Baquíjano, país minero y libre mercado
Por Humberto Campodónico.
Hace pocos días, el 13 de marzo, se cumplieron 257 años del nacimiento de José Baquíjano y Carrillo, a quien puede considerarse uno de los primeros economistas peruanos. Baquíjano escribió en el Mercurio Peruano, en 1791, una serie de artículos con el objetivo de demostrar, de un lado, que el Perú debía dedicar el máximo de sus esfuerzos a la explotación de sus recursos naturales y, de otro, que el libre comercio no era el causante de los problemas económicos de la época sino que, por el contrario, era la alternativa de la modernidad. (1)
Dice Baquíjano que la agreste geografía del Perú —los Andes y la costa desértica— no permitirán un desarrollo adecuado de la agricultura y, menos, de la industria. Por eso, "las provincias del Perú han de buscar las riquezas en el seno, y no en la superficie de sus tierras. Todas las que puede producir el reino mineral se hallan en abundancia en su distrito: el alumbre, alcaparrosa y almagre, el cristal, imán y azufre, el Copé, especie de nafta negra y dura como el asfalto, el cobre, plomo y fierro y, sobre todo, el oro y plata, instrumento general de ecuación en toda especie de comercio" (p. 237).
Increíble que Baquíjano no haya entendido "el maravilloso desarrollo de la agricultura incásica en la sierra" (2) lo que se explica por una típica visión limeña. Su afirmación, además, no se sostiene para nada hoy, ni en agro ni en industria, debido a las innovaciones tecnológicas.
Pero si bien plantea la especialización en la exportación de recursos naturales, su punto de partida es que la industrialización y la producción de valor agregado es necesaria, pero difícil para un país como el Perú (dice, por ejemplo, que España pierde con la venta de paños a Francia que luego son readquiridos como confecciones, a un mayor precio, por lo que España necesita una industria de confecciones (pp 233-234).
Para Baquíjano, las reformas borbónicas del siglo XVIII (que abrieron otros puertos del Virreinato al libre comercio, entre otras medidas, en particular el Reglamento de Comercio de 1778) no fueron la causa de la decadencia del Callao y del Perú. Dice que la competencia es buena y que la apertura hará que el Perú se beneficie de la entrada de mercancías extranjeras a menores precios.
Pero la apertura de los 80 trajo un "boom" de importaciones: en 1785 estas aumentaron 6 veces hasta 25 millones de pesos anuales, mientras que las exportaciones se mantuvieron estables en 4 millones de pesos anuales. Obviamente, ese déficit comercial era insostenible. La respuesta de Baquíjano fue imprecisa y hasta contradictoria:
"No es el libre comercio el que ha extraído excesivas sumas del Reino: la crecida introducción de efectos (bienes) es la que ha imposibilitado su venta. Estas se han practicado en la mayor parte al fiado y con el riesgo inevitable de quedar sin recaudarse. Los retornos (ingresos por exportaciones) han sido iguales a los años anteriores al permiso. Y esta última reflexión es el inexpugnable convencimiento de que no han habido esas destructoras exportaciones de dinero" (p.250).
En otras palabras, el libre comercio es bueno pero lo malo es que los importadores han importado demasiado, lo que ha producido el déficit comercial y el derrumbe de precios en la economía local: "este excedente (de importaciones) forma una estagnación que ha impedido el curso de los negocios" (p.242).
O sea, lo que Baquíjano quería es que haya libre comercio y que, a la vez, los actores económicos se comporten racionalmente para que no haya un "boom" de importaciones que, luego no pueden colocarse (hasta las venden al fiado). Pero sucede que se comportaron tan irracionalmente que las importaciones superaron 6 veces el valor de las exportaciones.
Al final, Baquíjano dice que es necesaria alguna medida que disminuya el enorme flujo de las importaciones lo que, de manera implícita, lo coloca del lado de la regulación del comportamiento de los actores económicos. O sea, un equilibrio entre el mercado y el rol regulador del Estado. Lo que quiere decir que Baquíjano no era dogmático y proponía medidas que corrigieran las fallas del mercado (en el cual creía). Eso es ya bastante y lo coloca muy por encima del dogma absoluto en el cual se sitúan nuestros "ayatollas" de turno, lo que vemos todos los días.
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(1) Disertación Histórica y Política sobre el Comercio del Perú,
Mercurio Peruano, Tomo I, números 23-31.
(2) José de la Riva Agüero, Boletín # 12 del Museo Bolivariano, Lima, 1929.