Existen tres tipos de consumidores de copias: el que busca la aceptación social, el "antimarca" y el ignorante.
Imitación, reproducción, plagio, copia o réplica son algunos de los eufemismos que los productos falsificados tienen. "Tenemos una necesidad de reconocimiento social de proyección de nuestro prestigio y las marcas de lujo son una herramienta para lograrlo", afirma Ana Jiménez-Zarco, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Y es que la propiedad intelectual no parece ser un problema social y económico muy importante, sobre todo para los más jóvenes (de 15 a 24 años). "Consideran que es una acción de protesta porque creen que el precio es un abuso por parte de las empresas, y que el producto no se democratiza, reservándose para una sola parte de público o élite", afirma Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. "Por otro lado, entienden que la falsificación es una compra inteligente porque, si reproduce el modelo original de forma fiel, el consumidor consigue aparentar que el producto es original, habiéndolo adquirido a un precio más económico", añade.