Por Adrián Salbuci

Entre el 26 y el 31 de agosto se realiza la Cumbre de Países No Alineados en Teherán, República Islámica de Irán, que muchos consideran tendrá especial trascendencia ante los estragos ocasionados por la “primavera árabe” —verdaderas guerras civiles ingenierizadas por las potencias occidentales— en todo el mundo islámico.

El ayatolá Alí Hoseiní Jamenei y el presidente Mahmoud Ahmadineyad darán la bienvenida a más cuarenta jefes de Estado y altos funcionarios nacionales e internacionales, que incluyen al presidente Mohamed Morsi de Egipto (nación que entregará la presidencia rotativa a Irán), al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (ferozmente criticado por EE. UU. por su decisión de concurrir), y a los presidentes de India, Monmahar Singh, y de Pakistán, Asif Ali Zardari, quienes aprovecharán la Cumbre para reunirse en forma bilateral para tratar de resolver de forma pacífica las tensiones existentes entre ambas potencias nucleares.

Formada en Belgrado, extinta Yugoslavia, hace más de medio siglo, el Movimiento de los Países No Alineados tuvo como principales promotores a verdaderos estadistas pragmáticos de la política mundial de entonces, como Gamal Abdel Nasser de Egipto, Jawaharlal Nehru de la India, Josef Broz Tito de Yugoslavia, y Sukarno el primer presidente de Indonesia tras su independencia de Países Bajos.

En plena Guerra Fría, estos países comprendieron la imperiosa necesidad de transitar por un camino libre de las imposiciones de los dos colosos de entonces: los Estados Unidos y sus aliados, y la Unión Soviética y sus aliados. Uno de los ejes ideológicos del movimiento de los No Alineados era el rechazo por igual a los dos crasos materialismos europeos: el liberal capitalista y el marxista colectivista.

Esta ideología no alineada se venía incubando desde hacía más de una década en países como la India de Nehru y la Argentina de Juan Domingo Perón. Perón había dado pasos precursores ni bien comenzaba la Guerra Fría, al proponer una “Tercera Posición” que se mantendría independiente de ambos imperativos ideológicos de las superpotencias. El pueblo peronista reunido ante Perón y Evita en la Plaza de Mayo de Buenos Aires solía hacer tronar esa orgullosa consigna al grito de “¡Ni yanquis ni marxistas: peronistas!”

Grito de guerra un poco simplista quizás, con el que el Trabajador Argentino de entonces manifestaba su voluntad de erigir una Nación digna en la que el trabajo —y no la usura o el colectivismo— sería el eje fundamental de la Comunidad Organizada.

Tras muchísimas vicisitudes, el Movimiento de Países No Alineados vio como sus premisas ideológicas y políticas fueron tironeadas —incluso distorsionadas—, lo que a menudo se reflejó en la entrada de nuevos miembros y la salida de otros.

A pesar de todo, sus periódicas cumbres siguieron realizándose cada tres años. La última fue en 2009, en el Egipto de Hosni Mubarak, hombre que de “no alineado” poco tenía, considerando su traición al ideario de Nasser al alinearse con Estados Unidos, Israel y la Unión Europea. Pero, ya lo vemos: Roma no paga traidores y hoy el decadente y perverso Mubarak fue a dar con sus huesos a la cárcel, ya que los dueños del poder le soltaron la mano.

También estarán presentes algunos otros “no alienados” —que en verdad son muy alineados— como Kim Yong Nam, presidente de la Asamblea del Pueblo de Corea del Norte, país alineado tradicionalmente al viejo marxismo chino; o Hamid Karzai, presidente y CEO de Afganistán, exconsultor de la UNOCAL —Union Oil Company of California, hoy Chevron— y hombre muy alineado con EE. UU., el Reino Unido (la Reina Isabel II lo nombró “caballero del imperio”) y el neoyorquino Council on Foreign Relations; o el canciller de la nueva Libia, “liberada” por los bombas genocidas de la OTAN (el coronel Muammar Gaddafi también mantenía a rajatabla una “tercera posición” de corte peronista… ¡así le fue!).

De todos modos, esta Cumbre llega en un momento muy oportuno para el mundo en general, y para Oriente Medio en particular. Hoy día, ya no se trata de rechazar a “yanquis y marxistas”, pues luego de la caída del Muro de Berlín, en el actual Mundo Unipolar el Enemigo de los pueblos no se ubica ni a la izquierda ni a la derecha, sino por encima de las naciones.

En Occidente, los Dueños del Poder Mundial se han erigido soberanos por encima de cada país y de cada gobierno, incluyendo en colosos como Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea y sus aliados, habiéndose enquistado profundamente dentro de sus estructuras de poder públicas y privadas.

No es casualidad que estas naciones condenen la Cumbre de Teherán, al igual que no es casualidad que tanto Rusia como China estén enviando representantes en carácter de observadores (el pudor histórico no les permite —aún— ser miembros plenos).

A mediados del siglo veinte, el presidente Nehru de la India propuso cinco principios fundacionales por los que habrían de regirse los países no alineados, que hoy tienen tanta validez como entonces:

1. El respeto mutuo por la integridad territorial y la soberanía de los países;

2. La no agresión mutua;

3. La no interferencia mutua en los asuntos internos de cada país;

4. La equidad y el beneficio mutuo en las relaciones internacionales;

5. La coexistencia pacífica.

Más de cincuenta años después, imaginémonos el mundo que hoy tendríamos si poderosas naciones como Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea e Israel aplicaran estos mismos principios en sus relaciones con Libia, Siria, Irán, Afganistán, los Balcanes, Panamá, Honduras, Irak, Venezuela, Bolivia, Egipto, Ecuador, México, Corea del Norte, Argentina, Sudán, Chile, Colombia, Puerto Rico…

Imagínense si Estados Unidos obligara a sus corporaciones y megabancos a regirse en sus comportamientos por estos mismos principios.

Imagínense si en lugar de sostener políticas hipócritas como la “lucha contra el lavado de dinero y el narcotráfico” y la “lucha contra el terrorismo” —flagelos promovidos de manera encubierta por la CIA, el MI6, el Mossad, lobbies de presión como AIPAC, USAID y azuzados por sus grandes multimedios—, EE. UU. y sus aliados hicieran de estos cincos principios fundacionales redactados por Nehru los ejes de sus políticas de Estado.

Seguramente, la dirigencia iraní con su sabiduría milenaria promoverá una renovación del Movimiento de Países No Alineados para que se re articule y brinde una urgentemente necesaria función equilibradora en este mundo loco de la violencia, de la injusticia, de la rapiña y de la muerte que Occidente impone sobre todo el planeta.

Seguramente, la dirigencia iraní aprovechará esta Cumbre para que surjan nuevas propuestas para resolver la sangrienta guerra civil impuesta artificialmente a Siria por los “defensores de la democracia”, armados hasta los dientes por las potencias occidentales.

Seguramente, la dirigencia iraní aprovechará para encauzar por el camino de la cordura, el respeto y la equidad las terribles amenazas que se ciernan sobre su propio país, generadas por la irresponsable y belicosa dirigencia israelí y su títere de pies de barro EE. UU., que a diario anuncian que atacarán a Irán unilateralmente con sus fuerzas militares.

Pero Irán no podrá lograr estos tres objetivos por sí sola. Necesitará del apoyo inteligente de dos superpotencias clave de nuestro mundo actual: Rusia y China.

En nuestros tiempos, Rusia y China han logrado algo fundamental en la alta política mundial que ni EE. UU., ni Reino Unido y Europa, ni mucho menos Israel, han logrado: ¡Madurar!

Quizá por haber sido ellos mismos por largas décadas uno de los “polos” de aquel inicuo mundo bipolar de la posguerra que obligó a cientos de otros países a agruparse como “países no alineados”, eso les obligó a dar un salto copernicano de saludable autocritica y autopurificación.

Rusia sufrió las consecuencias del extremismo de control social estalinista; China sufrió el extremismo ideologizado de la insectificación de las masas (así lo llamaba Perón) de Mao Zedong. Ambos sufrimientos les hizo madurar.

¡Qué ironía resulta observar como ambos extremismos —el controlador y el insectificador— hoy se dan cita de este lado del mundo! Y ello a pesar de que Washington, Londres y Tel Aviv usen una nueva terminología para definir la esclavitud de siempre, que hoy pretenden imponer a sangre y fuego en todas partes.

Rusia y China, como dos adultos maduros, nos ayudarán a detener a estos perros rabiosos de la guerra que hoy recorren el planeta con su imperialismo de adolescentes.

En los próximos tres años, como presidente del Movimiento de los Países No Alineados, Irán podrá ayudar aportando al mundo la cordura necesaria para que no nos incendiemos todos en una tercera guerra mundial. Pero sólo podrá hacerlo con el apoyo de Rusia y a China.

Yo creo que lo lograrán. Pues, contrariamente a los norteamericanos que juegan al póquer —un juego basado en el engaño, el embuste y la mentira—, los iraníes descienden de los antiguos persas, inventores del ajedrez: un juego basado en la inteligencia, la estrategia y la previsión.

Russia Today en Español, 26-08-2012

 

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