alan garcia 207Por Eduardo González Viaña

El voto de confianza al gabinete sonó más a voto de desconfianza en el gobierno. Hay que recordar que, una sesión antes, ese voto había sido negado y ello ocurría por primera vez en la historia republicana.


A esto hay que añadir el ritmo decreciente de la aprobación popular al presidente. Ha llegado al 25 por ciento, luego de una constante cuesta abajo en la rodada.
 
Es una situación muy grave.
 
Discrepo de quienes la interpretan de una manera coyuntural. Dicen ellos que todo el problema reside en una suerte de poder paralelo familiar y le atribuyen toda la culpa a la primera dama del país.
 
Esa interpretación nació en el aparato de propaganda del expresidente García que todos los días habla con el espejo del cuento: "Espejito, espejito... dime quién te gusta más..." mientras acaso compara sus elefantiásicas curvas con la elegante silueta de su posible rival en las próximas elecciones presidenciales.
 
Se trata de algo más estructural: este gobierno no nos indica exactamente hacia donde va.  Carece de una visión estratégica de medio y de largo plazo.
 
Como lo hacen las combis, el chofer se detiene en cada esquina o acelera de súbito para ganar pasajeros, pero nadie sabe exactamente hacia dónde nos conduce.
 
Hay la sensación, además, de que la conducción del país se hubiera pasado al ministerio de economía cuyos tecnócratas son dogmáticos partidarios de la privatización y del neoliberalismo al mismo tiempo que desalmados en cuanto concierne a las necesidades sociales.
 
Ya hemos visto cómo la negativa del MEF a aumentar el salario mínimo ha sobrepasado todas las instancias, ha hecho caer al jefe del gabinete y ha propiciado el desgobierno y la práctica ruptura de la institucionalidad.
 
Si en este momento -como se anuncia- se aprueba la ley de la universidad peruana y se derriba la autonomía de la misma, la consiguiente respuesta de los estudiantes no tendrá que esperarse. En Chile, los universitarios llevaron al naciente gobierno de Piñera hasta una situación insostenible.
 
En estas condiciones, las encuestas continuarán con la flechita mirando hacia el suelo. Se está engendrando un gobierno muy débil. Lo peor de todo es que los gobiernos de esas características tratan de mostrarse fuertes de maneras que van contra la constitución y las leyes.
 
La tentación del autoritarismo está en la esquina. En el Perú, ya se han dado muchos pasos en ese sentido. Uno de los más temibles es la dación de la ley 30 151 que consagra la impunidad de los militares y las fuerzas policiales cuando hieran o maten en supuesta acción de servicio. En vista de que operará de forma retroactiva, servirá para abrir la puerta de la cárcel a quien el masacraron campesinos en Cajamarca y Cusco.
 
Mientras escribo esta nota, esa ley está probando su eficacia. Efectivos de la DINOES (la policía contratada por los mineros de Yanacocha) acaban de quemar el campamento de los cajamarquinos que cuidan sus lagunas. ¿Qué puede venir después de esta provocación?
 
No. El autoritarismo no es lo que la historia espera del actual presidente. Creemos que está a tiempo de formular políticas económicas capaces de impulsar la actividad interna. Todavía puede proyectar una nueva ley del trabajo para defender los derechos laborales. Le queda tiempo para honrar su palabra, deshacerse del acta de Fujimori así como de sus perversas leyes represivas. Cuando lo haga, entonces será de veras un gobierno fuerte.

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