Por Ana Muñoz Álvarez*
Más de un millón de toneladas de peces capturados son devueltos otra vez al mar. Una cifra que corresponde sólo a la Unión Europea, según la campaña Ni un pez por la borda (www.niunpezporlaborda.org), que han lanzado varias organizaciones ecologistas, como Greenpeace, Oceana, SEO/Birlife, la Fundación LonXainet y la Coordinadora para los Estudios Marineros (CEMMA). La campaña alerta de que cerca de la mitad de los peces que se capturan se vuelven a arrojar otra vez al mar, casi muertos o con muy pocas posibilidades de sobrevivir. Frente a este derroche, los mil millones de personas que pasan hambre en el mundo, pero también el deterioro de los océanos y los bancos pesqueros.
El 75% de los stocks pesqueros del mundo se encuentran sobreexplotados, según denuncia Greenpeace. La FAO habla de que un 87% sufren explotación excesiva y que el 57% están completamente explotados. Los océanos están al límite.
“Se ha destruido gran parte del medio marino”, añaden desde Oceana. La sobrepesca y la contaminación de los mares están provocando que los ecosistemas se resientan y que muchas especies estén en peligro de extinción.
El despilfarro de los descartes pesqueros es difícil de entender en un mundo donde cerca de mil millones de personas pasan hambre. Pero las políticas de pesca llevan a que toneladas de peces en buen estado, que pueden ser consumidos, terminen en el mar.
Desde Ni un pez por la borda explican que los descartes se producen porque se pescan especies cuya cuota ya se ha agotado; porque los peces capturados no cumplen con los estánderes mínimos de madurez, es decir, son demasiado pequeños; porque se utilizan medios de pesca poco selectivos, como por ejemplo las redes de arrastre; porque los precios de determinado pez son muy bajos y si se no se lo llevan a las lonjas el precio sube; o porque se hace hueco en los pesqueros para especies que dan más beneficios.
El pescado se ha convertido en un alimento habitual en los hogares del Norte. Países, como Japón o España están a la cabeza de consumo de pescado. Y, con ello, la pesca tradicional y selectiva se ha ido cambiando por una pesca que sobreexplota y busca el máximo beneficio. Existen leyes, como las cuotas europeas, que tratan de proteger las especies. Aunque su éxito es más que dudoso. Las cuotas de captura, de media, se encuentran por encima del 40% de las recomendaciones científicas, alertan desde Ni un pez por la borda.
Las soluciones, según esta plataforma, pasan porque las políticas sobre pesca cambien para acabar con el derroche de los descartes y porque se prohíban modalidades de pesca poco selectivas. En la pesca de arrastre, por ejemplo, es muy difícil controlar qué tipo de pez se está capturando. “De hecho, en este tipo de pesca se devuelven al mar un 42% de los peces que se pescan, mientras que con la pesca más artesanal el porcentaje de descartes es de un 3%”.
El Consejo de Ministros de Pesca de la Unión Europea ya aceptó este verano la idea de acabar con los descartes y quieren acabar con este tipo de práctica de un modo gradual entre 2014 y 2019. Sin embargo, no será fácil por los beneficios que hay en juego.
Los ciudadanos, una vez más, tendremos que movilizarnos y exigir que una pesca sostenible. Nuestros hábitos deben cambiar y fijarnos más en las etiquetas y elegir para nuestros menús pescados de temporada y pescados que sean capturados de manera artesanal. Ese es nuestro trabajo para conseguir que las empresas y los pescadores cambien sus prácticas que están esquilmando los mares.
*Periodista
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