Herbert Mujica Rojas

La furia indomeñable de la naturaleza decretó estos últimos siete días una tregua política en Perú. Carreteras destrozadas, puentes caídos, 75 personas fallecidas de manera trágica, casas derruidas, daños por miles de millones, son hitos de cómo el país la está pasando. Inevitable decurso que se agrava por la imprevisión y falta de honestidad de no pocas autoridades de ayer y del presente.

mujer huaico Punta Hermosa mar 2017


Son estas las situaciones límite que despiertan el alma dormida de miles de conciudadanos que salieron a las calles a ofrecer su ayuda para cargar bultos con donaciones, esgrimir pancartas en las esquinas exigiendo solidaridad, haciendo de la ciudadanía un ejercicio vívido, emocionante, real. El otro Perú que se guarece en muy cuestionables castillos en que las diferencias “sí importan”, declinó tales avenidas para producir momentos estelares de genuina fraternidad con los que más sufren.

Una tácita tregua política impuso la naturaleza. Los corruptos adláteres de Odebrecht, entre esos los expresidentes de tres administraciones pasadas; los almidonados ladrones que navegan entre charcos judiciales con magistrados comprables en oferta y demanda; los rateros que viven expoliando al Perú desde hace décadas, no pueden ¡siquiera! imaginar que están o estarán libres del ajuste de cuentas. ¡De ninguna manera, tregua NO es perdón!

Los traidores a la Patria, esos que en 2011 vía un miserable Memorándum de Entendimiento que con la complicidad de la DGAC, una resolución del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, el silencio proditor de la Cancillería y amparados bajo el gobierno del señor Alan García Pérez, no deberían celebrar una victoria de la que carecen. La advertencia por televisión fue hecha el pasado 12 de febrero y desde entonces nadie ha escuchado ningún descargo convincente a Enrique Cornejo Ramírez, José Antonio García Belaunde, Gonzalo Gutiérrez Reinel, a los congresistas entre 2006 y 2011 y empiezan los hombres de prensa a comprender la proporción del crimen cometido al obsequiar la soberanía aérea del Perú a Lan.

El Perú generoso, el de las juventudes nuevas y limpias, la Nación que muestra por calles y plazas su solidaridad, tiene en este reto de la naturaleza la gran ocasión de marcar la diferencia con corruptos y podridos. He allí el gran desafío: entender que es hora del recambio generacional y momento de licenciar a quienes no sirvieron al país sino a sus bolsillos.

Los momentos símbolos de la resistencia humana del habitante común y corriente son varios, señaladamente el caso de Evangelina Chamorro quien renació para demostrar el coraje de vivir escribiendo en el fango y lodo una de las más bellas páginas del heroísmo cívico. Puestos ante el reto, los peruanos y peruanas acuden con la respuesta de su valentía insobornable y límpida.

Un pueblo con espíritu solidario, capaz de construir imborrables lazos de hermandad, sólo tiene el derrotero que aguarda a los grandes ¡triunfar! Y para ello, luego de estos aciagos momentos, habrá que acusar a los ladrones, castigar a los estafadores y fusilar a los criminales.

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