La plaza está muy cara
César Lévano
Se acaba de informar que las compañías que distribuyen el gas para uso doméstico subieron el precio gracias a un acuerdo entre ellas, que están comandadas por una empresa chilena que, para variar, domina el mercado.
Esa concertación oligopólica no me sorprende. Esos consorcios que predican la libre empresa y el comercio libre suelen ser las que ejercen la dictadura de los precios altos y el mercado cautivo.
El Reporte de Inflación del Banco Central de Reserva en su edición de setiembre que acabo de recibir da cuenta, por otra parte, de las alzas de precios en productos alimentarios en el Perú. Es una ola mundial alarmante, señal de la crisis que padece el sistema con su entraña contraria al medio ambiente.
La información me trae al recuerdo una conversación telefónica que sostuve con Alfonso Barrantes Lingán poco antes de su muerte, cuando ya no era alcalde de Lima. Me contó que Sendero Luminoso lo amenazaba de muerte por revisionista.
-“Ya me tenían cansado, hasta que un día les dije: ya, pues, mátenme rápido. La vida es imposible. La plaza está muy cara”.
Nunca más lo amenazaron. Un humorista había aconsejado: en una polémica, mejor que esgrimir la espada es sacar la lengua.
A nosotros, ahora, nadie nos amenaza de muerte, salvo los precios del mercado “libre”. Las amas de casa se quejan al unísono de esa suba cotidiana e incesante.
Veamos lo que informa el Banco Central de Reserva al respecto.
La cebolla, dice, producto que procede principalmente de Arequipa sufrió las alteraciones climáticas de dicha región (lluvia en exceso y condiciones climáticas más cálidas), dieron lugar a menores siembras y cosecha irregular. El precio mayorista pasó de S/. 0.54 el kilo en diciembre del 2014 a S/. 2.61 en agosto del 2015.
Otro producto de gran consumo, el tomate, sufrió el impacto de los cambios climáticos en el valle de Lima (aumento de temperatura y mayor necesidad de riego). Su precio aumentó 28 por ciento.
El choclo subió 23.7 por ciento, debido a una escasez originada por menor aporte de Junín y heladas en Ancash.
El alza del azúcar fue de 20.1 por ciento. La escasez de agua había determinado una merma en la superficie cosechada.
El pescado fresco y el congelado también subieron de precio, en 11.9 por ciento. El jurel, de gran demanda para el consumo humano directo de los más pobres, se alejó de la dieta popular.
Esas y otras alzas explican el malestar ciudadano y el encrespamiento del movimiento social.
Diario Uno, 12.11.2015
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