Es hora de eliminar de la Iglesia todo lo mundano
A las cinco de esta tarde, en la Konzerthaus de Friburgo, el Santo Padre mantuvo un encuentro con representantes de las asociaciones católicas comprometidas con la Iglesia y la sociedad.
Tras agradecer a los presentes su servicio y testimonio cristianos, tareas "no siempre fáciles en la actualidad", Benedicto XVI señaló que "desde hace algunos decenios, asistimos a una disminución de la práctica religiosa, constatamos un creciente distanciarse de una parte notable de los bautizados de la vida de la Iglesia. Surge entonces la pregunta: ¿La Iglesia no debe quizá cambiar?".
El Santo Padre recordó que 'Iglesia' no es sinónimo de jerarquía, el Papa y los Obispos; "Iglesia somos todos nosotros, los bautizados. (...) Sí, hay razones para un cambio. Existe una necesidad de cambio". Por un lado, "cada cristiano y la comunidad de los creyentes están llamados a una continua conversión". Por lo que se refiere a la Iglesia, "el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la propia Iglesia".
"De hecho -continuó el Pontífice- la Iglesia debe verificar constantemente su fidelidad a esta misión", cuyo mandato comprende tres aspectos: ser testigos, hacer discípulos en todos los pueblos y proclamar el Evangelio. Esta misión deriva "del misterio del Dios Uno y Trino, del misterio de su amor creador". La Iglesia "no posee nada autónomo ante Aquél que la ha fundado. Encuentra su sentido exclusivamente en el compromiso de ser instrumento de la redención, de difundir en el mundo la palabra de Dios y transformarlo introduciéndolo en la unión de amor con Dios".
Sin embargo, a lo largo de la historia de la Iglesia se ha manifestado también "una tendencia contraria: la de una Iglesia que se acomoda en este mundo, se hace autosuficiente y se adapta a los criterios del mundo. Da así más importancia a la organización y la institucionalización" que a su deber de abrirse a las preocupaciones del mundo.
El Papa afirmó que "para responder a su verdadera tarea, la Iglesia ha de renovar siempre el esfuerzo de separarse de la mundanidad del mundo. (...) En un cierto sentido, la historia acude en ayuda de la Iglesia a través de las diversas épocas de secularización que han contribuido de modo esencial a su purificación y reforma interior".
"Efectivamente, las secularizaciones -ya fueran la expropiación de bienes de la Iglesia o la cancelación de privilegios o cosas similares- significaron en cada ocasión una profunda liberación de la Iglesia de formas de mundanidad: se despojaba, por así decir, de su riqueza terrena y volvía a abrazar plenamente su pobreza terrena". Al librarse de sus ataduras materiales, "su acción misionera volvía a ser creíble".
Benedicto XVI recordó que los ejemplos históricos muestran que una Iglesia despegada del mundo puede dar un testimonio misionero más claro. "Liberada de su carga material y política, la Iglesia puede dedicarse mejor y de modo verdaderamente cristiano al mundo entero, puede abrirse verdaderamente al mundo".
Para el Pontífice, ante el complejo momento actual "no se trata de encontrar una nueva táctica para relanzar la Iglesia. Se trata más bien de abandonar todo lo que es solamente táctica y buscar la plena sinceridad, que no descuida ni reprime ningún aspecto de la verdad de nuestro hoy, sino que realiza la fe plenamente (...) eliminando de ella lo que sólo aparentemente es fe, pero que en realidad es convención y costumbre".
"Digámoslo con otras palabras -prosiguió Benedicto XVI- la fe cristiana es para el hombre un escándalo siempre, y no sólo en nuestro tiempo. (...) Este escándalo, que no puede abolirse si no que quiere abolir el cristianismo, lamentablemente ha sido ofuscado recientemente por otros escándalos dolorosos de quienes debían anunciar la fe. Se crea una situación peligrosa cuando estos escándalos (...) esconden la verdadera exigencia cristiana detrás de la inadecuación de sus mensajeros".
"Hay una razón más para afirmar que ha llegado nuevamente la hora de eliminar valientemente de la Iglesia lo que hay de mundano (...) Una Iglesia aligerada de los elementos mundanos es capaz de comunicar a los hombres (...) la especial fuerza vital de la fe cristiana. (...) Estar abiertos a los acontecimientos del mundo significa, por tanto, para la Iglesia desligada del mundo, testimoniar según el Evangelio, con palabras y obras aquí y hoy, el predominio del amor de Dios".