Irak, Afganistán... ¿Irán?
Mikel Ayestaran
Estados Unidos ha cerrado el capítulo de Irak y está en pleno proceso de repliegue militar de Afganistán.
Los últimos soldados de EE.UU. abandonaron Irak en diciembre
Es la guerra más anunciada de los últimos treinta años. Estados Unidos ha cerrado el capítulo de Irak y está en pleno proceso de repliegue militar de Afganistán. Desde 2001 han perdido más de 6.000 hombres en la región en unos conflictos que han discurrido en las fronteras del enemigo histórico, Irán, al que acusan de ser causa importante de sus fracasos.
El régimen islámico ha jugado sus cartas en ambos conflictos mientras desarrollaba un programa nuclear a nivel doméstico cuya finalidad civil no termina de convencer al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), por lo que «todas las opciones están encima de la mesa», ha repetido Barack Obama. La herencia política americana en la zona muestra una democracia sectaria con muchas posibilidades de dividir Irak entre suníes, chiíes y kurdos. Bagdad debe aclarar en los próximos meses su nueva relación con EE.UU. De momento, 700 soldados tienen el visto bueno para seguir con tareas de adiestramiento.
La producción de petróleo empieza a mejorar, aunque está muy lejos de los doce millones de barriles diarios, marca fijada por el Ministerio de Petróleo para 2017. El país depende de los ingresos del oro negro para avanzar, pero depende aún más de la unidad entre una clase dirigente incapaz de anteponer los intereses nacionales a los de cada grupo.
En la cleptocracia afgana no se sabe muy bien quién es quién. La línea que divide a la clase dirigente de una insurgencia cada vez más amplia, en la que se mezclan señores de la guerra, talibanes y narcotraficantes, es día a día menos clara. Kabul mira de reojo lo sucedido en Irak y toma nota para 2014. La misión de la OTAN dice adiós y se va completando la transferencia de seguridad. Tokio acogerá una nueva conferencia de donantes en julio y Hamid Karzai, tras recibir la promesa en Bonn de ayuda hasta 2024, parece dispuesto a reformar la Constitución para volver a presentarse a las elecciones.
Desde el centro del tablero, Teherán juega su partida internacional consciente de estar más que nunca en el punto de mira. Al mismo tiempo trata de sofocar los incendios domésticos provocados por las presidenciales de 2009. El candidato elegido por el régimen, Mahmud Ahmadineyad, se ha convertido en un personaje incómodo para la cúpula religiosa.
El resultado de esta lucha interna lo conoceremos en las parlamentarias de primavera. Por encima de ataques o amenazas externas, esta división interna es el principal problema para la subsistencia de un régimen que es el principal valedor del eje chií Teherán-Bagdad-Damasco-Beirut, una autopista al mediterráneo y a las fronteras de Israel.
Diario ABC, 09.01.2012