Más de lo mismo en una Europa hacia el desastre
Por Xavier Caño Tamayo*
El gobierno de Mario Monti, otrora muy alto directivo de la sospechosa Goldman Sachs, perpetra un duro ajuste en Italia para ahorrar 30.000 millones de euros, que no afecta a grandes fortunas, grandes empresas ni bancos. Ningún impuesto a grandes patrimonios aunque, de cara a la galería, se doblen las tasas de coches de lujo, yates y aviones privados. Calderilla.
Ni hablar de impuestos por beneficios del capital ni de aumentar el IRPF a grandes ingresos. Pero sí más IVA (de 21 a 23%) y todos los italianos pagarán un impuesto por su primera vivienda. Más un plan para reducir impuestos a las empresas; faltaría más. Y la Iglesia se libra de pagar 2.500 millones de euros por el citado impuesto inmobiliario.
En España, el Gobierno de Zapatero indulta graciosamente al consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz, condenado a tres meses de arresto y suspensión de actividad profesional bancaria por el mismo tiempo por un delito de falsa acusación.
Además, el Estado rescata al fosco banco de Valencia con 1.000 millones de euros en capital y 2.000 millones en crédito. Y van...
Hasta hoy, el Estado español ha pagado ¡230.000 millones de euros! para rescatar bancos y cajas de ahorro. Más de lo mismo. Los de arriba provocan la crisis con su codicia, pero es la mayoría ciudadana quien paga, porque el dinero que los rescata es el de sus impuestos. Ahora además duros ajustes, que los dejan a la intemperie, para reducir el déficit público europeo.
Como explican Ann Pettifor y Douglas Coe, “se presenta la crisis como si fuera de deuda soberana y no como una crisis por el desregulado y descontrolado sistema bancario privado. Los dirigentes de la Unión Europea culpan a la deuda pública, pero la crisis no es de deuda pública; es crisis por la bancarrota del sistema financiero privado y la probable explosión de las impagables deudas contraídas durante treinta años por bancos privados e instituciones financieras”.
Esta crisis del euro no existiría sin las agencias de rating, ligadas accionarialmente a los grandes bancos y otros poderes financieros, que son los que especulan contra las deudas públicas. Unas agencias de calificación que el día anterior al hundimiento de Lehman Brothers le daban la calificación de máxima solvencia (triple AAA), como ya habían hecho también con los títulos de hipotecas-basura, mientras mejoraban la calificación de empresas cuando éstas pagaban bajo mano. Unas agencias que recuerdan las sociedades mafiosas contra inmigrantes italianos e irlandeses de Nueva York a principios del XX; mafias en ciernes que cobraban “protección” a los comerciantes modestos... para no destrozarles los locales y negocios. Y hablando de “protección”, este agosto, el BCE envió una carta a los presidentes de gobierno español y primer ministro italiano advirtiendo que si querían que el BCE comprara deuda soberana debían bajar la masa salarial e introducir cambios en los contratos para jóvenes; para mal de los jóvenes, por supuesto. ¿A qué les suena?
De continuar con la sacralización de la lucha contra el déficit y la austeridad implacable, el desastre esta garantizado. Mario Soares y Federico Mayor Zaragoza han escrito que “tras el fiasco del rescate de los bancos, es necesario inyectar fondos para obras públicas e incentivos para la producción, además de escalonar en el tiempo la reducción del déficit”. Y Paul Krugman remacha que “el auténtico problema es un gasto reducido en Europa. Y los intentos de arreglar las cosas exigiendo una austeridad cada vez más severa empeoran la situación”. Así es.
Pero Merkel y Sarkozy, inaccesibles al desaliento, diseñan una Europa que solo viva para controlar el déficit. Con castigos para los países que no respeten el déficit máximo del 3%, en tanto que los europeos tribunales constitucionales vigilen que los presupuestos nacionales cumplan el nuevo tratado por un déficit cero que ahora se trama. Nada de preocuparse por los derechos vulnerados de la ciudadanía ni por recuperar una fiscalidad justa. Lo único que les importa es el maldito déficit. Es decir, los intereses de los “mercados”.
Como propone la asociación ciudadana ATTAC, es hora de luchar por el cierre del casino financiero y de desarmar los mercados con normas, reglas y, si es necesario, código penal. Es tiempo de luchar contra el fraude fiscal, de prohibir productos financieros de alto riesgo y de frenar la especulación financiera. Hora de rebelarse. Rebelión no violenta, pero rebelión ciudadana al fin, contra la dictadura del poder financiero.
* Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias