Signo de los tiempos: El G20 enterró al G8
Por Humberto Campodónico
Lo más importante de la Cumbre de Pittsburg es el reconocimiento oficial de que ha terminado la era del unilateralismo de EE. UU. en lo económico y político para dar paso a un “nuevo orden mundial”. Si bien el Grupo de los 8 incluía a otras potencias económicas y políticas (Francia, Alemania, Canadá, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia) no cabe duda que el período 1945-2009 estuvo signado por la hegemonía norteamericana, aunque su declive comenzó a mediados de los 70 (la URSS, hasta su derrumbe en 1989, le disputó la hegemonía política y militar).
Con el entierro del G8, el nuevo actor es el Grupo de los 20 —con el 90% de la economía mundial— que tiene a cuatro pesos pesados como China, India, Brasil y Corea a los que se añaden, entre otros, Australia, Turquía, Indonesia, Sudáfrica, Arabia Saudita y también Argentina y México (ver “La banda de las Gs y el Papa”, www.cristaldemira.com, 10/7/09).
Uno de los acuerdos más importantes del G20 es que va a encarar los desbalances globales que provienen, en lo fundamental, de que EE. UU. era la locomotora del consumo mundial a través de enormes importaciones de bienes y servicios del resto del mundo, los que provocaban enormes déficits comerciales y de cuenta corriente de su Balanza de Pagos.
La otra cara del “desbalance” eran los superávits de China y Alemania, entre otros, que a la vez financiaban a EE. UU. comprando bonos del Tesoro. Dice el G20 que los programas económicos de cada país serán revisados por sus pares de cada país, con participación del FMI, aunque ninguna de esas “revisiones” será vinculante.
Que logren substituir al consumidor norteamericano no será fácil, claro está. Lo clave es cuánto tiempo tardarán en hacerlo. De lo que no queda duda es que cualquier salida de la recesión será lenta y prolongada.
Otro acuerdo importante es que se desea avanzar hacia la regulación del sistema financiero mundial. Tim Geithner, Secretario del Tesoro de EE. UU., ha dicho: “No vamos a irnos de la más grande crisis económica desde la Gran Depresión y dejar en el mismo sitio las trágicas vulnerabilidades que causaron esta crisis”.
Así, el G20 se ha puesto de acuerdo, de un lado, en encarar la cuestión de los bonos que los banqueros se pagan a sí mismos (si bien no se han puesto topes, como quería Francia) y, de otro, en aumentar el grado de capitalización de los bancos (o sea el colchón para amortiguar las pérdidas de préstamos e hipotecas), que se había reducido fuertemente debido a los “nuevos instrumentos financieros” sin regulación alguna.
El G20 parece haber nacido con todas las mechas prendidas: dicen que van a luchar contra el proteccionismo y reanudar la Ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio. También se van a tomar medidas contra los paraísos fiscales y para reformar la estructura de capital del FMI para darle más peso a China.
De la misma manera, el G20 dice que se van a eliminar los subsidios a los combustibles fósiles que causan el calentamiento global, pero no dijeron cuándo ni, tampoco, se han pronunciado sobre quién pagará el costo de “adaptación” de los países pobres, tema crucial en la Cumbre de Copenhague de diciembre próximo. Lo que quiere decir que se ataca solo una de las crisis, la económica, y no la ambiental. Malo.
Veremos cuánto de lo que se ha dicho ayer se cristaliza. Lo que sí es ya una realidad es que el siglo XXI no será “un nuevo siglo norteamericano” (como querían, sin base económica real) los halcones de Bush, pues hay varios chicos nuevos en el barrio. Y van a seguir creciendo.
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