años, analiza la situación (de acuerdo a criterios técnicos) y eleva su informe al Consejo de Ministros, que toma la decisión final. El ordenamiento legal e institucional vigente pone el tema en la agenda del gobierno. El CNT debe terminar su trabajo y presentar su informe al Consejo de Ministros.”
Asimismo, agrega: “En Chile, la ley establece que todos los años el salario mínimo se discute entre el gobierno y la CUT (central sindical)... En Colombia, la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Laborales y Salariales (una tripartita como acá) discute el salario mínimo todos los años”. Etc.
Humala puede sentirse un autócrata pero no está encima de la ley. El tema está en agenda y se debate en el CNT. Los trabajadores y trabajadoras debemos estar atentos a lo que ahí se discuta porque será decisivo para el futuro de nuestras remuneraciones.
El aumento del salario mínimo acorde a la canasta básica familiar es posible porque existe capacidad económica de los empresarios y del estado, y porque las perspectivas son de mayor crecimiento. El aumento salarial permitirá elevar la capacidad de consumo de millones de trabajadores, redituando en beneficio de las propias empresas que así tendrán una mayor demanda. Por ejemplo, el presidente Obama de Estados Unidos (que no tiene nada de “izquierda”), acaba de elevar el salario mínimo en ¡40%!, sí 40% por ciento si no se ha leído bien. Y eso que su economía sacudida por una inmensa crisis apenas crece. Obama dice: “…la economía mejora tras la recesión, pero ello no se refleja en los bolsillosde su gente. Denle un aumento a Estados Unidos porque aquí nadie que trabaje duro debería vivir en la ruin pobreza…todos deberían tener la oportunidad de salir adelante”. ¿Qué nos dicen ante esto los neoliberales que en otras cosas si copian a los EEUU?
¿Qué debemos hacer?
El tema del salario mínimo se puso en agenda y viene siendo atacada por el gobierno y una horda de neoliberales serviles de los capitalistas que defienden la perpetuación del trabajo miserable en el país, base de sus enormes ganancias. Es el momento que los trabajadores y trabajadoras salgamos al frente por lo nuestro exigiendo un aumento del salario mínimo acorde al valor de la canasta básica familiar.
La dirigencia de la CGTP que se encuentra de espalda a los intereses de la clase trabajadora no ha hecho ni va a hacer nada para implementar esta lucha, más allá de algunas declaraciones o saludos a la bandera. Se necesita una acción decidida de toda la clase trabajadora. Por ello es clave que los sindicatos combativos tomen la iniciativa de coordinar esfuerzos para explicar y propagandizar la necesidad de tomar en sus manos esta lucha, y movilizar detrás de ella a sus bases.
En cada negociación colectiva todos sabemos que hay límites infranqueables impuestos por la patronal y que es muy difícil que podamos superarlos. Sólo la unidad de las fuerzas de la clase trabajadora puede vencer esta valla. Esta unidad se puede hacer hoy en torno a la demanda del aumento del salario mínimo acorde al valor de la canasta básica, y ganar a ella a la inmensa masa de trabajadores y del pueblo pobre que son los que sufren de manera directa la sobreexplotación y abuso de las servis, contratas y la inmensa masa de empresas informales.
El salario mínimo, que en verdad es el salario del miedo, debe recuperar su verdadero significado como remuneración capaz de atender las necesidades básicas de la familia trabajadora.
*Periodista. PST Perú.