Por: Antonio Zapata
Pocas veces se recuerda que el Perú posee valiosas propiedades en Arica, que lamentablemente se encuentran casi abandonadas. Se trata de tres conocidos bienes: el terreno del Chinchorro, el muelle y el ferrocarril. El origen de estos dos últimos se remonta al Tratado de Lima, firmado en 1929 durante el gobierno de Augusto B Leguía. Es el mismo documento de separación de Tacna y Arica y que estableció una serie de disposiciones, incluyendo la obligación de consultar al Perú en el caso que Chile decida ceder a Bolivia territorios situados en Arica.
Leguía negoció con firmeza y paciencia por obtener el muelle y el ferrocarril, asegurando la presencia peruana en Arica. Por ello demoró tanto el entendimiento, porque la idea de la división entre Tacna y Arica era un hecho desde hacía un tiempo.
Asimismo, la implementación fue lenta, habiendo demorado setenta años. Un muelle y ferrocarril siempre fueron vistos como cosa seria y la obra no fue sencilla. En oportunidades demoraron ellos y en otras nosotros. El caso es que recién en 1999, finalizando el gobierno de Fujimori, siendo canciller Fernando de Trazegnies, se produjo la entrega al Perú del muelle y el ferrocarril. Así, el Perú pugnó durante siete u ocho décadas para obtener una presencia significativa en Arica.
El origen del Chinchorro es algo diferente, pero corresponde a la misma época. En realidad fue un gran terreno que el Estado peruano adquirió para alojar a los compatriotas nacidos en Arica que habían migrado en razón a la chilenización de su provincia natal. Estos peruanos(as) eran invitados a retornar para participar en el plebiscito que había ordenado el árbitro internacional. Estos sucesos fueron inmediatamente anteriores a las negociaciones que derivaron en el Tratado de 1929.
Actualmente, la presión urbana de Arica es hacia el norte y se acerca cada día a la frontera. En esa dirección se halla el Chinchorro, acompañando la marcha de la ciudad. Por ello, el municipio de Arica ha trazado una pista que divide en dos el terreno, la mayor parte se halla a un lado, y al otro, hay un pequeño sector llamado “El Chinchorrito”. Aún es un gran terreno, excelentemente situado, en medio de la expansión urbana. Actualmente está cercado y abandonado desde que fue comprado, hace ochenta años.
Por su lado, el muelle peruano es pequeño en comparación al gran muelle chileno que se halla al otro lado de la bahía. El embarcadero chileno es muy moderno y dispone de grúas pórtico y profundidad adecuada para grandes buques cargados de containers. Mientras que el muelle peruano es corto y su profundidad impide que acodere cualquier barco moderno. Incluso cuando Arica recibe carga para el Perú, ella desembarca en el muelle chileno.
Para ampliar el embarcadero peruano y dragar el fondo se requiere autorización de Chile, que nunca la concederá. Por ello, nuestro muelle luce paralizado y opera una carga anual inferior a la semanal del atraque chileno. Actualmente luce difícil de mejorar y quizá sería mejor pensar en otros usos. Un espacio para restaurantes y artesanías peruanas podría ser mejor opción. A la gente le encanta pasear por los embarcaderos y si se combina con una buena oferta gastronómica podría funcionar mucho mejor que un muelle casi nulo para importación y exportación.
El caso del ferrocarril es parecido. Somos dueños de una estación y una línea que se encuentra detenida. Hace unos años dejó de operar. No se realizaron inversiones y todo era viejo, la vía angosta y los vagones antiguos. No obstante, entre Tacna y Arica hay gran movimiento de personas que diariamente van de un lado a otro. Actualmente lo hacen en buses y carros particulares. Por ello, un buen servicio seguramente tendría asegurado su público, que podría realizar trámites consulares dentro del mismo vagón.
Cualquier cosa menos la actual indiferencia, que ha provocado el abandono de bienes cruciales. Parecemos desconcertados, peleamos ardorosamente y cuando ganamos algo, lo olvidamos inmediatamente.
La República, 05.06.2014