Egipto: Algo de democracia

En la ola de insurrecciones de dudosa legitimidad que se abate en el Oriente Medio, destaca el caso de Egipto, país en el que una prolongada protesta popular obligó a la dimisión y posterior encarcelamiento del presidente Hosni Mubárak.

 

Cuando parecía que con la salida del mencionado gobernante se iban a calmar los ánimos, se han reanudado las protestas con intensidad, porque mucha gente en el pueblo siente que los objetivos principales de la movilización popular de meses atrás no se han cumplido o que han sido traicionados por los militares.

Si bien es cierto que hay algunos puntos de las demandas populares que es difícil evaluar para quienes estamos lejos y no tenemos suficiente información, sí hay cosas que se pueden destacar.

Vínculo Egipto-Israel

Tras el conflicto armado de 1973, que terminó con cierta ventaja para Israel frente a Egipto, hubo una guerra de desgaste que duró varios años, con ataques y golpes de mano continuos por parte de ambos países. Para buscar la paz, el presidente egipcio Anwar Sadat realizó un inesperado viaje a Israel (1977), y eso fue el inicio de conversaciones que culminaron con los acuerdos de Camp David en (1978) promovidos por los EE. UU., mediante los cuales se llegó a una solución satisfactoria e Israel se retiró del desierto de Sinaí.

Por su acercamiento a Israel, el presidente Anwar Sadat fue asesinado en 1981, pero el estado egipcio siguió reconociendo las líneas fronterizas establecidas en Camp David, lo que se formalizó con un tratado que fijó la línea de frontera (1979). Derrocado Hosni Mubárak, el nuevo gobierno ha declarado que también reconoce la delimitación acordada en tiempo de Sadat.

La voz del pueblo

Sin embargo, no todo lo que hacen los gobiernos cuenta con el respaldo del pueblo. En este caso, los ciudadanos egipcios no ponen objeciones a la frontera que los divide de Israel, pero siempre desearon la expulsión de los diplomáticos de Israel, país al que aborrecen en todo el Oriente Medio. Consecuentemente, en el transcurso de las manifestaciones y amotinamientos de estos días, enardecidas masas populares egipcias se lanzaron contra la embajada de Israel en El Cairo, derribaron un muro de protección e ingresaron violentamente al edificio. Las fuerzas policiales egipcias hicieron todo lo posible para contener a la multitud, hubo tres muertos y numerosos heridos; pero lo más que pudieron hacer fue rescatar a los diplomáticos israelíes y llevarlos a lugar seguro, para que regresen luego a su país.

De esto se desprenden varias lecciones:

1) Un país no debe enviar diplomáticos ni tener embajada en otro país cuya población no quiere verlos.

2) Es correcto que se vayan los diplomáticos repudiados, pero al mismo tiempo debe respetarse escrupulosamente la línea de frontera determinada por los tratados.

3) No se debe esperar que la reacción popular llegue a extremos. Los gobiernos deben tener en cuenta si el pueblo desea o no la presencia de diplomáticos de otro país.

En Egipto, se presentó el problema del ataque a la embajada israelí porque no hubo consulta popular para ver si se aceptaba o no la instalación y presencia de la embajada de un país odiado por la población.

Aplicando esto a nuestra realidad, es necesario que el presidente Ollanta Humala demuestre que está alejado de todo autoritarismo militarista o de cualquier sumisión, para lo cual conviene que sin temor recurra a la consulta popular sobre diversos temas de importancia. Uno de ellos es preguntar al pueblo si desea que se premie con relaciones diplomáticas y negocios a Chile por estar usurpando Tarapacá y Arica. En el Perú no deseamos que haya embajada de Chile ni que estén acá empresas de Chile, país enemigo del Perú. Esclarezcamos bien las cosas para que el pueblo peruano termine de entender que Chile es sinónimo de destrucción del Perú, y que con la expulsión de los diplomáticos chilenos y el cierre de fronteras iniciaremos una etapa de paz, armonía y seguridad, tanto para el Perú como para Chile.

El ejemplo del pueblo egipcio es bueno: respeto de la línea fronteriza, sí; presencia de diplomáticos de un país enemigo, no.