Benedicto XVI recuerda su viaje a Alemania
En la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI recordó su reciente viaje apostólico a Alemania, que definió como "una gran fiesta de fe" durante la cual percibió "cómo Dios confiere a nuestra vida el sentido más profundo, la verdadera plenitud".
El Papa pasó revista a las etapas y lugares de su viaje comenzando por la capital, Berlín, donde ante el Parlamento federal o Bundestag expuso "el fundamento del derecho y del libre Estado de derecho, es decir la medida de cualquier derecho, grabado por el Creador en la naturaleza misma de su creación". A esa visita siguió el encuentro con los representantes de la comunidad judía en Alemania en la que tras recordar "las raíces comunes en la fe del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, (...) se pusieron de relieve "los frutos obtenidos hasta ahora en el diálogo entre la Iglesia católica y el Judaísmo en Alemania". Asimismo, en el coloquio con los miembros de la comunidad musulmana, el se destacó "la importancia de la libertad religiosa para el desarrollo pacífico de la humanidad".
Benedicto XVI manifestó su alegría por la nutrida participación en la Misa celebrada en el Estadio Olímpico de Berlín, cuya homilía estuvo dedicada a "la importancia de estar unidos a Cristo por nuestras vidas personales de creyentes y por nuestro ser Iglesia, su Cuerpo místico".
En la segunda etapa de su viaje el Papa visitó Turingia, la cuna de la Reforma Protestante . De ahí el "énfasis particular del ecumenismo en este viaje", en el que se encontró con los miembros del Consejo de la Iglesia Evangélica Alemana en Erfurt, donde Martin Lutero entró en la comunidad agustina y fue ordenado sacerdote. En el ex convento Agustino de esa localidad, "Nos dimos cuenta una más -dijo el Santo Padre- de la importancia de nuestro testimonio común de fe en Jesucristo en el mundo actual (...) Es necesario un esfuerzo conjunto hacia el camino de la unidad plena" pero "sólo Cristo puede darnos esa unidad, y estaremos cada vez más unidos en la medida en que volvamos a Él y nos dejemos transformar por Él".
El Santo Padre recordó las vísperas celebradas en el santuario mariano de Etzelsbach, situado en la región de 'Eichsfeld, "una franja de tierra que siempre fue católica en las diversas vicisitudes de la historia y cuyos habitantes se opusieron siempre con valor a las dictaduras del nazismo y el comunismo". Durante la misa celebrada en la Domplatz de Erfurt el pontífice habló de los santos patronos de Turingia Santa Isabel, San Bonifacio y San Kilian y subrayó "el ejemplo luminoso de quienes fueron testigos del Evangelio en los sistemas totalitarios" invitando a los fieles a "ser santos de hoy, válidos testigos de Cristo, y a transformar realmente el mundo".
"Fue conmovedor el breve encuentro con monseñor Hermann Scheipers, el último sacerdote vivo que sobrevivió al campo de concentración de Dachau. En Erfurt, también tuve la oportunidad de encontrar a algunas de las víctimas de abusos sexuales por parte de religiosos, a quienes aseguré mi pesar y mi cercanía a su sufrimiento", reveló el Santo Padre.
La archidiócesis de Friburgo fue la última etapa del viaje apostólico. Allí tuvo lugar la vigilia de oración con los jóvenes. "Fui feliz de ver que la fe en mi país natal tiene un rostro joven, que está viva y tiene futuro -rememoró Benedicto XVI- Repetí a los jóvenes que el Papa confía en su colaboración: con la gracia de Cristo, son capaces de traer al mundo el fuego de Dios".
En el seminario de esa ciudad, el Papa, quiso mostrar a los futuros presbíteros "la belleza y la grandeza de su vocación (...) y brindarles ayuda para seguir el camino con alegría y profunda comunión con Cristo". Durante su encuentro con los representantes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales el pontífice insistió en que la tarea común de católicos y ortodoxos es "ser levadura para la renovación de nuestra sociedad".
La misa en el aeropuerto turístico de Friburgo fue otro punto culminante de la visita pastoral, que ofreció a Benedicto XVI "la oportunidad de dar las gracias a todos los que trabajan en diversas áreas de la vida eclesial, especialmente a los muchos voluntarios y empleados de las iniciativas de caridad. "Son ellos los que hacen posible las muchas ayudas que la iglesia alemana ofrece a la Iglesia universal, especialmente en tierras de misión. -dijo el Santo Padre. También les recordé que su valioso servicio será siempre fecundo cuando se derive de una fe auténtica vivida en unión con los obispos y el Papa, en unión con la Iglesia. Por último, antes de regresar hablé a un millar de católicos comprometidos en la Iglesia y en la sociedad, sugiriéndoles algunas reflexiones sobre la acción de la Iglesia en una sociedad secularizada, y la invitación a estar libre de cargas materiales y políticas para ser más transparente a Dios"
"Este viaje apostólico -concluyó- me ha ofrecido una ocasión propicia oportunidad para encontrarme con los fieles de mi patria alemana, para confirmarlos en la fe, en la esperanza y el amor, y compartir con ellos la alegría de ser católico. Pero mi mensaje iba dirigido a todo el pueblo alemán, para invitar a todos a mirar con confianza al futuro. Es cierto: "Dónde está Dios, allí hay futuro".