Amy Goodman, con la colaboración de Denis Moynihan
Las elecciones en Estados Unidos dependen sobre cualquier otra cosa del dinero; mucho dinero, que proviene cada vez más de fuentes “oscuras”, imposibles de rastrear. Sin embargo, la historia no está hecha de dinero sino de movimientos. La holgada victoria republicana en las elecciones legislativas de esta semana ha sido ampliamente descrita como una ola, un baño de sangre, una paliza. Más allá de la hipérbole, más allá de las declaraciones de los comentaristas políticos, fuertes corrientes están en movimiento, cambiando lentamente nuestra sociedad. Uno de los movimientos que logró visibilidad en medio de la maraña electoral es el que tiene como demanda principal un aumento del salario mínimo, el cual se impuso aún en algunos de los estados más conservadores.