Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo

Ayer se hizo público el mensaje escrito por el Santo Padre con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes. El mensaje está fechado en el Vaticano el 20 de noviembre de 2011, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Lleva por título las palabras de Jesús al leproso que le agradeció su curación: "Levántate y vete: tu fe te ha salvado" (Lc 17,19).

Ofrecemos a continuación algunos fragmentos del mensaje:

"Deseo reiterar mi cercanía espiritual a todos los enfermos (...), expresando a cada uno la solicitud y el afecto de toda la Iglesia. Acogiendo con generosidad y amor cada vida humana, sobre todo la de los débiles y los enfermos, el cristiano expresa un aspecto esencial de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se inclinó sobre los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para sanarlos".

"Este año (...) quisiera poner el acento en los 'sacramentos de curación', es decir, en el sacramento de la penitencia y la reconciliación, y en el de la unción de los enfermos, que culminan de manera natural en la comunión eucarística".

"El encuentro de Jesús con los diez leprosos, descrito en el Evangelio de san Lucas, (...) ayuda a tomar conciencia de la importancia de la fe para quienes, agobiados por el sufrimiento y la enfermedad, se acercan al Señor. En el encuentro con Él pueden experimentar realmente que quien cree no está nunca solo. En efecto, Dios, por medio de su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, sino que está junto a nosotros, nos ayuda a llevarlas y desea curar nuestro corazón en lo más profundo".

"La fe del único leproso que (...) regresa enseguida junto a Jesús, para manifestarle su reconocimiento, deja entrever que la salud recuperada es signo de algo más precioso que la simple curación física, es signo de la salvación que Dios nos da a través de Cristo, y que se expresa con las palabras de Jesús: 'Tu fe te ha salvado'. Quien invoca al Señor en medio del sufrimiento y la enfermedad, puede estar seguro de que Su amor no le abandona nunca, y de que el amor de la Iglesia, que continúa en el tiempo su obra de salvación, nunca le faltará. La curación física, expresión de la salvación más profunda, revela así la importancia que el hombre, en su integridad de alma y cuerpo, tiene para el Señor. (...) El binomio entre salud física y renovación del alma lacerada nos ayuda, pues,  a comprender mejor los 'sacramentos de curación'".

"El sacramento de la penitencia (...) nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad. (...) Dios, 'rico en misericordia', como el padre de la parábola evangélica, no cierra el corazón a ninguno de sus hijos, sino que los espera, los busca. (...) El momento del sufrimiento, en el cual podría surgir la tentación de abandonarse al desaliento y a la desesperación, puede transformarse en tiempo de gracia para recapacitar y, como el hijo pródigo de la parábola, reflexionar sobre la propia vida, reconociendo los errores y fallos, sentir la nostalgia del abrazo del Padre y recorrer el camino de regreso a casa. Él, con su gran amor vela siempre y en cualquier circunstancia sobre nuestra existencia y nos espera, para ofrecer a cada hijo que vuelve a Él, el don de la plena reconciliación y de la alegría".

"De la lectura del Evangelio emerge, claramente, que Jesús ha mostrado siempre una especial predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas, sino que también ha instituido un sacramento específico: la unción de los enfermos. (...) Con ella, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que alivie sus penas y los salve". (...)

"Este sacramento merece hoy una mayor consideración, tanto en la reflexión teológica como en la acción pastoral con los enfermos. Valorizando los contenidos de la oración litúrgica que se adaptan a las diversas situaciones humanas unidas a la enfermedad, y no sólo cuando se ha llegado al final de la vida, la unción de los enfermos no debe ser considerada como 'un sacramento menor' respecto a los otros. La atención y el cuidado pastoral hacia los enfermos es, por un lado, señal de la ternura de Dios con los que sufren; y por otro lado, beneficia espiritualmente a los sacerdotes y a toda la comunidad cristiana, ya que todo lo que se hace con el más pequeño, se hace con el mismo Jesús".

(...) "Los 'sacramentos de la curación' (...) son medios preciosos de la gracia de Dios, que ayudan al enfermo a conformarse, cada vez con más plenitud, con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Junto a estos dos sacramentos, quisiera también subrayar la importancia de la Eucaristía. Cuando se recibe en el momento de la enfermedad, contribuye de manera singular a realizar esta transformación, asociando a quien se nutre con el Cuerpo y la Sangre de Jesús al ofrecimiento que Él ha hecho de sí mismo al Padre para la salvación de todos. La comunidad eclesial, y en particular la comunidad parroquial, ha de asegurar la posibilidad de acercarse con frecuencia a la comunión sacramental a quienes, por motivos de salud o de edad, no pueden ir a los lugares de culto. (...) La eucaristía, sobre todo como viático, es -según la definición de san Ignacio de Antioquia- 'fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte', sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre". (...)

"El tema de este Mensaje para la XX Jornada Mundial del Enfermo, 'Levántate y vete; tu fe te ha salvado', se refiere también al próximo Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012. (...) Deseo animar a los enfermos y a los que sufren a encontrar siempre en la fe un ancla segura, alimentada por la escucha de la palabra de Dios, la oración personal y los sacramentos, a la vez que invito a los pastores a estar más disponibles a celebrarlos para los enfermos". (...)  Que los sacerdotes se muestren llenos de alegría, atentos con los más débiles, los sencillos, los pecadores, manifestando la infinita misericordia de Dios con las confortadoras palabras de la esperanza".

"A todos los que trabajan en el mundo de la salud, y a las familias que en sus propios miembros ven el rostro del Señor Jesús que sufre, renuevo mi agradecimiento y el de la Iglesia".

"María, Madre de Misericordia y Salud de los Enfermos, (...) acompañe y sostenga la fe y la esperanza de cada persona enferma que sufre en el camino de curación de las heridas del cuerpo y del espíritu. (...) Os aseguro mi recuerdo en la oración, mientras imparto a cada uno una especial Bendición Apostólica".