Por Alberto Piris*
Imagine que el suministro de agua a su vivienda se hace a través de la de otro vecino, porque cuando se construyó el edificio todos los miembros de la comunidad estaban en amigables relaciones mutuas y ese procedimiento les pareció el más apropiado para ahorrar costes.
Años después han cambiado los inquilinos, ha desaparecido el buen entendimiento y el vecino de quien depende el abastecimiento de agua a su casa es ahora un insolvente. Así que la compañía suministradora le corta el agua con relativa frecuencia y usted, que no tiene la culpa de nada, sufre los efectos del conflicto.
Lo que parece un simple problema vecinal es uno de los motivos de seria discrepancia entre Rusia y Europa con motivo del suministro de gas ruso a algunos países de la Unión Europea (UE). Digamos, pues, que usted es la UE, el vecino con problemas financieros es Ucrania y la compañía proveedora es Rusia.
En la última conferencia Rusia-Europa en Jabárovsk, en la costa oriental siberiana, quedó de manifiesto la dependencia europea, en lo que a abastecimiento de gas se refiere y de la capacidad ucraniana para pagar puntualmente sus recibos del gas ruso.
En realidad, esa fue la respuesta de la delegación rusa a otra cuestión que inquieta más a Moscú. Se trata de del Pacto de asociación que ya han firmado Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania con la Unión Europea. Aunque el pacto sólo pretende establecer lazos estrechos entre la UE y los países del Este ex soviético para estimular en éstos la implantación de la democracia y la estabilidad política, Moscú sospecha que puede haber algo más.
“No nos gustaría que la Eastern Partnership se convirtiera en una cooperación contra Rusia”, declaró el presidente Medvedev; y precisó: “Simplemente, no deseo que esta cooperación sirva para vincular y unir con otros Estados europeos a ciertos Estados que están mostrando una marcada tendencia antirrusa”.
Ucrania es uno de los Estados que Medvedev tiene por antirrusos. En vista de eso propone que la UE -con cierta participación rusa- provea a Ucrania de los recursos financieros necesarios para que pague el gas ruso que consume, so pena de repetir los cortes de suministro que el pasado mes de enero dejaron sin gas a varios países europeos durante dos semanas. Recordar que más del 40% de las importaciones europeas de gas proceden de Rusia obliga a la UE a andarse con pies de plomo y evitar jugar con fuego.
“Tengo dudas sobre la capacidad de Ucrania para pagar el gas”, remachó Medvedev, dejando en el aire la posibilidad de futuros cortes en el suministro de tan importante recurso energético.
El cuarteto reunido en el extremo oriental siberiano (por deseos de Medvedev, que quiso así mostrar de modo convincente a sus vecinos europeos la inmensidad del territorio ruso) se disolvió en una nube de fracaso sin haber conseguido aclarar ninguna cuestión concreta. El trío europeo tampoco podría dar mucho más de sí, vistos los antecedentes inmediatos: Durao Barroso, presidente de la Comisión; Václav Klaus —el euroescéptico—, presidente de turno de la UE, y Javier Solana, el Alto Representante para la política exterior y de seguridad común, se estrellaron conjuntamente contra el impávido Medvedev y volvieron a recorrer, de regreso a casa, los nueve husos horarios que separan Bruselas de Jabárovsk.
No sólo desde el punto de vista geográfico Europa está situada entre Estados Unidos y Rusia; también lo está en otros conceptos, históricos, económicos, culturales, políticos, etc. Pero así como la UE parece tener clara su relación transatlántica con Estados Unidos, su situación frente al vecino oriental ruso permanece indefinida y fluctuante. Nada parecido a la “puesta a cero” con la que Obama ha prometido iniciar un nuevo camino compartido con Moscú.
Estados Unidos y Rusia tienen en común un cierto substrato imperial: Washington se sabe cabeza de un imperio configurado desde mediados del siglo XX; Moscú no ha olvidado el imperio que rigieron los zares, directamente heredado por el régimen soviético. Sólo Europa, que albergó en el pasado algunos imperios que se deshicieron entre sí, parece quedar al margen de esta lucha de voluntades políticas que va a configurar el mundo del siglo XXI.
* General de Artillería en la reserva
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