Polemizando con los Doctores Transgénicos
(Parte I)
Por Silvia Wú Guin* y Fernando Alvarado de la Fuente**
El Dr. Alexander Grobman, con la colaboración de Jorge Mayer Ph D y Ernesto Bustamante Ph D, ha elaborado una nota 'A propósito del artículo titulado ¿Qué está en juego realmente?', que está colgada en la web Biotecnología para el desarrollo (http://biotecnologiaparaeldesarrollo.com/) desde el viernes 9 enero 2009, 10:30. Una amiga la encontró y nos anima a preparar un comentario; vamos a complacerla.
Antes de ello, queremos referir la mala costumbre que se practica cuando se polemiza, que es, únicamente remitirse a los argumentos que convienen. Por ejemplo, en la web de INIA se halla colgado el video del programa televisado de Chema Salcedo, aquél en el que el conductor propicia un debate sobre los transgénicos; los que vimos todo ese programa hacemos notar que, INIA, de manera convenida, registra sólo uno de los comentarios que efectivamente, corresponde al de su representante, que alabó y justificó los transgénicos; de los demás argumentos sólo cuelga siete segundos, que corresponden a lo expresado por el Dr. Sacha Barrio en abierta contraposición a los transgénicos. Ello hace más que evidente que a INIA no le conviene exponer que en realidad, el Dr. Sacha "barrió" los argumentos de los pro transgénicos.
Nosotros no caemos en esta práctica, y por ello a continuación, vamos a registrar la nota completa del Dr. Alexander Grobman et al, y, párrafo por párrafo, procederemos a comentarla.
Empiezan diciendo los doctores transgénicos
"Un artículo publicado el 3 de enero pasado dentro de la página de Defensa del Consumidor del diario El Comercio, titulado "¿Qué está en juego realmente?", presenta el caso del derecho ciudadano a la información del contenido de los alimentos, específicamente a aquellos que contienen ingredientes o componentes derivados de cultivos de plantas que han tenido uno o más de sus genes modificados o introducidos por medio de la ingeniería genética. A éstos se les conoce común pero erradamente como alimentos transgénicos. Estos alimentos no son transgénicos, sino que provienen de organismos transgénicos o genéticamente modificados (OGMs). Dicho artículo, al elaborar la necesidad de etiquetado, de obligarse éste, contribuiría a incrementar injustificadamente el temor de los lectores a dichos alimentos. Después de todo, un consumidor se preguntaría: "si hay que ponerle una etiqueta de tono preventivo a un alimento, es porque algún peligro debe representar su consumo…"
“No hay ninguna discusión sobre el derecho del consumidor a conocer cuál es la composición y los ingredientes de un alimento, la legislación peruana y las de muchos países lo reconocen. Los alimentos procesados tienen necesariamente que llevar en su etiqueta o envoltura dicha información. El etiquetado de los productos alimenticios procesados en el mercado, no contiene información sobre el proceso de su producción, sino sobre los componentes de relevancia para el consumidor, como son por ejemplo: vitaminas, calorías, azúcares, contenido proteico, colorantes, edulcorantes, grasas, antioxidantes, etc. Cuando a un alimento procesado se le añade una advertencia como, 'puede contener trazas de huevo', es para que personas con alergias a alguno de estos componentes ejerzan las precauciones correspondientes necesarias referidas a la diferencia con productos en los que no se esperaría encontrar tales trazas.
Decimos los agroecológicos
¿Declarar o no declarar? He ahí el dilema para estos doctores que ven amenazada la expansión de su propuesta. Para nosotros la situación es sumamente clara 'el derecho de las y los ciudadanos a conocer lo que consumen es un derecho irrenunciable e indiscutible'. Ya lo dijo el Dr. Jaime Delgado en repetidas ocasiones y coincidimos en ello "el derecho a la información es un principio fundamental, y ello no está en discusión"
Ahora bien, lo que debemos reconocer en primer lugar es que, las etiquetas sirven principalmente para informar, veraz y objetivamente acerca de los antecedentes de los productos. Las etiquetas se asemejan por tanto, a una declaración jurada, que cuanto más detallada y verídica, mejor dirá de la empresa que la declara. Para nada estamos apelando al tono “preventivo”, pues lo preventivo resulta una condición relativa a las personas. Así, el hecho que una empresa declare -o no- como insumos al gluten, al maní o a la canela, para unas personas resultará mera información de la empresa con ánimo de ser transparentes a sus fieles consumidores, y para otras, será la diferencia entre una vida saludable, o, una vida con síntomas crónicos, o incluso, la muerte por shock anafiláctico, por no haber dado lectura a las etiquetas o porque las etiquetas no declaran sus insumos.
Así como se declaran insumos como el gluten, el maní o la canela, también se declaran los aditivos como la cafeína, la tartrazina, el aspartame o el glutamato monosódico. Así, las personas que hemos detectado hipersensibilidad a estos aditivos bien hacemos en evitarlos. Sólo es cuestión de información y de la toma de decisión personal.
En conclusión, toda declaración en la etiqueta contribuye a descartar o verificar las razones de posibles intoxicaciones o reacciones alérgicas pues permite rastrear ingredientes e insumos. Dicho de otra manera, si su criatura sufriera de alergias, y por ello la llevara al médico, éste le preguntará por la rutina que lleva, y dentro de ella, la dieta que le administra. Si consumiera, por ejemplo, algún derivado de soya, como ‘leche’ de soya, y diera la casualidad que además se tratara de soya transgénica (que hoy en día es altamente probable), el conocer esta condición a través de la etiqueta ayudaría a descartar o verificar esa sensibilidad. Lo contrario es no contar con un mínimo de pistas, haciendo casi infinitas las suposiciones, las pruebas, los yerros, hasta dar con el acertijo.
Además de los ingredientes, por supuesto que es importante conocer el proceso de producción, y toda aquella empresa que no tenga reparos en informarla, la declarará, más aún si se siente orgulloso de ella. Cuando hablamos de procesos nos referimos a las técnicas o los medios para obtener los productos, para los cuales, ciertamente, no existe exigencia para declararlos pero que debiera ser una buena costumbre hacerlo. ¿Por qué? preguntará usted, sencillamente porque también se observa diferencia en la calidad de los procesos.
Pensemos algunos ejemplos sencillos... traigamos a mente algunos aceites, uno de pepita de algodón, o el de semillas de girasol o el de maíz y, otro de oliva; hasta ahí habremos observado sólo los insumos y nos sentiremos felices pues se trata -qué mejor- de “productos naturales”; ahora, seamos más perspicaces y recordemos sus procesos de producción. En el primer caso, para este ejemplo, los de algodón, girasol y maíz son los aceites comerciales, cuyo proceso de producción somete a las semillas a altas temperaturas y solventes para extraer el máximo de aceite y, tras separar los solventes del aceite, sigue una fase de refinado para dejarlo “apto” para el mercado. Los estudios serios indican que estos aceites contienen altas cantidades de grasas trans, pues, someter el aceite de estas semillas vegetales a temperaturas mayores a los 2500 C propicia la desnaturalización de sus grasas, cuya consecuencia son serios transtornos a la salud. Nada de ello ocurre con el aceite de oliva proveniente del proceso de prensa en frío. Entonces ¿será importante conocer los procesos de producción?
Otro ejemplo muchísimo más reciente es el de la leche con melamina, preparada por uno de los grandes grupos lácteos chino. Su orgullo era declarar el alto % de proteínas de su producto, elevado precisamente por la melamina, una sustancia en polvo que en realidad se usa para la fabricación de plásticos y cemento. De no ser por que tal práctica ocasionó la muerte de -al menos- 6 criaturas, posiblemente nunca se hubiera conocido sus métodos de producción que incluían a la melamina. Quizá se hubiera argumentado que las dolencias de las criaturas se debían a otras causas y no a esa “leche”.
El tercer ejemplo, es el que motiva nuestra existencia como movimiento agroecológico. Traiga a memoria algunas hortalizas, imagine que unas provienen de la zona de San Agustín, Callao y otras de la zona de Pachacámac. Las primeras son regadas con las aguas residuales provenientes del río Rímac que se contamina con un colector de aguas servidas[1]. Las segundas provienen de campos agroecológicos que vigilan la calidad de agua a ser utilizada para el riego. ¿Vale la pena conocer el proceso de producción? ¿Observa la calidad en los procesos?
Retomando el caso de la leche procesada con melamina, acabamos de conocer que las autoridades chinas han condenado a muerte a dos de los responsables de este fraude; mencionarlo en este artículo no implica que aboguemos por una sanción similar para los que día a día atentan contra nuestra salud ofreciendo como alimento aquéllo que nos sentencia a una muerte lenta. Más bien nos preguntamos ¿quién nos ampara frente a los aditivos que ocasionan trastornos a la salud? ¿quién sanciona el uso de agroquímicos tóxicos en el proceso de producción de cultivos? ¿quién vela por nuestros derechos ciudadanos? Los funcionarios y las autoridades suelen desentenderse.
Las madres, los padres y los médicos debieran ser los primeros en exigir que se apruebe de una vez la Ley del etiquetado de transgénicos, que hace meses se encuentra en el legislativo, y que, testimonios fidedignos nos refieren de las "muchas presiones" para frenar esta norma.
Continúan diciendo los Doctores Transgénicos (1)
“Lo que no se encuentra en el etiquetado de un alimento es información referida a la metodología genética usada para obtener determinada variedad de la que procede el alimento, tal como "este producto contiene arroz híbrido, derivado del cruce de una especie silvestre con una variedad cultivada de arroz, la que había sido anteriormente irradiada con rayos gama de una bomba de cobalto". Este tipo de etiquetado no se usa en ningún país en los alimentos procesados que se han desarrollado de tal manera o usando otra metodología de la fitotecnia. Si se aceptara colocar en la etiqueta de un determinado alimento ese tipo de información, ello equivaldría a advertir al usuario que determinada variedad y sus derivados alimenticios serían sospechosos de poder provocar daños a la salud”
Decimos los agroecológicos (1)
Insistimos que, cuanta mayor información se brinde al consumidor mejor será la calidad de la elección que haga al momento de comprar. Ya se conoce de compañías que indican el uso de papas peruanas, como las papas andinas y nativas, lo que resulta loable.
Una de las recientes campañas de ASPEC destaca lo poco saludables que son la mayoría de cereales que se venden en nuestro mercado, ya sea por su contenido excesivo de azúcar refinada, como por su alto contenido de sodio y hasta por los colorantes utilizados. La otra denuncia de ASPEC está referida a los panes que se venden bajo la denominación de “integrales”, que en realidad se trata de harinas refinadas mezcladas con afrecho y colorantes para asemejarlos a los verdaderos panes integrales que son más oscuros. Nuevamente... ¿declarar o no declarar? ¿qué declarar, qué ocultar?
Nuestra propuesta es elevar la calidad de la participación ciudadana, involucrarlo en las decisiones, hacerla consciente que tiene capacidades y que es su derecho ejercerlas. Nosotros no aprobamos que otros piensen o decidan, escudándose en “grados académicos” o “títulos de doctor”. Los seres humanos tenemos capacidad pensante y debemos hacer uso de ella. Por tanto, desterremos esa imagen de masa manipulable, última rueda del coche para los gobiernos y las autoridades. Las y los consumidores podemos ser un grupo organizado que hace valer sus derechos.
Continúan diciendo los Doctores Transgénicos (2)
“Lo que el consumidor quiere saber es, qué contiene lo que va a ingerir y si este componente le podría hacer daño o si va a pagar más por el producto, porque este le proporciona alguna ventaja alimentaria. Este es el caso de los alimentos derivados de cultivos genéticamente mejorados; si estos contienen algún nuevo componente, éste sí tendría razón para ser consignado en el etiquetado. En cambio, si no hay ningún cambio relevante para el consumidor, entonces no tendría sentido insertar en la etiqueta la información de que el alimento contiene ingredientes de OGMs, lo que equivaldría solo a precisar el método de mejoramiento genético utilizado para generarlo.”
Decimos los agroecológicos (2)
Cada vez es más evidente el corazón del debate. ¿Cuál es la información que debe brindarse? ¿toda información de interés del consumidor? o ¿sólo aquélla convenida que le hace vender más a la empresa? Los que permiten esta última práctica ¿a quiénes defienden? ¿a las/los consumidores o a las empresas, sobre todo los grandes monopolios que producen transgénicos? ¿a quién debe defender el “avance de la ciencia y del conocimiento? ¿a la colectividad humana o unos pocos intereses particulares?
He aquí la diferencia de enfoques, totalmente contrapuestos, con los doctores transgénicos.
Continúan diciendo los Doctores Transgénicos (3)
“Los alimentos procedentes de plantas transgénicas tales como el maíz, la soya, el algodón (aceite) y la colza, que son los únicos cultivos que se encuentran actualmente en gran escala en el mercado mundial han sido exhaustiva y cuidadosamente estudiados para verificar su potencial toxicidad o alergenicidad y también si sus derivados difieren en alguna forma en su composición química de los derivados obtenidos de plantas de variedades no transgénicas o convencionales.
“Es cierto que circulan en ciertas publicaciones de entidades opuestas a los organismos transgénicos, informaciones de experimentos supuestamente probatorios de efectos dañinos sobre la salud en ratones de laboratorio y hasta de su prolongación de efectos deletéreos en futuras generaciones de ratones. Pero también no es menos cierto que tales experimentos han sido cuestionados por su deficiente diseño experimental. Lo que es cierto es que los alimentos procedentes de plantas transgénicas que se encuentran actualmente en el mercado no poseen componentes químicos o bromatológicos diferenciados en forma alguna de los obtenidos de plantas convencionales. Una fructosa o una harina procedente de maíz transgénico o un aceite procedente de una soya transgénica, no difieren químicamente de sus contrapartes convencionales. No se ha podido demostrar que contengan ADN modificado. En el caso que lo contuvieran, tampoco se ha probado que la pequeñísima sección de ADN modificado introducida en el extensísimo genoma no modificado de la variedad GM tenga efecto negativo alguno sobre la salud del hombre o de animales domésticos.”
Decimos los agroecológicos (3)
Efectivamente el 98% de todas las semillas transgénicas que se cultivan y venden en el mundo corresponden a estas cuatro: soya, maíz, colza y algodón. Habría que agregar un dato de Silvia Riveiro (Grupo ETC) para entender las motivaciones tras estos 4 cultivos “Hoy, 82% del mercado comercial de semillas está bajo propiedad intelectual y diez empresas controlan 67% de ese rubro. Estas grandes semilleras (Monsanto, Syngenta, DuPont, Bayer, etc.) son en su mayoría propiedad de fabricantes de agrotóxicos, rubro en el cual las diez mayores empresas controlan 89% del mercado global. Que a su vez están representadas entre las diez empresas más grandes en farmacéutica veterinaria, que controlan 63%.”[2]
¿Será casualidad tanto amor por la ciencia?
Volviendo al artículo del Dr. Grobman, éste asegura que se han realizado exhaustivos y cuidadosos estudios para verificar el potencial efecto alergénico o tóxico de los derivados de transgénicos y asegura que no existen diferencias químicas o bromatológicas entre aquéllos y los alimentos convencionales. Es más, asegura que los estudios que demuestran lo contrario han sido desestimados porque presentan deficiencias en su diseño experimental. Es decir, ciencia contra ciencia, y en medio quedamos los legos. ¿Quién tiene la razón? ¿Por qué el antagonismo sobre el mismo tema? En estos casos es bueno recurrir a la historia para aclarar las dudas.
En los años 50 varios Ph D "demostraron" que el tabaco no provocaba daño y, por el contrario, era saludable. Por esos años, igualmente, fueron varios científicos honestos los que pusieron al descubierto este timo con respaldo científico. Fue así que se logró que los tribunales condenaran a las compañías tabacaleras al pago de 700 mil millones de dólares. El tabaco ha sido y es, causa de muerte de decenas de millones de personas; los responsables no han sido sino las compañías que compraron a los científicos para maquillar argumentos y a los medios de difusión para difundir falsos estudios, y con ellos, igualmente son responsables lo que vendieron su conciencia por unos dólares más (para detalles ver nuestro artículo "Tabaco y transgénicos con T de trampa).
¿No le parece que estamos bajo el mismo caso ético de hace 50 años? Es decir, por un lado, los grandes intereses económicos mezquinos y su grupo de científicos y medios de difusión que se prestan para decir lo que conviene y, del otro lado, el bienestar y la salud de la población.
Nota: en el # 06 - 2009 de Compartiendo continuaremos con el debate.
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* Directora ejecutiva de Red de Agricultura Ecológica
** Presidente del Centro IDEAS