Por Humberto Campodónico
El rebrote de la inflación indica cambios estructurales en la economía mundial, que pueden resumirse en tres: el declive económico de EEUU, el ascenso de China e India y el giro acelerado a los cultivos energéticos (biocombustibles).
A su vez, la creciente interdependencia comercial inherente a la globalización determina una transmisión inmediata de las alzas de precios. Eso jaquea las políticas económicas nacionales, pues a ningún gobierno le gusta que suban los precios y, menos, de los alimentos. Este problema se exacerba con la liberalización y la apertura, que hace que los precios internacionales "manden" en los mercados internos, cualquiera que sea la situación de oferta y demanda de un determinado bien.
Es lo que pasa, por ejemplo, con el petróleo. En el mercado internacional, el precio es de US$ 100/barril, pero ese precio no es el resultado del "mercado" sino de una yuxtaposición de factores: cartel de la OPEP, oligopolios en EEUU, impuestos ecológicos y, sobre todo, tensiones geopolíticas en el Medio Oriente. En efecto, el costo de producción promedio "verdadero" no supera los US$ 10/barril.
Entonces, ¿por qué México, país con amplio superávit petrolero, y cuyo costo de producción es US$ 6/barril, vende la gasolina en su mercado a precios internacionales? ¿Acaso no la podría vender a un precio de US$ 30/barril, con lo cual cubre sus costos y logra un adecuado margen de rentabilidad? Sí, podría. Pero no lo hace porque tiene un TLC con EEUU, además que se le vendría un enorme mercado negro.
Pero hay ejemplos menos evidentes, como la carne en Argentina. Si esta sube de precio en el mercado internacional, esto se refleja de inmediato en los precios internos. ¿Es que han subido los costos de producción internos en la misma proporción? Pues no. Pero de acuerdo con "la ley de un solo precio", la carne en Argentina debiera venderse al precio internacional, lo que incide en la inflación.
Es lo que pasa hoy en ese país con la carne y, también con otros granos (como el frijol de soya, cuyo precio se ha triplicado). La respuesta del gobierno ha sido elevar la retención (el impuesto a la exportación), para bajar los precios y, a la vez, recaudar más, lo que ha generado protestas de los agricultores y bloqueo de carreteras. La medida del gobierno puede ser discutible. Pero es un hecho que "la ley de un solo precio" genera problemas en las políticas económicas de los países.
En Bolivia, los exportadores de aceite prefieren vender en el extranjero porque el precio es superior al del mercado interno que, no obstante, también se ha disparado. El gobierno reacciona prohibiendo la exportación porque "la primera prioridad es abastecer el mercado interno". Resultado: reavivamiento de las tensiones autonomistas de Santa Cruz, la región soyera, con amenazas de huelgas y desabastecimiento.
Pero hay casos en que no rige la "ley de un solo precio". El precio internacional del gas natural está en US$ 9 por mil pies cúbicos (mpc), porque está indexado al del petróleo. En el Perú, el gas de Camisea para las generadoras eléctricas solo cuesta US$ 1,2/mpc y US$ 2,1/mpc para los demás usuarios. ¿Por qué? Porque ese gas proviene de descubrimientos de la Shell que, por distintas razones, revirtieron al Estado. Eso hizo posible establecer precios internos que escapan a la "ley de un solo precio".
Por ello, es clave que primero se garantice el abastecimiento del mercado interno por un horizonte permanente de 20 años, antes de pensar en la exportación. Ojo, el gas que acaba de encontrar Repsol al lado de Camisea sería vendido en el mercado interno a precios internacionales, que es lo mismo que sucede con nuestro propio petróleo, ya sea de Talara o el de la selva, pues nos cuesta igual que si lo importáramos.
Los cambios estructurales en la economía mundial parecen anunciar que el repunte de la inflación tiene para rato. Y la "ley de un solo precio" transmitirá esos impactos de manera directamente proporcional al grado de apertura de la economía. Una forma de combatir ese fenómeno internacional son las políticas sectoriales (no las rebajas arancelarias, pues los precios seguirán subiendo), como el Fondo de Estabilización de los Combustibles. En el caso agrario, lo que tenemos es que la política del sector brilla por su ausencia.
Todos los artículos del autor pueden ser leídos en: www.cristaldemira.com
Es lo que pasa, por ejemplo, con el petróleo. En el mercado internacional, el precio es de US$ 100/barril, pero ese precio no es el resultado del "mercado" sino de una yuxtaposición de factores: cartel de la OPEP, oligopolios en EEUU, impuestos ecológicos y, sobre todo, tensiones geopolíticas en el Medio Oriente. En efecto, el costo de producción promedio "verdadero" no supera los US$ 10/barril.
Entonces, ¿por qué México, país con amplio superávit petrolero, y cuyo costo de producción es US$ 6/barril, vende la gasolina en su mercado a precios internacionales? ¿Acaso no la podría vender a un precio de US$ 30/barril, con lo cual cubre sus costos y logra un adecuado margen de rentabilidad? Sí, podría. Pero no lo hace porque tiene un TLC con EEUU, además que se le vendría un enorme mercado negro.
Pero hay ejemplos menos evidentes, como la carne en Argentina. Si esta sube de precio en el mercado internacional, esto se refleja de inmediato en los precios internos. ¿Es que han subido los costos de producción internos en la misma proporción? Pues no. Pero de acuerdo con "la ley de un solo precio", la carne en Argentina debiera venderse al precio internacional, lo que incide en la inflación.
Es lo que pasa hoy en ese país con la carne y, también con otros granos (como el frijol de soya, cuyo precio se ha triplicado). La respuesta del gobierno ha sido elevar la retención (el impuesto a la exportación), para bajar los precios y, a la vez, recaudar más, lo que ha generado protestas de los agricultores y bloqueo de carreteras. La medida del gobierno puede ser discutible. Pero es un hecho que "la ley de un solo precio" genera problemas en las políticas económicas de los países.
En Bolivia, los exportadores de aceite prefieren vender en el extranjero porque el precio es superior al del mercado interno que, no obstante, también se ha disparado. El gobierno reacciona prohibiendo la exportación porque "la primera prioridad es abastecer el mercado interno". Resultado: reavivamiento de las tensiones autonomistas de Santa Cruz, la región soyera, con amenazas de huelgas y desabastecimiento.
Pero hay casos en que no rige la "ley de un solo precio". El precio internacional del gas natural está en US$ 9 por mil pies cúbicos (mpc), porque está indexado al del petróleo. En el Perú, el gas de Camisea para las generadoras eléctricas solo cuesta US$ 1,2/mpc y US$ 2,1/mpc para los demás usuarios. ¿Por qué? Porque ese gas proviene de descubrimientos de la Shell que, por distintas razones, revirtieron al Estado. Eso hizo posible establecer precios internos que escapan a la "ley de un solo precio".
Por ello, es clave que primero se garantice el abastecimiento del mercado interno por un horizonte permanente de 20 años, antes de pensar en la exportación. Ojo, el gas que acaba de encontrar Repsol al lado de Camisea sería vendido en el mercado interno a precios internacionales, que es lo mismo que sucede con nuestro propio petróleo, ya sea de Talara o el de la selva, pues nos cuesta igual que si lo importáramos.
Los cambios estructurales en la economía mundial parecen anunciar que el repunte de la inflación tiene para rato. Y la "ley de un solo precio" transmitirá esos impactos de manera directamente proporcional al grado de apertura de la economía. Una forma de combatir ese fenómeno internacional son las políticas sectoriales (no las rebajas arancelarias, pues los precios seguirán subiendo), como el Fondo de Estabilización de los Combustibles. En el caso agrario, lo que tenemos es que la política del sector brilla por su ausencia.
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