Por Manuel Freitas.
Lo de Libia estaba cantado. Es el premio mayor en el tablero de las “revueltas populares” armadas y organizadas por la CIA, el Mossad y los servicios “aliados” en África y Medio Oriente.
Después de iniciar un proyecto de remodelación “democrática” expulsando a
sus desgastados dictadores aliados en Egipto y Túnez, EEUU va por el
petróleo libio y por una posición estratégica en el dispositivo del
control geopolítico militar en África.
Para EEUU y los centros del poder imperial mundial, África es un
continente seguro de abastecimiento petrolero que contrabalancea la
inestabilidad conflictiva de un explosivo Medio Oriente, y de un Asia
Central en disputa permanente entre el eje Rusia-China y el bloque
“occidental” EEUU-Unión Europea.
En el marco de la “guerra fría” energética con China y la Rusia de
Putin, el poder imperial norteamericano y sus transnacionales intentan
convertir a África en una especie de colchón energético de seguridad
frente a un explosivo Irán y un Medio Oriente cruzado por los conflictos
militares.
La importancia de África como suministrador de petróleo a las potencias
centrales es clave. Ya produce cerca del 12% de lo que se consume en el
mundo y el 25% de lo que consumen los EEUU, más de lo que este último
país importa desde Arabia Saudita.
Desde el marco geopolítico y estratégico de la “guerra contra el
terrorismo” EEUU, potencia locomotora del sistema capitalista y sus
socios de las grandes potencias europeas, avanzan en su proyecto de
conquista del continente africano para posicionarse en el control de sus
reservas energéticas y minerales.
A este proyecto respondió la decisión de la administración Bush de crear
el “The United States Africa Command (AFRICOM), un comando de “guerra
contraterrorista” que empezó a operar activamente en toda la región en
el 2008.
El control geopolítico y militar del continente africano, que produce
entre 12 y 14 millones de barriles diarios de petróleo (estimaciones
para el 2012), otorga a los EEUU el margen de maniobra y seguridad
suficientes que justifican las intervenciones militares en estos países.
Los gobiernos africanos, controlados por oligarquías y “señores de la
guerra” financiados y protegidos por Washington, se ven cada vez más
impotentes para controlar a los movimientos armados nacionalistas que
obstaculizan el saqueo de las transnacionales, como es el caso de
Somalía y el Cuerno de Africa.
En este escenario, y siguiendo la nueva doctrina impuesta en la revisión
cuatrienal de la Defensa de febrero de 2006, el Pentágono comenzó a
desarrollar operaciones militares en alta escala por todo el territorio
africano, principalmente en sus regiones energéticas y mineras claves
del sur y del norte, creando unidades especializadas dedicadas a la
instrucción y el adiestramiento de tropas locales en el “combate al
terrorismo”.
La estrategia operativa incluye reuniones entre estados mayores de
países regionales con oficiales y funcionarios del Pentágono, maniobras y
ejercicios conjuntos de las tropas, vuelos sistemáticos de aviones de
reconocimiento, localización a través de fotos tomadas por satélites
militares norteamericanos, y de provisión de armas y tecnología de alta
precisión a las fuerzas implicadas en la “guerra contra el terrorismo”.
La estrategia del Pentágono en África responde a un doble objetivo, geopolítico-militar y económico.
Además del negocio que proporciona a las armamentistas y a las
contratistas de servicios del Pentágono el incremento de las operaciones
militares contra el “terrorismo” en la región, se estima que África y
sus regiones proporcionarán, en apenas una década, el 25% del crudo que
consumirá EEUU en 2015.
Tener el control del acceso a esas fuentes de recursos se ha convertido
en un objetivo estratégico central para Washington y sus corporaciones
protegidas por el Pentágono.
La función y misión principal del nuevo mando militar USA para el
continente africano, es la de vigilar y controlar las fuentes
energéticas africanas, así como sus sistemas de distribución mundial
(oleoductos, buques petroleros, y rutas).
Y eso es lo que están haciendo las tropas norteamericanas y los
gobiernos títeres “asociados” como los de Nigeria y Yemen (entre otros)
que utilizan el exterminio en masa de rebeldes y de población
justificado bajo el argumento del combate contra los “grupos
terroristas”.
Esta misión principal de las tropas imperiales fue enunciada en un
principio, por el presidente Jimmy Carter en enero de 1980, cuando
describió al caudal petrolero del Golfo Pérsico y de Africa como un
“interés vital” para los EEUU.
Carter, elegido luego Premio Nobel de la “Paz”, afirmó que EEUU debería
emplear “cualquier medio que fuese necesario, incluyendo la fuerza
militar” para enfrentar y neutralizar cualquier intento por parte de un
poder “hostil” para bloquear esos recursos estratégicos.
Con la creación del nuevo comando unificado para las operaciones
militares en Africa (AFRICOM), anunciado por el secretario de Defensa,
Robert Gates en febrero de 2007, Washington y sus corporaciones
petroleras, detrás de la fachada de la “guerra contraterrorista”
comenzaron un plan totalizado de control y apoderamiento del petróleo y
de los recursos estratégicos del continente negro.
En este escenario hay que leer los acontecimientos de “revueltas
populares” organizadas por la CIA en África y Medio Oriente, y el
sangriento golpe interno que está funcionando contra Kadafi en Libia.
El “golpe petrolero” en LibiaA diferencia del resto de los procesos de
“protesta popular en el mundo árabe islámico” infiltrados por la CIA y
las inteligencias “aliadas”, Libia se inscribe en los patrones
operativos de las “revoluciones naranja” en el espacio soviético, o en
los “golpes budistas” del Tibet o Birmania, o en la rebelión
“reformista” para derrocar a los ayatolas en Irán, encuadrados en la
nueva “guerra fría” por áreas de influencia (militar y comercial) que
mantiene el eje capitalista Rusia-China con el eje capitalista
USA-UE-Israel.
La clave del golpe contra Kadafi es el apoderamiento del petróleo libio,
cuyo control (como sucedió con Irán en 1979) perdió con la irrupción de
Kadafi en el liderazgo de Libia en 1969. Libia, miembro de la
Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), es el cuarto
productor de petróleo en Africa, después de Nigeria, Argelia y Angola,
con cerca de 1,8 millones de barriles diarios y posee unas reservas
evaluadas en 42.000 millones de barriles.
Según la agencia norteamericana de información sobre la energía (EIA),
Libia era en 2009 el cuarto productor de petróleo en África con una
producción de 1,789 millones de barriles diarios, detrás de Nigeria
(2,211 mbd), Argelia (2,125 mbd) y Angola (1,948 mbd).
Libia también quiere desarrollar su producción de gas natural, sector en
el que tiene reservas estimadas en 1,540 billones de m3, según la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
El país ha duplicado casi sus exportaciones de gas natural en tres años,
de 5.400 millones de m3 en 2005 a más de 10.000 millones de m3 anuales,
también según estadísticas de la OPEP.
Libia exporta la mayor parte de su petróleo a los países de Europa,
entre ellos Italia, Alemania, España y Francia, y aunque participan del
negocio, las petroleras norteamericanas no tienen la hegemonía en la
extracción y comercialización del crudo de ese país.
Este dato es clave para entender el golpe interno que la CIA lanzó en
Libia montada en la fachada de las “revueltas árabes” contra “regimenes
dictatoriales de Africa y Medio Oriente.
De la misma manera como trata de desestabilizar Irán con la misma
metodología operativa de infiltración y orientación política de las
“protestas populares”, Washington aprovecha este escenario para lanzar
un movimiento interno oreintado a derrocar a Kadafi, un aliado
“inestable” que privilegia las relaciones con Europa y con los países
incursos dentro del “eje del mal”.
A la llegada al poder del coronel Kadafi en 1969, las compañías
petroleras, mayoritariamente estadounidenses, extraían del suelo libio
más de 2 millones de barriles diarios.
Pero muy rápidamente, el líder libio nacionalizó el petróleo, limitó la
producción, le quitó la hegemonía de extracción y comercialización a las
pulpos norteamericanos y creó la Compañía Nacional del Petróleo (NOC),
que inició emprendimientos conjuntos con participación minoritaria de
empresas extranjeras.
Después de veinte años de aislamiento, el régimen de Kadafi volvió a
abrir los recursos energéticos y petroleros libios a la voracidad de las
compañías petroleras occidentales, principalmente de la Unión Europea.
El ex primer ministro británico Tony Blair fue el primero en estrechar
la manos con el “viejo enemigo” de Occidente en Trípoli. Al hacer eso,
comenzó a conducir a Libia fuera de la marginalidad financiera, y a
entregarla a los brazos de Royal Dutch/Shell y BAE Systems , que cotizan
en la Bolsa de Londres.
La visita de Blair a Libia en 2004, la primera de un líder británico
desde 1943, estuvo marcada por una sociedad establecida entre Shell y la
petrolera estatal libia, unos 30 años después de que la firma
anglo-holandesa produjera por última vez en suelo libio.
Desde el año 2003 se instalaron en Libia la corporación italiana ENI, la
francesa TOTAL, la española REPSOL YPF y la angloholandesa Royal Dutch
Shell. Las usamericanas Chevron y Occidental tuvieron que esperar tres
años a que EEUU levantara sus sanciones comerciales para poder ingresar
en la torta petrolera libia.
En 2010, de enero a noviembre, los países europeos miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
compraron una media de 1,06 millones b/d de Libia, precisó la Agencia
Internacional de la Energía (AIE).
En este escenario de relativa “postergación” (su participación en Libia
no es hegemónica) de los consorcios petroleros norteamericanos en
relación a los europeos marca una de las líneas conducentes centrales de
las actuales operaciones desestabilizadoras y golpistas contra Kadafi
en Libia.
En el actual escenario represivo en Libia, se verifica la presencia de
actores internacionales conocidos y de operaciones golpistas de EEUU que
se repiten como un calco a escala global con distintos nombres, como
“revoluciones naranjas” en los ex países soviéticos, “rebelión budista”
en el Tibet y el sudeste asiático, y los más recientes denominados
“revueltas árabes islámicas” que se propagan por África, Medio Oriente y
amenazan con extenderse a China, Rusia y los ex países soviéticos.
Por un lado Kadafi y su régimen de más de 40 años cierra sus fronteras a
la prensa internacional y reprime en forma sangrienta con la fuerza
militar a los grupos “opositores” armados y financiados por la CIA y los
“servicios occidentales”.
Y por el otro, el bloque “democratizador” con EEUU, la UE, la ONU y las
ONG de la CIA, crea las condiciones internas e internacionales para
terminar con Kadafi e instalar un “gobierno democrático” controlado por
Washington.
Viejas estrategias, viejas operaciones, y viejos actores conocidos. El
objetivo estratégico siempre es el mismo: control geopolitico y militar
regional, control del gobierno, control de los recursos estratégicos y
control de los mercados.
En Libia, el objetivo clave del intento del derrocamiento de Kadafi es el petróleo.
La gran dinámica movilizadora de las invasiones militares, la guerras y
conflictos regionales, y los golpes internos de la CIA contra líderes y
presidentes desgastados que ya no “cierran” con el control estratégico
hegemónico de la primera potencia imperial del sistema capitalista, es
el apoderamiento de los mercados y de las fuentes naturales del “oro
negro”.
Un recurso clave (y en extinción) para la supervivencia futura de las potencias centrales.
http://trinityeyes.wordpress.com/2011/02/23/egipto-tunez-y-libia-revoluciones-inducidas-por-la-cia/