Herbert Mujica Rojas

En Perú, las cosas, de puro sabidas ¡se olvidan! Conviene, pues, refrescar por las alamedas poéticas, sentencias que retratan muy mucho nuestra realidad cotidiana.

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La literatura poética bien señala y acusa, sindica y retrata, también impulsa alternativas y belleza creativa a los impulsos sociales.

El colombiano Antonio Muñoz Feijoo (1851-1890) anticipó a los desalmados y les dedicó estas líneas:

"No son muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía."

¿Qué clase de casta política es la peruana que, en lugar de comprender su fragilidad, se interna en la discusión bizantina de ajusticiamientos, banalidades inferiores, acomodos y reacomodos, blindajes y corazas ante futuros juicios y no piensa en el país?

¿No estamos viendo, cómo, en la proximidad de las carreras hacia senado y diputados, no pocos adefesios, ya montan sus apariciones televisivas, en Internet y “escriben” libros y ensayos? ¡Maire, maire, cabellicos que se lleva el aire!

En sinfonía fallida, los rebuznos de todos los clubes electorales, no atisba siquiera a entender al fenómeno geopolítico que viene de Asia y nos inunda todo el cuerpo económico del país y nos reta a conquistar caminos de dignidad y ciencia.

Los que tienen el alma muerta y viven todavía, desdeñan la integración latinoamericana que nos daría fuerza de pueblo-continente y voz autónoma y respetable en el mundo. El viejo dicho: la unión hace la fuerza, constituye una realidad monumental.

Desunidos como estamos, los latinoamericanos, estamos condenados a ser escenario, tabladillo y mirones de las guerras entre los imperialismos: el tradicional norteamericano que hará lo imposible por defenderse del chino, sin olvidarse de los rusos.

¿Y nosotros, fieles comparsas, mientras otros deciden cómo manejar los recursos no renovables, dueños nominales de nada y lejos del desarrollo de los pueblos?

Para construir un futuro digno, justo y culto para el Perú se necesitan hombres y mujeres plenos y convictos de sus ideas, voluntades y propósitos.

Y nada de eso se logrará con la mediocridad de estas almas muertas, como titulaba Nicolai Gogol, a uno de sus mejores libros, incapaces, siquiera, de otear que los traumas que vienen desde el lejano 1879, podrán ser conjurados, con una victoria parcial o total ante los pueblos del Perú que anhelan justicia, pan y libertad.

Importante, porque su lección es imperecedera, recordar que Francisco Bolognesi (1816-1880) tenía 63 años al comenzar la guerra en 1879 y retado en Arica, sabiendo su destino, en la gloria heroica, reclamó combatir y morir.

Tenía, el coronel Bolognesi el alma viva y sólo la violencia de un culatazo le quitó la vida terrenal para pasar a la inmortalidad.

En el Museo de Sitio, en el Morro de Arica, está el busto de Francisco Bolognesi, ante cuya presencia, mi hijo Alonso y yo, rendimos patriótico homenaje de admiración a su coraje.

Miguel Grau Seminario, el ilustre marino piurano (1834-1879), apenas tenía 45 años cuando ese frío amanecer del 8-10-1879 en Punta Angamos, enfrentó a la escuadra chilena poderosa, superior y el resultado fue el que todos conocemos.

Es que don Miguel, de alma vivaz y patriotismo incólume, cumplió su promesa marinera de entrar a los fastos de la gloria al mando del monitor Huáscar aunque no pudiera volver con él, sino sus restos muchos años después.

¿Qué es lo que vemos en las desopilantes algaradas y rebuznos contemporáneos que nos dan nuestros seres públicos?

¿No es acaso que tienen muerta el alma, yerta en su palidez, huérfana en su soledad, improductiva y ayuna de inteligencia o cualquier creatividad?

Don Manuel González Prada, acuñó versos que gustaba repetir Haya de la Torre:

“Para verme con los muertos,
ya no voy al camposanto.
Busco plazas, no desiertos,
para verme con los muertos.
¡Corazones hay tan yertos!
¡Almas hay que hieden tanto!
Para verme con los muertos
ya no voy al camposanto”. (Triolet)

Juventud y vejez, amanecer y atardecer, pueden acompasarse en la creación heroica del tejido nacional y bajo la premisa que unidos todo lo podemos y que desunidos, nada somos.

Es hora de tender los puentes generacionales, a la Patria la levantamos todos.

Pero, los que tienen el alma viva, jóvenes de hoy y del futuro y maduros de acreditado transcurrir, enseñarán a los de alma muerta, a salir de sus catafalcos para luchar por la Patria.

 

01.09.2024

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