Ciertos colombianos no reaccionan bien a la palabra “nicaragüense”, otros están apáticos ante el “pleito” por mar y algunos más consideran que debe acatarse el fallo de La Haya
Por Amalia del Cid
La sonrisa del vendedor se transformó en una mueca, algo así como una versión disminuida de anuncio de pasta dental. “¿Vienes de Nicaragua?”, preguntó para confirmar. De nuevo respondí que sí. “Ah... Ustedes son los que nos quieren robar el mar. De repente van a querer llegar hasta Barranquilla, pues”, dijo al fin. Y siguió haciendo cuentas, sentado tras una mesita de madera, en su tienda de artesanías y otros souvenirs colombianos.
En estos días, las palabras “mar”, “San Andrés”, “fallo de La Haya” y “Nicaragua” gozan de gran popularidad en Colombia. Para el ciudadano común, muchas veces son dolorosas, porque tocan las fibras de su nacionalismo; pero otras, tan solo son referencias de una controversia que ha durado más de 200 años, pues comenzó mucho antes de que nacieran José Bárcenas y Manuel Esguerra.
Aquel comerciante de artesanías pertenece al grupo nacionalista. Vive en Medellín, ciudad de laureles centenarios y edificios de ladrillo rojo, en el departamento de Antioquia. Ahí mismo habita Sergio Patiño, fotógrafo alegre, peludo y despreocupado. Poco le interesa a quién pertenece el mar que hay entre Colombia y Nicaragua. “Estamos en el siglo XXI. Deberíamos estar peleando por quitar fronteras, no por ponerlas”, argumenta.
No son estas las únicas voces colombianas contrapuestas. También están, por ejemplo, las del congresista Jack Housni y el analista de Derecho Internacional, Ricardo Abello. El primero planteó la posibilidad de “contrademandar” para que Colombia se quede con la Mosquitia nicaragüense. El segundo, en cambio, en declaraciones a medios de su país sostiene que “toca cumplir con el fallo” de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Abello se refiere a la sentencia del 19 de noviembre de 2012. Ese día la CIJ restituyó a Nicaragua parte de una zona marítima cuyo dominio Colombia se adjudicó al interpretar a su gusto y conveniencia el tratado Bárcenas-Esguerra, señala el historiador nicaragüense Bayardo Cuadra. El acuerdo fue firmado el 24 de marzo de 1928, cuando el territorio nicaragüense se encontraba ocupado militarmente por Estados Unidos.
Era “un tratado sobre tierra y no sobre mar”, reconoce Abello. De modo que a Colombia solo “le correspondían las islas” y “la parte del mar tenían que entrar a delimitarla”.
Al romperse la frontera del meridiano 82, en el Caribe, nuestro país ganó 90,000 kilómetros cuadrados de agua, según expertos nicaragüenses (75,000 según especialistas colombianos). Sin embargo, tras meses de estudio de la sentencia, el pasado 9 de septiembre, Juan Manuel Santos, mandatario de Colombia, presentó su “estrategia” para frenar las ambiciones “expansionistas” de Nicaragua y declarar que el fallo es “inaplicable”.
La respuesta del gobierno de Daniel Ortega, inconstitucional presidente nicaragüense, fue una nueva demanda ante La Haya. Esta vez solicitó que se delimite el “rumbo exacto” de la frontera marítima entre ambos países en las zonas de la plataforma continental que pertenecen a las partes, “más allá” de los límites determinados en 2012.
Las aguas están revueltas. Y en Colombia hay quienes temen que Nicaragua tenga intenciones de llegar hasta Cartagena. O aspiraciones de al menos quedarse con el archipiélago de San Andrés, como expresó un taxista medellinense después de girarse para preguntar: “¿Usted es nicaragüense?”
El prejuicio y la guerra
Cuando hay noticias de la disputa con Nicaragua, las páginas web de los medios de comunicación colombianos se llenan de comentarios de lectores que llaman a la guerra. Muchos son partidarios de la propuesta de Álvaro Uribe, expresidente de Colombia: “Estacionar buques en el meridiano 82 en actitud bélica y buscar una salida decorosa” al fallo de la CIJ.
“Sectores como el uribismo han propuesto militarizar la frontera marítima. Esas posiciones se les transmiten a los ciudadanos colombianos a través de los medios de comunicación y generan prejuicios equivocados sobre los nicaragüenses”, señala Camilo Castañeda, estudiante universitario colombiano.
El más común de los prejuicios es el expansionismo, dice Castañeda. “Puede que sea cierto porque las acciones de Ortega y su gobierno han generado esas sospechas, pero el problema es que aquí se generaliza. Entonces, todo nicaragüense es orteguista, por ende comparte el expansionismo, y no creo que sea así”, expresa el joven, que habita en las afueras de Medellín y estudia en la Universidad de Antioquia.
El miércoles 18 de septiembre, el presidente Santos “echó más leña al fuego”. Desde una fragata colombiana, en el mar Caribe, afirmó que “con toda la vehemencia, con toda la contundencia” defenderá la plataforma continental que reclama Nicaragua.
Santos estaba acompañado por sus ministros de Defensa y los jefes de la Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Sin embargo, lo cierto es que nadie desea un enfrentamiento bélico, asegura José Peñuela, editor de Contenidos del diario colombiano El Nuevo Siglo. “En Colombia ni los más radicales piensan siquiera en la posibilidad de un desorden militar con Nicaragua. Son dos países que tienen, cada uno, tantos líos internos como para echarse ahora uno adicional”, señala.
En los foros de internet la gente “piensa con las vísceras y no con la razón”, dice Peñuela. Colombianos ofenden a nicaragüenses y viceversa. “Pero, las encuestas en general, aplicadas a nivel nacional en Colombia, demuestran que el país ya no quiere poner más muertos”, afirma.
“Colombia lleva 50 años en guerra. La gran mayoría de su población está esperanzada en un proceso de paz, con una guerrilla que ha sido absolutamente violenta y ha generado mucho daño al país. Difícilmente va a estar en actitud militarista contra un país [Nicaragua] que se sabe también superó un estado de guerra y está tratando de desarrollarse por vías democráticas”, considera el periodista.
La posición de Colombia, resume Peñuela, es que tiene los suficientes sustentos jurídicos y políticos para poder reaccionar a un fallo que considera injusto. Y analiza: “Nicaragua también considera que tiene una posición válida. Al último, tendrán los dos gobiernos que sentarse a negociar y mirar cómo solucionan una tensión que termina siendo entre naciones que viven la misma realidad de países latinoamericanos”.
La reserva y el petróleo
Circulan varios rumores en Colombia. Uno dice que Daniel Ortega necesitaba el pedazo de mar recuperado para construir el Gran Canal Interoceánico. “Si el juego es así de sucio, entonces sí es muy feo, pues”, considera Sergio Patiño, el colombiano que desea un mundo sin fronteras.
Otro rumor afirma que el gobierno de Ortega quiere el mar para sacar petróleo. Ese es el que más preocupa a los colombianos. Y es una “preocupación muy legítima”, pues Colombia ya había decidido que no exploraría la zona ni explotaría petróleo para no dañar la riqueza natural, apunta la periodista bogotana, María Clara Valencia.
“En términos económicos, a los colombianos para nada les sirve el mar perdido”, dice Oswaldo Ordóñez, geólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Para él, lo más triste sería que la explotación de petróleo destruya la hermosa reserva de Seaflower.
Respecto a la nueva demanda de Nicaragua ante la CIJ, Ordóñez considera que “lo que está haciendo Ortega es muy maluco”. “Si eso fuera para beneficio de los nicaragüenses, bienvenidos, pues; pero eso es solo para beneficio de la familia de él y los hijos de él. Todo el mundo por fuera sabe que en Nicaragua la corrupción de él y su familia es muy alta”, sostiene.
Políticamente el conflicto entre Nicaragua y Colombia “no interesa para nada”, porque “es una pelea de egos”, apunta Ordóñez. Según él, Ortega entregaría el mar y el petróleo a los chinos y los rusos. “Están haciendo que nos pongamos malucos, el pueblo de ustedes y el de nosotros. Y al final ninguno gana absolutamente nada. Ni un peso para el bolsillo”, expresa.
Para el geólogo, Ortega está muy “envalentonado, queriendo quitar tierra a Costa Rica. Y después va por Panamá o decide quedarse con Cartagena”. Y se pregunta: “¿Cuánta tierra quiere? ¿Por qué no resuelve los problemas que ya tiene?”
La historia a la historia
“Aquí han existido propuestas que me parecen salidas de cualquier tono, diciendo que si el tratado Esguerra-Bárcenas no funciona, hay que irse más atrás en el tiempo cuando la costa de Mosquitia hacía parte de la Gran Colombia. Eso es un completo absurdo y viola la soberanía nicaragüense”, considera el periodista José Peñuela.
En pocas palabras, se está sugiriendo que se vuelva a los tiempos de la Colonia. Y “esas posiciones radicales son las que no contribuyen ni de parte nicaragüense ni de parte colombiana”, expresa.
Para él, las aguas que la CIJ pasó a Nicaragua son colombianas. Así como Panamá, que se independizó de Colombia hace un siglo, es soberana. “Si uno se va a la historia, entonces los mexicanos podrían reclamar medio Estados Unidos y Portugal empezaría a reclamar Brasil”, explica.
No obstante, según otro colombiano, el especialista en Derecho Internacional, Ricardo Abello, la historia nunca puso un límite en el meridiano 82. “Al país siempre le vendieron la idea de que el Esguerra-Bárcenas era un tratado de delimitación marítima y que estaba en el meridiano 82, pero si usted mira en el Esguerra-Bárcenas en ningún lugar se hace referencia al meridiano 82”, subrayó en una entrevista publicada en medios de comunicación colombianos.
Ajeno a todo esto, un rastafari llamado Bob Palacios rueda en una colorida bicicleta por las calles de Medellín. Esta es la ciudad del vendedor de artesanías, del fotógrafo y del geólogo.
“Aquí en el interior del país no sabemos la dimensión de lo que puede perderse”, cuenta Palacios. Y de todas formas, agrega, “no me afecta porque soy ciudadano colombiano, pero también ciudadano del mundo”.
La independencia de San Andrés
Diez días después de la lectura de la sentencia que redefinió los límites de Nicaragua en el mar Caribe, una encuesta reveló que el 83 por ciento de los colombianos pedía desacatar el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
La encuesta fue aplicada por la firma Ipsos Napoleón Franco, entre el 23 y el 25 de septiembre de 2012. De manera particular, en San Andrés, el 92 por ciento de la población rechazó la sentencia y solo un 5 por ciento estuvo de acuerdo con que se cumpliera.
En un sondeo reciente, realizado por El Heraldo, diario de Colombia, a 9,020 personas, el 90 por ciento estuvo de acuerdo con la decisión de Juan Manuel Santos de no aplicar el fallo de La Haya.
Ante este conflicto, empieza a crecer la idea de independencia en el archipiélago de San Andrés. Durante muchos años estuvo olvidado. “Solo se le puso atención cuando Nicaragua se metió con él”, señala el periodista colombiano Esteban Lugo.
Si San Andrés se independizara, tendría derecho a 200 millas náuticas entorno del archipiélago y Nicaragua se vería en la obligación de devolver el mar recuperado. “A mí me da una ira ver por ejemplo al expresidente Uribe hablando de los derechos del pueblo raizal, cuando él estuvo por ocho años como jefe de Estado en los que ni se acordó de nosotros”, dijo Corinne Duffis, lideresa del archipiélago Confidencial Colombia.
Para el geólogo colombiano Oswaldo Ordóñez, “toda esa zona quedará para un país nuevo. Y sería lo mejor, porque ese mar no es de Nicaragua ni de Colombia, es de los isleños”.
La Prensa.com.ni, Managua 22-09-2013
http://www.laprensa.com.ni/2013/09/22/reportajes-especiales/163344-asi-ve-colombia
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