Doble rasero del Leviatán
Carlos Miguélez Monroy (*)
Pocos días después de comprar su sexto submarino nuclear alemán, Israel suaviza su discurso sobre un ataque preventivo contra Irán. Cuesta 700 millones de euros cada “arma del juicio final”, como se conoce a los submarinos Delfín por su capacidad para albergar hasta cuatro misiles con cabeza nuclear y para alcanzar objetivos a 1.500 kilómetros de distancia. Pero los medios de comunicación ensalzan las supuestas negociaciones de países occidentales con Irán, lideradas por Estados Unidos, aliado incondicional de Israel.
El ministro de defensa israelí, Ehud Barak, asegura ahora que las sanciones económicas contra Irán empiezan a dar resultados. Su enemigo declarado no se ha quedado atrás en la presión diplomática al amenazar con el bloqueo del Estrecho de Ormuz, vital para los intereses energéticos de Israel y de Estados Unidos.
El atentado con bomba que segó la vida del científico nuclear persa Mostafa Roshan y de su guardaespaldas había puesto en guardia al gobierno iraní. En dos años, otros cuatro científicos nucleares iraníes han sido asesinados. El “régimen de los Ayatolás” tiene varios enemigos. Sin embargo, cuesta creer que a la juventud indignada, a los árabes suníes y a los exiliados que se oponen al régimen les interese eliminar a un profesor universitario de física que supervisaba una planta nuclear. En los últimos años, Israel se ha apoyado en informes de la AIEA para acusar a Irán de ocultar el desarrollo de un programa nuclear con fines bélicos. Por estos motivos existen sospechas de una posible implicación del Mossad, servicio secreto de Israel conocido por sus secuestros, sus asesinatos selectivos y sus operaciones clandestinas.
Cuando se estableció el embargo a Sudáfrica hace décadas, Israel apoyaba al régimen del apartheid, le vendió armamento, tecnología y los servicios de mercenarios que habían obtenido su formación en el ejército y en el Mossad. Muchos se vieron implicados en operaciones para desestabilizar a otros países africanos recién independizados.
Se les atribuye el entrenamiento de escuadrones de la muerte, de paramilitares y hasta de integrantes de los cárteles de la droga en Colombia. Se sospecha la llegada de agentes del Mossad para frenar los secuestros de judíos en México hace unos años y de su posible participación en el entrenamiento militar de los Zetas, considerados una amenaza para la seguridad nacional.
Como las autoridades iraníes han estrechado el cerco sobre la población extranjera para impedir el asesinato de sus físicos nucleares, cobra fuerza la hipótesis de la contratación de sicarios iraníes por parte del Mossad para colocar las bombas y matar a sus objetivos. Israel no niega ni confirma las acusaciones. Ha amparado sus comportamientos de estado ampón, los asesinatos selectivos y la ocupación de nuevos territorios, contrarios a las resoluciones de la ONU, en la doctrina del espacio vital. Dicho de otra forma, el fin - la supervivencia del estado de Israel - justifica los medios.
La deformación del lenguaje explica la pertenencia de Irán al eje del mal por desarrollar tecnología nuclear que podría utilizarse para fines bélicos, mientras Israel ya cuenta con esas armas y con los dispositivos para lanzar un ataque nuclear. Han sabido aprovechar las declaraciones del presidente iraní como “prueba” de sus planes de exterminio. Por su parte, Israel no forma parte del Tratado de no Proliferación Nuclear, ni tampoco ha negado o reconocido su posesión de armamento nuclear; nunca ha permitido la entrada de inspectores nucleares.
La propaganda israelí ha conseguido equiparar la crítica al Estado de Israel con un supuesto “antisemitismo”, como si los judíos fueran los únicos semitas. La animadversión hacia el estado de Israel va más allá de los países vecinos por el ataque a flotas con ayuda humanitaria a Gaza, la construcción de miles de viviendas en territorios ocupados, a pesar de que la Corte Internacional de Justicia las declarara contrarias a derecho internacional, y su lenguaje cargado de amenazas. La retirada de la financiación de Estados Unidos a la UNESCO por reconocer al Estado palestino muestra el poder de los lobbies en la política exterior estadounidense. Aunque el gobierno se desenvuelva con comodidad en este contexto de crispación, su sociedad civil empieza a cuestionar el discurso belicista, el autoritarismo y la falta de una democracia real en la que se suele denominar “la única democracia de Oriente Medio”.
(*) Centro de Colaboraciones Solidarias
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