El mes de junio en la guerra de Ucrania culminó con triunfo ruso la prolongada batalla por Bajmut (Artiomovsk, su nombre en ruso), que se había desarrollado varios meses, con el saldo de miles de combatientes y civiles muertos y con gran destrucción de la ciudad.

 

Vladimir Putin alegre

 

Por el lado ruso, la parte más difícil de la operación, los puntos de mayor intensidad de combate, estaban a cargo de la empresa militar privada Wagner, dirigida por Yevgeny Prigozhin, amigo del presidente Vladimir Putin. Durante los días finales de la lucha, Prigozhin se quejaba públicamente de la poca colaboración del ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y del jefe del Estado Mayor, Valery Gerasimov. Los acusaba no solamente de no abastecerlo de municiones sino incluso de haber atacado con fuego de artillería a sus hombres (del Grupo Wagner).

De Moscú no salían respuestas claras y la crisis se profundizó, hasta que el problema estalló cuando el sábado 24 de junio tanques y otros vehículos blindados de Prigozhin salieron de sus posiciones en Ucrania rumbo a Rusia, cruzaron la frontera y tomaron la ciudad de Rostov, declarando que llegarían a Moscú no contra el gobierno de Putin sino contra los jefes de la fuerza armada rusa.

Cierto es que en un enfrentamiento las fuerzas del gobierno hubieran tenido las de ganar, pero con un costo político y social, por las muertes de muchos militares y civiles. Esto sin contar con la desestabilización del gobierno y también, desde el punto de vista militar, con el posible movimiento de tropas que para llegar a luchar en Rostov o defender Moscú tendrían que dejar sus guarniciones de origen, lo que daría una impresión de dispersión y debilitamiento de una fuerza armada que tiene tropas en Siria y que enfrenta un conflicto armado en Ucrania.

En este panorama, Putin optó por la negociación, empeño en que contó con la ayuda de Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, quien finalmente —tras informar a Progozhin que, si avanzaban hacia Moscú1, una brigada completa bielorrusa iría a reforzar la defensa de esa ciudad— acercó las posiciones de Putin y el descontento Prigozhin y en menos de 48 horas se pudo anunciar un arreglo pacífico de la crisis.

Esto incluía no someter a Progozhin y otros comprometidos al ministerio público y permitir que personal del Grupo Wagner que así lo deseara se fuese a Bielorrusia, donde contaría con toda la seguridad y no serían perseguidos por la justicia. El resto de la fuerza movilizada del Grupo Wagner emprendió el retorno a Ucrania, y se daba la idea de que el Grupo Wagner sería disuelto. Todo esto se vio como un debilitamiento de la posición de Vladimir Putin.

Hasta aquí lo que se conoce oficialmente.

Los hechos demuestran, sin embargo, que las cosas son diferentes. Casi nada de lo que se conoce responde a la realidad. ¿Qué pasó? Para empezar, parece que el mediador Lukashenko se lleva de años atrás muy bien con Prigozhin y sus jefes y con Putin. Ahora no sorprende ver que el presidente bielorruso diga que nadie debe preocuparse por la presencia del Grupo Wagner en Bielorrusia. ¿Qué significan estas palabras? Indican que en realidad los combatientes de Prigozhin —o por lo menos buena parte de ellos— no están en Ucrania sino en Bielorrusia, cuyas fuerzas militares no serían suficientes para contener un ataque del ejército polaco, que es mucho más fuerte y numeroso, ante lo cual el Grupo Wagner —con las manos libres tras haber cumplido su misión en Ucrania— es una buena barrera.

 

Evgueni Prigozhin

 

Con la finalidad de no dar la impresión de que movía sus tropas con el propósito de proteger una zona (Bielorrusia) dejando débiles sus puntos de partida, Putin se propuso reforzar a su aliado sin que llamara la atención ningún movimiento de tropas, para lo cual la sedición del Grupo Wagner fue una maniobra distractiva que permitió colocar en Bielorrusia un poderoso contingente militar que sin duda tiene un efecto disuasivo frente a la agresividad de la OTAN y en particular de Polonia, que ha movido tropas a su frontera con Bielorrusia. Por eso Lukashenko dice con toda tranquilidad: “la experiencia que tienen el Grupo Wagner y sus comandantes la compartirán con placer con nuestras Fuerzas Armadas. Me refiero a la experiencia militar adquirida. La que necesitamos. Es táctica, operaciones militares. No podemos relajarnos...”2 Es obvio que no habla de refugiados o asilados sino de gente bien instalada en el país y bienvenida, además.

Para entender mejor, tengamos en cuenta que en el ajedrez —al que los rusos y Putin son muy afectos—, el rey ocupa una posición central, buena pero potencialmente vulnerable, mientras que la poderosa torre está en una ubicación lateral, en una eaquina, donde no deja sentir su poder; pero hay una jugada, el enroque, en la cual el rey y la torre intercambian posiciones: el rey, para estar protegido, pasa a una posición lateral, y la torre a una posición central con gran potencial defensivo y ofensivo. En el contexto que nos ocupa, el tablero de ajedrez es Bielorrusia, el rey es Akexander Lukashenko y la torre es el Grupo Wagner.

Según el aparentado acuerdo entre Putin y el falso rebelde Prigozhin, este debería estar en Bielorrusia casi en condición de refugiado o asilado; pero ahora Lukashenko en conferencia de prensa del 6 del presente mes declara que el dueño del Grupo Wagner está en Rusia: “En cuanto a Evgueni Prigozhin, está en San Petersburgo. ¿Dónde está esta mañana? Tal vez fue a Moscú, tal vez a otro lugar, pero no está en Bielorrusia”, según se informa en BelTA3.

Una vez más, mediante maniobras ocultas, falsas apariencias y engaño4, Vladimir Putin ha logrado cumplir sus objetivos estratégicos, esta vez trasladando tropas a un aliado haciendo creer que había estallado una rebelión.

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1 Con esa finalidad, llegaron a Minsk por lo menos cinco aviones rusos para trasladar las tropas. Leer Lukashenko: Bielorrusia estaba dispuesta a enviar unidades a Rusia para defender Moscú

2 Leer Lukashenko: El despliegue del Grupo Wagner no supone ningún riesgo para Bielorrusia

3 En Prigozhin no está en Bielorrusia

4 En su terminología militar, los rusos llaman maskirovka (‘enmascaramiento’) al conjunto de  técnicas y operaciones que permiten ocultar material, tropas o no dar indicios de cómo van a actuar, sea en la ofensiva o defensiva.

 

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